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ESCÁNDALOS HASTA DESPUÉS DE MUERTO

Yo quería haber dejado mi cadáver para que hicieran croquetas para mis hijos y nietos, pero me dijo el notario que eso no puede hacerse . Tal era la intención testamentaria de Camilo José Cela Trulock, según la declaró en un programa de televisión en España a fines de los años 80.

Yo quería haber dejado mi cadáver para que hicieran croquetas para mis hijos y nietos, pero me dijo el notario que eso no puede hacerse . Tal era la intención testamentaria de Camilo José Cela Trulock, según la declaró en un programa de televisión en España a fines de los años 80.
Ahora, semanas después de la muerte del Premio Nobel gallego -fallecido en Madrid el 17 de enero pasado a los 86 años-, el notario y casi toda su familia habrían preferido que el testamento hubiese destinado de verdad el cuerpo del escritor para cocinar croquetas o empanadas. Al menos así se habría evitado el escándalo que suscitó su última voluntad documental y el asunto habría sido gastronómico, no jurídico.
En efecto, al abrirse en febrero el testamento que Cela firmó en julio de 1991, se descubrió el siguiente pastel:
* que no lega nada a su primera esposa, Rosario Conde, con la cual estuvo casada 47 años, e intentó escamotearle el equivalente a 480 millones de pesos que le adeuda por concepto de pensiones conyugales;
* que prácticamente deshereda a su hijo único, Camilo Cela Conde;
* que a la nieta Camila Cela Mary, supuesta beneficiaria de las croquetas de abuelo, ni siquiera la menciona en el acta;
* que deja como heredera general a su segunda esposa, Marina Castaño, una periodista 41 años menor que él cuya marcada afición al dinero le ha valido el mote de la Marina Mercante .
Genio (controvertido) y figura (obesa) hasta la sepultura, Cela fue tan discutido en vida como en los días que han seguido a su muerte. Aunque discutida y discutible, su obra literaria lo hizo merecedor de los más importantes premios que depara la literatura española: el Príncipe de Asturias (1987), el Planeta (1994) y el Cervantes (1995). En 1989 obtuvo el Nobel de Literatura, que se le negó a Jorge Luis Borges, un autor al que Cela menospreciaba ( Para mí no tiene la estimación que tiene para los demás ).
Paradójicamente, Cela había expresado varias veces su repudio a los premios literarios. Del Cervantes dijo, antes de ganarlo, que estaba cubierto de mierda . Y más de una vez indicó que le repugnaban estos galardones, aunque jamás rechazó ninguno y no vaciló en presentarse al más comercial de todos, el Planeta. Lo ganó con la novela La cruz de San Andrés, contra la cual los tribunales estudian una demanda por plagio que presentó otra escritora gallega, Carmen Formosa. Según Formosa, Cela copió el tema, el escenario y varios párrafos de Carmen, Carmela, Carmiña, un manuscrito que ella había enviado al mismo premio (Ver recuadro).
De censor a senador
Cela se hizo notar en el mundo de las letras como censor primero que como escritor. El 30 de marzo de 1938 dirigió una carta al Comisario de Investigación y Vigilancia de la dictadura de Francisco Franco en la que se ofrecía como confidente contra sus propios compañeros. Habiendo vivido en Madrid y sin interrupción durante los últimos 13 años decía- creo poder prestar datos sobre personas y conductas, que pueden ser de utilidad . Y agregaba: Creo conocer la actuación de determinados individuos .
El régimen aceptó la oferta, aunque varios años más tarde, pues en 1941 y 1945 Cela fue empleado de la Sección de Información y Censura del gobierno. Según explicó luego, lo hizo porque necesitaba el sueldo para vivir, y aún no pensaba convertirse en escritor. Según el periodista Justino Sinova, quien investigó los archivos de la censura casi medio siglo después, por las manos de Cela pasaron 250 títulos de boletines y revistas, en su mayoría religiosos. En 188 no realizó intervención alguna, pero rechazó o tachó con tinta negra otros 76 manuscritos. Fue despedido en 1945 al cambiar el jefe.
Un año después había pasado de censor a censurado. Su novela La familia de Pascual Duarte, una trama con adulterios y violaciones, erizó los pelos de la censura, que consideró la obra intolerable . Uno de los censores dice que el texto le produjo náuseas y señala que Cela me parece un hombre anormal .
