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EL TERRIBLE FLAGELO DEL SECUESTRO

El secuestro se ha convertido, indudablemente, en una de las epidemias que azotan a la humanidad a nivel mundial. El cruel delito es utilizado como arma política, como instrumento para conseguir dinero, como chantaje e inclusive como venganza. Leíamos, horrorizados, las terribles condiciones en que se hallan los 12 rehenes en el Líbano, secuestrados por el grupo proiraní Jihad Islámico. Produce escalofrío, hace pensar hasta dónde ha llegado la crueldad del hombre y hasta dónde las ideologías carcomen y truecan los cerebros.

Ahora se revive esa virtud que no deben perder los que se hallan en las indeseables condiciones del secuestrado: la esperanza. Brian Keenan y John McCarthy, quienes recuperaron su libertad después de cinco años en poder de sus captores, no la perdieron. Ellos, que saben bien cómo están sus compatriotas, recuerdan su amarga experiencia. Solo se les permitía ir una vez al baño. Lo demás era oscuridad, el duro cemento frío, una venda, una cadena en sus piernas y escasa comida. Ser rehén es una humillante violación de cada sentido y cada fibra del cuerpo, mente y espíritu. Es como ser crucificado en soledad , dijo Keenan. Eso lo explica todo. Ojalá sus compañeros y todas aquellas personas que se encuentran sufriendo este flagelo, vuelvan con los suyos, quienes también sufren lo indecible hasta en el sueño.
Cada vez que se habla del secuestro en cualquier parte del mundo, tenemos que recordar a tanto colombiano que padece este drama y clamar por su libertad. Una libertad por la que claman todos los colombianos de bien. Porque la solidaridad contra el secuestro no debe bajar la voz en ningún momento. Debe ser un grito de toda Colombia.
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