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... Y EL CAGANER DEL AÑO ES...

Dicen que el Caganer - así como lo oyen, ca-ga-ner- es una tradición precristiana que los catalanes han sabido mantener hasta hoy en sus fiestas navideñas. La primera vez que uno divisa a un caganer en un pesebre, cuesta trabajo encontrarlo. No es muy factible que esté al lado de la Virgen o de San José. Busque entre los pastores que cuidan el portal y sospeche del que está acuclillado. Deténgase en él. De frente, se le observa una mano asida a un tronco incipiente que aguanta su peso y que lo mantiene en posición. Mírelo de lado; mírelo por detrás. Si advierte que este pastor acuclillado está ocupado, haciendo sus necesidades - eureka!- , ese es el caganer.

En España, donde se habla un castellano sin disfrazar las palabras, a este acto se le dice cagar. Lo mismo sucede en catalán: de ahí su nombre, caga-ner. Aquí, en Colombia, donde a ese mismo acto se le dice hacer popó - qué cursilería!- , fieles a nuestra mojigatería semántica que nos impulsa a recubrir las palabras hasta disfrazarlas, como si de esa forma se evitara lo inevitable, al caganer se le vendría a conocer como el pastor que hace popó . (Es la misma razón para que aquí digamos cola, en vez de culo; y puchecas - qué adefesio de palabra!- , en lugar de tetas.)
Más allá de su innegable carga escatológica, el caganer es una figura que encierra una doble simbología. Es obvio que representa la fecundidad, pero también la irreverencia y la ironía con que el pueblo catalán mira de reojo el orden establecido. Por eso es que cada diciembre los artesanos de Barcelona eligen entre las personalidades públicas al caganer del año. Una vez hay humo blanco, ponen en exhibición las escatológicas figurillas que sorprenden a incautos turistas quienes no atinan a saber qué rayos tiene que ver la Navidad con un señor conocido que está defecando.
Entre los caganers más recientes está Figo, el portugués, ídolo del Barza, cuya salida intempestiva hacia el Real Madrid fue entendida por los blaugranas como una gran cag..., perdón!, como un acto de traición. Otro caganer del Barza fue el temible Joan Gaspart, hoy destronado presidente de ese club y quien tuvo unas cag..., perdón!, unas metidas de pata memorables. El último de los caganers, creo, ha sido Arthur Mas, delfín de Jordi Pujol, el presidente de la Generalitat Catalana. Mas, a diferencia de su padrino, es menos. No termina de convencer a su pueblo, pese a ser bien plantado y de parecerse a Kent, el novio de la bulímica Barbie.
En Colombia, es cierto, no tenemos tradición en materia de caganers. Sin embargo, eso no significa que no existan especímenes nacionales que no la hayan cag..., perdón!, embarrado a lo largo del año, ni que el pueblo haya perdido el humor ni la ironía para exaltar a sus figuras públicas. Candidatos nos sobran, comenzando por el profe Maturana, que Dios lo tenga en su gracia y... fuera de la cancha.
Personalmente, creo que tiene mejor opción el ex ministro Londoño, autor de cag..., perdón!, de desatinos monumentales que todavía nos siguen costando. Sé, de buena fuente, que los ambientalistas elegirían sin chistar a la ex ministra del Medio Ambiente Cecilia Rodríguez como caganer del año, por haber conseguido acabar con el Ministerio y las políticas ambientales en tan corto tiempo. Tampoco hay que menospreciar a ex presidentes como Ernesto Samper, con méritos suficientes para llegar a disputarse, codo a codo, la final, sobre todo después de que sacó a sombrerazos a Piedad de la DL, por poner a Edith Camerano. Obviamente, el Alcalde de Medellín tiene un buen puntaje, al igual que los oficiales del robo de la coca en Barranquilla, una de las cag..., perdón!, poposeadas mejor craneadas del año. En fin: a falta de artesanos barceloneses, ustedes eligen. Feliz Navidad!
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