Las náuseas del gobierno duraron lo que la dictadura. Tras morir Franco, en 1975, el rey Juan Carlos I nombró a Cela senador en el parlamento que debía dictar una nueva Constitución para España. Su aporte se limitó a la lexicografía, aunque señaló que los políticos, a fuerza de transar, consiguieron que el documento quedara muy mal escrito . Por lo menos logró que en vez de emplear la palabra hembra en contraposición a varón se usara mujer . Su argumento: si se usa hembra , hay que emplear también macho .
Los discursos que leyó como senador, al igual que todas sus obras, fueron rigurosamente escritos a mano con tinta negra sobre cuartillas blancas. Rosario Charo Conde, que había sido su secretaria y fue su esposa a partir de 1944, era la encargada de pasar los manuscritos a máquina y, de paso, archivar su correspondencia, manejar la precaria economía doméstica, prepararle café, calentarle la comida y acompañarlo a las citas. Yo sin Charo no puedo , le confesó el autor a un amigo hace tres décadas. Después de 1991, cuando se separó de ella, se demostró que sí podía.
En defensa de las palabras prohibidas
La lucha de Cela con la censura no obedecía a razones política sino al naturalismo - tremendismo , fue definido- de algunas de sus escenas y al lenguaje escatológico que empleaba el autor.
Auncuando Cela sostenía que soy uno de los españoles menos mal hablados que hay , se hizo famoso por sus tacos, ajos o palabras malsonantes. En el prólogo de su libro Diccionario secreto, importante estudio sobre vocablos impúdicos, defiende la inclusión en el Diccionario de la Real Academia Española de toda clase de términos, sin importar su vulgaridad. La lexicografía, o arte de componer diccionarios, es la demografía de las palabras, o arte de componer censos, y nada ha de importarle la conducta de las palabras que registra .
Gracias a su empeño, viejas palabras que usaron los escritores del Siglo de Oro entraron o regresaron al diccionario oficial. En particular, Cela se envanecía de haber patrocinado la inclusión de coño y cojón . La primera aparece en escritos de Francisco de Quevedo a principios del siglo XVII; la segunda en el Cancionero de Baena, primera antología de la poesía española, hacia 1440.
La defensa de la ciudadanía de los tacos provocó algún escándalo en su momento. Pero es que Cela fue un provocador que adoraba escandalizar. Su faceta de camorrista de las buenas costumbres creó más de un mito. Se dice que alguna vez peyó sonoramente en un banquete y se dirigió enseguida a su vecina, una condesa, para decirle en tono audible en toda la mesa:
- No se preocupe, señora, todos pensarán que he sido yo.
También corre la historia, relatada por su hijo en el libro Cela, mi padre, de que eructó tan recio durante una sesión del Senado que hizo callar al sorprendido orador. Ninguna es cierta, según Cela Conde. Pero sí es verdad que una vez en un programa de televisión ofreció absorber litro y medio de agua por la vía anal de un solo golpe . Y que, siendo senador, en más de una ocasión se quedó dormido hasta que sus ronquidos perturbaron la sesión. También lo es que su mascota predilecta era el grillo.
Al respecto, el propio Cela recordaba la siguiente anécdota:
Un día que estábamos en la terraza de un bar y pasó un grillo, una señora gritó: Qué horror, qué horror, una cucaracha! Y yo le dije: Señora, usted perdone, no es una cucaracha, es un grillo . Y me lo comí, claro, para darle a entender que no era una especie malsana, y a la señora se la llevaron
Novelista a sueldo
En sus méritos como hombre de letras habrá que citar sus principales novelas -La familia de Pascual Duarte (1942), La colmena (1951) y Mazurca para dos muertos (1983)-, así como su famoso testimonio de caminante Viaje a la Alcarria y su trabajo lexicográfico.
En el otro platillo de la balanza deben cargarse el posible plagio con el que ganó el Premio Planeta; además, un discurso sobre la lengua española que leyó con leves modificaciones en cuatro ocasiones solemnes, y la novela La catira (1955), escrita a petición y bajo salario del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez. Era un encargo que le exigía situar la acción en Venezuela y con personajes venezolanos; el manuscrito, por supuesto, debía contar con la aprobación del ministro del Interior, Laureano Vallenilla.
Cela accedió a alquilarse a la dictadura por físicos reales, como dicen los venezolanos. El contrato -dice su hijo- suponía una suma increíble de dinero para un cronista de la post-guerra española, y hasta para un potentado del momento .
El estipendio era de 3 millones de pesetas, en tiempos en que un funcionario ganaba mil al mes. Toda una ganga. Charo Conde estaba dichosa. Todas las miserias y estrecheces familiares] desaparecían de pronto, como por ensalmo , comenta el hijo.
