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GUARDO DE COLOMBIA COSAS QUE SON MI VIDA

Alvaro Mutis llegó a Madrid el miércoles 17 de abril y se hospedó en el Wellington, el antiguo hotel de los toreros, a cincuenta metros escasos de la zarzuelera calle de Alcalá y a cien del parque de El Retiro. Es como su propia casa. Hasta el último botones lo conoce y lo saluda por su nombre. Esta vez Mutis no vino a recoger los botánicos pasos de su tío tatarabuelo, don José Celestino, ni a visitar rincones de una España que no termina de seducirlo. Lo esperaban jornadas agitadas y largas con reyes, académicos, gobernantes y periodistas, pues llegó a recibir el Premio Cervantes, llamado por algunos el Nóbel del español .

Conrado Zuluaga
Alvaro Mutis llegó a Madrid el miércoles 17 de abril y se hospedó en el Wellington, el antiguo hotel de los toreros, a cincuenta metros escasos de la zarzuelera calle de Alcalá y a cien del parque de El Retiro. Es como su propia casa. Hasta el último botones lo conoce y lo saluda por su nombre. Esta vez Mutis no vino a recoger los botánicos pasos de su tío tatarabuelo, don José Celestino, ni a visitar rincones de una España que no termina de seducirlo. Lo esperaban jornadas agitadas y largas con reyes, académicos, gobernantes y periodistas, pues llegó a recibir el Premio Cervantes, llamado por algunos el Nóbel del español .
Durante las primeras 48 horas, el escritor colombiano permaneció recluido en su habitación por prescripción médica. Se recuperaba de un pinchazo en la columna vertebral que le ocasionó el vuelo trasatlántico desde México. Inmóvil en una silla, pero sin perder un solo gramo de buen humor, Mutis concedió esta entrevista para LECTURAS DOMINICALES. En ella habla sobre su obra, su gaviero Maqroll y algunos de sus recuerdos más entrañables. Lo hizo, a pesar del pinchazo, con esa voz recia y decidida que alguna vez dobló inspectores de policía en las versiones castellanas de las películas de Hollywood y enamoró a las mujeres que lo oían disertar por la radio.
Maestro Alvaro, usted es del mismo parecer de Byron, que sostenía que tuvo que interrumpir su educación para ir al colegio , no es cierto?
Exacto! El colegio interrumpió mi educación. Siempre que tuve que estudiar álgebra y trigonometría y química y física, me daba cuenta de que estaba dejando de estudiar lo que yo quería, que era historia de Francia.
Y el equilibrio del billar... más importante que el del álgebra.
Mucho más importante. El billar es lo más parecido a la poesía. Una carambola es un golpe que se da por un lado, para que el resultado dé en una forma universal y general. Eso es una carambola. Y así es un poema.
Tiene presente el momento en que se le ocurrió que iba a ser poeta?
No, no tengo presente ese momento. Lo que sí tengo presente es cuando vi, escrito por mí, el primer texto en donde me di cuenta de que ahí había poesía. Trabajaba en la Radio Nacional como locutor y un día, después de leer el noticiero de las doce de la noche, puse el movimiento lento de la quinta sinfonía de Sibelius. Y de pronto me senté en la máquina y de forma sonambúlica escribí un texto. Lo leí, no me gustó y lo tiré a la basura. Me fui a la casa y no pude dormir. Porque empecé a darme cuenta de que en esas líneas había poesía. Regresé por la mañana, aterrado, creía que ya habían limpiado la oficina y tirado la basura y no iba a ser capaz de repetirlo. Estaba ahí! Conservo ese texto! El papel todo arrugado lo tengo. Se llama La creciente y es de 1943.
Tiene sesenta años!
Sí. Entonces trabajé sobre él, como hago siempre y se lo llevé a Eduardo Zalamea Borda, director del suplemento literario Fin de Semana . Lo miró, no me hizo ningún comentario y sólo me dijo:- Sale el sábado . Salió, y cuando fui a darle las gracias, me dijo- Siéntese. Esto no se hace, esto es un error, para que repite esta palabra. Mire las rimas internas que tiene. Fíjese en esas cosas, Mutis!, porque la poesía se salva con esos detallesMe dio una lección para toda la vida. Para mí, escribir un poema la gente dice,pero no, eso es fácil, si los poemas son más cortosi para mí es una tortura a la que me entrego como puede cualquier otro entregarse a la oración o a la meditación.
Siempre se ha dicho que en su caso se manejan los mismos elementos y las mismas obsesiones tanto en sus novelas como en sus poemas.
