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UN FUTBOLISTA LLAMADO ERNESTO

Ernesto Díaz ya descansa en paz. Ayer, una semana después de que la muerte decidiera el final del juego, en Orlando (Estados Unidos), su cadáver fue sepultado en los Jardines del Recuerdo de Bogotá.

Ernesto Díaz ya descansa en paz. Ayer, una semana después de que la muerte decidiera el final del juego, en Orlando (Estados Unidos), su cadáver fue sepultado en los Jardines del Recuerdo de Bogotá.
El, uno de los gigantes del fútbol colombiano en la década de los setenta, falleció cuando se rebuscaba la vida con una pelota pegada al pie derecho y con la mente y el alma puestas en su hijo Cristian, de 12 años, que padece una enfermedad cerebral que le provoca convulsiones: el síndrome de west. Por él, por su tratamiento médico, Ernesto era acomodador de carros (valet parking) y jugaba tres y cuatro partidos de fútbol cada sábado, cada domingo.
Por uno recibía 70 dólares. Por otro, 80 más. Por otro, 100... Era su una manera de conseguir unos billetes para el flaco bolsillo. Ese trajín reventó su corazón de 49 años. El pasado sábado 4 de mayo, cuando acaba de guardar el dinero ganado por su tercer partido del día, se desplomó.
Hace año y medio empacó maletas. Un amigo le propuso montar en Estados Unidos una escuela de fútbol. Corriendo por el sueño americano , partió para conseguir la estabilidad que aquí no tenía. Cada mes era una odisea para conseguir los dos millones de pesos que le costaban las medicinas para el tratamiento de Cristian.
Aquí, Teto , como le decían, ya había montado algunas escuelas para niños, después de que se retiró del fútbol activo, hace 15 años, después de haber jugado con la Selección Colombia, Santa Fe, Junior, Medellín y Millonarios.
Por qué no se convirtió en entrenador, como tantos otros ex futbolistas? Lo intentó en las divisiones inferiores de Santa Fe, pero no era su mundo. Para él, la vida entera, y la muerte, estaban en la cancha de fútbol. No podía ver un picadito de barrio, porque sus pies le ordenaban amarrarse los guayos y jugar, y jugar.
Por eso, cada fin de semana recogía un puñado de dólares en lo que siempre supo hacer, mientras montaba una nueva escuelita de fútbol en Tampa, donde residía con su tercera esposa, Nelly Cecilia Avila, y con los dos últimos de sus cinco hijos, Cristian y Valentina. Pero los trámites legales para poner a andar el proyecto eran lentos, mucho más después de los atentados terroristas en Nueva York y Washington del pasado 11 de septiembre.
Pasaron ocho días para que Ernesto descansara en paz. La Federación Colombiana de Fútbol y la Dimayor pagaron el traslado de su cuerpo. Santa Fe costeó su sepelio. Algunos ex compañeros de Ernesto piensan emitir unos bonos para recolectar un dinero que asegure, en algo, el tratamiento médico del pequeño Cristian, el hijo mimado de un futbolista llamado Ernesto...
FOTOS:
El gran Ernesto Díaz se retiró hace 15 años del fútbol activo, después de jugar con la Selección Colombia, Santa Fe, Junior, Medellín y Millonarios.
Archivo / EL TIEMPO
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