Un cuadro patético
Ni la mujer ni el hijo de Cela sabían en ese momento que estaban empezando a trabajar para otros. En 1990, cuando Cela se separó de Rosario y se fue a vivir con Marina, con quien contrajo matrimonio un año después, empezó otra vida para todos. Camilo me dijo que hasta entonces había preferido la fama por encima de todo -comentó Charo en un reciente programa de televisión- y que a partir de ese momento apostaba por el corazón .
Fue un divorcio traumático. Como venganza por su fuga con la joven rubia de 33 años, Rosario, que ya tenía 75, reveló que durante largo tiempo ella también había tenido un amante, el poeta andaluz José Manuel Caballero Bonald. Cela, a su turno, maquinó con éxito para que Caballero no fuera recibido en la Academia de la Lengua.
Durante unos meses la relación con el hijo sobrevivió a la nueva compañera. Cuando se separaron Rosario y el Nobel, regalaron a Camilo Cela Conde un cuadro que Joan Miró había pintado encima de un falso óleo suyo. El escritor adujo en el testamento que tenía un valor incalculable . Pero lo que le pagaron al hijo en Italia por el cuadro en 1972 fue una suma bastante inferior: 37 millones de pesetas (unos 440 millones de pesos). Y la que se ofrece ahora por él equivale a 1.750 millones de pesos.
Transcurridos dos años, el padre y el hijo ya no se hablaban, hasta el punto de que, so pretexto de la ingratitud de Camilo Jr., el Nobel acudió a un juez con el propósito de recuperar el cuadro que le había donado. Patético. El juez rechazó la petición alegando, en términos jurídicos y citas latinas, que lo que se regala no se quita.
La mala del paseo
El asunto del cuadro de Miró reapareció en febrero de este año, al abrirse el testamento de Cela. En el documento señala que esa obra cubre sobradamente lo que correspondería a su hijo. La ley acepta que las donaciones en vida a los herederos pueden ser consideradas parte de la herencia. Pero también dice la ley que, como unigénito, Cela Conde tiene derecho a una tercera parte de la herencia, la llamada legítima o forzosa . Las otras dos -la que mejora a uno de los herederos y la de libre disposición del testador- fueron escrituradas a Marina Castaño, la mala del paseo.
El testamento no provee ninguna suma para pagar lo que Cela adeuda a Rosario por concepto de pensión de divorcio: 800 mil pesetas mensuales (unos 12,5 millones de pesos). Aunque fueron acordados en 1991, hace cerca de cuatro años el escritor dejó de pagarlos.
Ni el hijo ni la madre están contentos. El hijo alega que el tercio de la fortuna de Cela que le corresponde -calculada por algunos en unos 240 mil millones de pesos- es mucho mayor que el precio del cuadro, la mitad del cual, además, fue legado de su madre. En cuanto a ésta, aspira a que de los bienes que dejó el difunto se le pague su pensión.
El problema es que Cela y Marina Castaño crearon una verdadera telaraña de sociedades por cuyos canales se ha adelgazado y camuflado el capital del novelista. Un enjambre de abogados aspira a desenredar la madeja a favor de respectivos clientes.
El cadáver de Cela no se convirtió en deliciosas croquetas; tampoco en cenizas esparcidas sobre el mar de Galicia, como lo deseó en un momento; sino en un foco de peleas y amarguras póstumas. Pero el polémico novelista que armó la tremolina pasó a mejor vida. Y a lo mejor desde allí está diciendo lo mismo que el juez de delitos monetarios don Braulio, uno de sus personajes: Que me quiten lo bailado, y lo comido, y lo bebido, y el que venga atrás, que arree .
COINCIDENCIAS?
Estas son algunas entre Carmen, Carmela, Carmiña, de Carmen Formoso y La cruz de San Andrés, de Cela. Formoso: Los hombres volvían la cara al verla pasar por la calle ; Cela.
Los hombres se volvían al verla pasar por la calle .
Formoso: Al marido lo metieron en la cárcel por razones políticas ;
A mi marido lo metieron en la cárcel por razones políticas .
Formoso: No llevaba bragas, y abriendo las piernas y sin inclinarse, vaciaba tranquilamente la vejiga ; Cela:
Va sin bragasy orina en equilibrio .
FOTO
1- Cela con Marina Castaño, por quien abandonó a su esposa Rosario Conde.
2- El rey Juan Carlos nombró a Cela senador.
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