En mi caso es exacto. Eso es algo sobre lo cual yo insisto mucho porque suelen decirme siempre: Ay, Mutis, usted por qué abandonó la poesía por la novela? . Y se contestan a sí mismos: Bueno, porque la novela se vende más . Con ese criterio... o, la leen con más placer y la entienden mejor y es más fluida . Las siete novelas que me he sentado a escribir están hechas con los mismos elementos, las mismas obsesiones, los mismos rechazos, lo mismos sueños, las mismas persistencias de la memoria, con que están hechos los poemas.
Hace poco he leído que a usted le puede una inmensa pereza. Cómo es eso?
Ah, no. Yo soy un perezoso absoluto. Que, por qué? Pues porque corregir es una tortura, es un proceso de autocrítica que para mí es una tortura. Por ejemplo, yo me siento a escribir, porque escribo por épocas, pues existen largos períodos de mi vida en que no he escrito. Entonces, cuando estoy trabajando comienzo a las ocho de la mañana y sólo me detengo a las dos de la tarde. Esa noche corrijo lo que escribí esa mañana y esa corrección no se la deseo a nadie como castigo. Porque empiezo a tratar de arreglar el ritmo de la frase, que tenga una respiración normal, sin altibajos. Eso es un trabajo terrible. Para mí no es un placer. Y nunca he tenido la sensación de que, Ah, esto ya está bien .
Siempre ha creído que puede ser mejor?
Es la certeza! Sé que puede ser mejor! Pero me miro a mí mismo y tengo que empezar por reconocer que esto es lo que soy capaz, que esto es lo que yo puedo hacer. Hasta aquí llego yo. Nunca he sentido ninguna exaltación, ni ninguna felicidad por estar escribiendo. Me lleno de dudas. Yo, por ejemplo, eso lo he repetido muchas veces, jamás abro un libro mío editado, porque empiezo a leerlo y empiezo a darme cuenta de todo.
Lo que sí tiene después es la satisfacción reconfortante de los lectores.
Ah, bueno, no hay felicidad igual para mí que ese encuentro con una señora o con un tipo, que me paran a veces en las librerías, en los restaurantes, en la calle: Oiga, usted es Alvaro Mutis . Sí, señora . Ay, usted no sabe el bien que me han hecho sus novelas. Mire, me pasaron cosas en la vida... , y empiezan a contar unas cosas, en donde las novelas van apareciendo ahí como una especie de bálsamo. Eso es una felicidad. Pero no me hace exclamar Caramba, qué buen escritor soy . Sólo me hace pensar, qué bien que escribí eso y le hice bien a alguien! Nada me da tanta felicidad como esos encuentros.
Leí de Pessoa algo maravilloso: El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que llega a fingir que es dolor el dolor que de verdad siente .
Eso es... genial! Sólo Pessoa podía decir algo así. Yo sólo he dicho una cosa que podría ser una continuación de esa frase, aunque no tan inteligente ni tan luminosa como la de Pessoa: Todo poema tiene que ser visionario. Mostrarle al hombre un otro lado de él mismo y del mundo, tan válido como la realidad. Y tan grave y con consecuencias tan definitivas como la realidad misma. Ese salto tiene que darlo el poeta y si no lo da, a mí no me interesa. No lo leo. Pueden llorar todo lo que quiera y lamentarse de que ya no los aman. Pero si no están diciendo algo para que el lector se vea dentro de él ese dolor y ese otro lado, están diciendo cosas vanas.
Hablemos de sus amigos, de sus compañeros colombianos, de sus profesores.
Por quién comenzamos? La revelación que yo tuve de la poesía se la debo a Eduardo Carranza, que era mi profesor de literatura. Nunca nos hizo una clase en orden cronológico, ni en orden académico de ninguna clase. Nada, ningún orden. El entraba recitando y por eso nunca se me borrará esa imagen. Un día entró y dijo: Yo voy soñando caminos... (Mutis recita de memoria todo el poema). Yo me quedé estupefacto. Y luego dijo, es de Antonio Machado. Quién de ustedes conoce o ha leído algo de él? Silencio en la clase. Yo me sentí culpable. Cómo soy de bruto! Salí de clase y compré el tomo en la colección Austral, que aún conservo. Esto lo hacía en todas las clases. Por ejemplo, un día salió algo sobre José Asunción Silva en el periódico y un alumno le preguntó por Silva. Entonces, se olvidó del tema y empezó a fijar una posición de Silva en la poesía. Y a mí se me ocurrió muchacho tan inteligente y sobre todo muy discreto- ponerme de pie y decir: - Pero Silva es colombiano y estamos en una clase de literatura española . Carranza me miró y me dijo:- Silva no es español, ni colombiano. Silva es nuestro idioma. Y es nuestra alma y nuestro ser. Déjese de decir tonterías, Mutis, siéntese .
Qué maravilla!
Y después tuve otro amigo que fue definitivo para mí en el disfrute de la poesía de otros idiomas. Aurelio Arturo, que yo considero un gran poeta. Un hombre muy discreto, de grandes silencios, un hombre de poquísimas palabras. Nos hicimos amigos y me descubrió la poesía inglesa. Siempre en voz baja... al contrario de Carranza. Nos sentábamos a conversar en voz baja, discreta, pero fue utilísimo. Y después dos personas a las cuales les debo todo el resto de mi vida como escritor, como ser. Que son Casimiro Eiger, polaco, con quien trabajé en el Centro Polonés de Información de la Embajada de Polonia. Allí publicábamos una revista Por nuestra libertad y por la vuestra. Un hombre con una formación literaria extraordinaria que me descubrió la literatura polaca y muchas otras cosas. Ese hombre fue definitivo en mi vida, porque yo nunca he mostrado a nadie, originales de lo que escribo.
Nunca lo hace?
A nadie, nunca. Por puro miedo. No es por soberbia, ni por altanería. Es por puro miedo. Es suficiente con que los lea yo y me dé cuenta de las debilidades que van arrastrando. Sólo a Casimiro. Le mostraba de vez en cuando. Y me decía Eso no, Alvarito. Eso tiene que volverlo a escribir . Y no me decía por qué. Eso es magnífico! O sea, Esto no . Ahora bien, friéguese! Vuelva a empezar hasta que se dé cuenta de por dónde es que van las cosas. Eso para mí fue extraordinario. Y el otro es Ernesto Volkening, que tiene ese prólogo que aparece ahora en mi poesía completa. Volkening era alemán, nacido en Amberes, que es un puerto que yo adoro y también fue un guía, un amigo, de ese tipo de amistad de gente mayor con mucha más experiencia y que te dan sin el tono de regaño ni de autosatisfacción de yo sé más que ustedcon el acento, el cariño, la certeza y la lucidez de indicar una ruta, una solución, una apertura. A ellos les debo todo y cada vez que escribo una línea, pienso en ellos.
Pero usted también ha hecho de guía. Existe la anécdota de ir a casa de García Márquez- porque preguntó al llegar a México (el mismo día que se suicida Hemingway), qué era lo que había que leer de ese país con un ejemplar de Pedro Páramo y otro de El llano en llamas y decirle Aquí tiene para que aprenda .
Para que no joda.
En ese sentido, usted también ha sido guía.
Y quedó deslumbrado. Sí, yo tengo con mis amigos actuales la misma forma que he tenido con mis amigos que he mencionado de aconsejar, de pasar el disfrute...
Pasar la voz.
Eso es! Pasar la voz, es la expresión exacta. Sin dar lecciones y sin pasar a mayores detalles, con la mayor discreción.
Así como usted aconsejó a García Márquez, hay dos o tres libros que considera imprescindibles.
Eso depende mucho de la persona. Yo me cuido mucho en recomendar lecturas de libros porque tengo un principio sobre la lectura, desde niño, y lo respeto con un rigor enorme: Yo no leo nada que me aburra . No importa si es un clásico, ni quién me lo haya recomendado.
Pero uno intenta compartir esos hallazgos .
Lo de compartir me trae al recuerdo que hace muchos años yo mencioné a Dickens delante de Carlos Fuentes y él se lanzó a hacer un elogio extraordinario. Y le dije: Estamos de acuerdo. Ese es mi autor, ese es mi novelista . Y cada vez que nos encontramos, no dejamos hablar a nadie porque nosotros nos ponemos a recordar episodios de las novelas. Claro, es compartir, sin imponer.
Desde su partida para México, usted no ha vuelto a vivir en Colombia.
Voy a Colombia a visitar a mis hijos y mis nietos. Guardo de Colombia cosas que son mi vida esencial y espero que eso se note en la poesía: mi amor por la tierra caliente, mi amor por la finca que era de mi abuelo y después de mi madre,Coelloi . Ese ambiente para mí es el paraíso terrenal. Pero nunca opino sobre la situación colombiana, que me duele muchísimo, pues no creo que tenga derecho a opinar quien vive fuera y no está vinculado a ciertos procesos, a los que por cierto no he estado vinculado nunca. No he votado jamás, como lo he dicho varias veces, ni he participado en ninguna clase de política, ni he firmado ningún manifiesto, ni firmaré jamás.
Y ahora, después del Premio Cervantes, qué viene?
Pienso a veces que ha llegado la hora de callar.
* Conrado Zuluaga es crítico literario y ex diplomático.
- El rey Juan Carlos de España le entrega a Alvaro Mutis el premio Cervantes de Letras de este año, el día del idioma y del autor de El Quijote, en ceremonia especial en Alcalá de Henares.
Conrado Zuluaga
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