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NI LA ESCRITURA ES EL BIEN NI LA IMAGEN EL MAL

El escritor y semiólogo Umberto Eco vive entre 30.000 volúmenes, se droga con el ordenador y ve mucha televisión. Para el autor de El péndulo de Foucault y El nombre de la rosa, la escritura es un hecho biológico. Le angustia la conservación del libro, cada vez más amenazada, y se intererroga sobre los nuevos instrumentos de la memoria colectiva Detesta usted las entrevistas, según dice, porque los medios abordan siempre los problemas que le interesan con 20 años de retraso con respecto a los hechos. Escapa a esa regla la rivalidad escritura-imagen?

En absoluto! Ahí tiene la prueba: usted se hace la pregunta de si la escritura perdió la guerra con lo audiovisual en el mismo momento en que, por primera vez en la historia, aquella triunfa rotundamente. Gracias al ordenador, que transforma las relaciones con la imagen, pues en la pantalla del ordenador hay palabras lo cual no ocurría, evidentemente en la de televisión. Hoy asistimos a una mutación de la especie que yo resumiría así: el más insignificante empleado es capaz de leer a extraordinaria velocidad las informaciones de una pantallita. El ordenador es la civilización del alfabeto, al igual que las civilizaciones anteriores desde la pirámide hasta la iglesia barroca, fueron las de la imagen. Las preguntas que se plantean son, pues, de muy distinto orden. Por ejemplo, la alfabetización por el ordenador despierta o no la alfabetización por el libro? Cómo influye la velocidad en nuestra forma de absorber la información? La sobreabundancia de textos impresos y publicaciones de todo tipo, profusión neurótica de fotocopias, irrupción perturbadora de esos panfletos clandestinos que salen por el fax genera nuevas enfermedades como el exceso de alimentación tras siglos y siglos de hambre?
Cómo explica usted el crecimiento simultáneo del consumo de imágenes cine, televisión, publicidad y de textos?
Podríamos limitarnos a una explicación tecnológica: instrumentos nuevos que fascinan paralelamente a consumidores diferentes. Pero quienes tienen acceso a unos y otros son a menudo las mismas personas. Tengo la impresión de que la información a través de la imagen bloquea la necesidad de información a través de la escritura sólo en los sujetos de alto riesgo. En la mayoría de los sujetos normales provoca, en cambio, curiosidad hacia la cosa impresa. Creo que se dan dos motivaciones contradictorias. Una es la necesidad pueril, si no morbosa, de la repetición. Me entero por la televisión de que don fulano se ha caído por la ventana; leerlo al día siguiente en el periódico me reconforta, me proporciona seguridad en mí mismo. Los ritos y los ritmos. Otra es la necesidad de profundizar y reflexionar, porque lo audiovisual deja una sensación insatisfactoria. Nunca ha habido tantos periódicos, tantos libros y tanta gente en las librerías; por algo será. Hablar de una guerra entre lo visual y lo escrito me pareace totalmente superado, le repito. Es preciso, por el contrario, analizar la sinergia entre ambos, tan fuerte y continua que la publicidad de Benetton ha dado en el clavo.
Esa sinergia entre la escritura y la imagen, le parece buena o mala para nuestra civilización?
Hay que deshacer el equívoco que domina en nuestra conversación. Rechazo la actitud maniquea de los falsos intelectuales, para quienes la escritura es el bien y la imagen, el mal; la una, cultura, y la otra el vacío. Recordemos que la imagen existía, es Vinci o Rafael, y que estos nos dicen cosas que las palabras no pueden decir. Por lo demás, la edición, que en teoría correspondía a lo impreso, se ha convertido en un instrumento de difusión de la imagen. Hasta los semanarios ofrecen hoy fascículos sobre Van Gogh!
No, lo que me interesa de esa sinergia es la manera en que se inscribe en el registro de la memoria de la especie. En un primer momento, la tradición oral conservó los rastros de la pasada experiencia de la humanidad. Después apareció la escritura, cuyo aspecto revolucionario fue ampliado y propagado por la imprenta; con ella se pasó de la linearidad temporal del discurso hablado a una linearidad espacial que permite recuperar continuamente la información anterior. Esta recuperación, anotémoslo, es secuencial. Yo puedo volver de c a b hojeando las páginas de un libro; pero no puedo volver al mismo tiempo de c a b y de b a a. Y después llega el siglo XX, con el cine y la televisión. Qué ocurre? Esta civilización nos retrotrae a la situación anterior a la de la imprenta, una situación en la que la imagen y lo oral se mezclan y se respaldan. Y el ordenador, a finales de siglo, aparece para trastornarlo todo de nuevo, restituyendo una civilización no sólo alfabética, sino también secuencial. Más aún: lo que se llama hipertexto permite tener en pantalla, al mismo tiempo, informaciones diferentes que provienen de espacios diferentes del disco. En el fondo es como un libro que nos brindara la posibilidad de recuperar a la vez los capítulo 1, 3 y 17, y de tenerlos a la vista todos juntos.
Cómo reaccionará el hombre ante estos nuevos datos culturales?
Demostrando que es lo bastante flexible para manejar este tipo de información, que alía lo conceptual con lo intuitivo. Para ello probablemente necesitemos utilizar las dos partes de nuestro cerebro, en vez de otorgar preeminencia a una u otra, como todavía hacemos.
Todo esto da vértigo. Qué vamos a hacer con tanta información?
Corremos, en efecto, el peligro de la abundancia, y el triunfo de lo escrito contribuye a este peligro. Es una tragedia. El exceso de información equivale a ruido. La censura ya no se ejerce por retención o eliminación, sino por profusión: para destruir una noticia basta hoy con lanzar otra inmediatamente detrás. Lo que ocurrió durante la guerra del Golfo es un perfecto ejemplo. Pero cabría evocar otros, en otros terrenos. Qué pasará cuando toda la memoria humana esté almacenada en un ordenador? Una bibliografía de 20 títulos resulta muy útil, porque al final se recuerdan tres obras, que leeremos. Pero qué hacer con una bibliografía de 10.000 títulos conseguidos oprimiento una tecla de un ordenador? Tirarla al cesto de los papeles! También la fotocopia mata la lectura y, por ende, el conocimiento. Antes, yo iba a la biblioteca y tomaba notas de los libros que me interesaban. Ahora, encantado de llevarme a casa esa reserva de saber que he fotocopidado porque es fácil, ya ni la abro.
Todo el problema está, pues, en conseguir filtrar esta sobreinformación, y hacerlo sobre la marcha, pues ya no disponemos, para operar ese filtrado, del tiempo de reflexión que antes teníamos.
Lo que usted está definiendo es un superhombre!
Sí, pero como el superhombre es imposible habrá que apañárselas con la sobreabundancia. Probablemente, para eliminar lo que no nos convenga, elaboraremos automatismos del mismo tipo de los que aplicamos al conducir un carro, y ejerceremos nuestra responsabilidad individual exactamente de la misma manera.
Vayamos a los libros, depositarios del conocimiento y la memoria. Le preocupa su futuro a usted, que sólo vive por y para ellos?
Ante todo insisto en que estamos en una sociedad que colecciona los relojes desechables Swatch y tira los libros que se deberían conservar. Pero el problema más importante no es ese. Más grave es ya la destrucción de los libros por sí mismos, por exceso de producción y de almacenamiento. Y además, aparte de eso, hay algo que es lo que más me angustia: su conservación. Todo pensador, todo escritor, se hace esta pregunta esencial: Cómo afrontar la eternidad? Me aterra la idea de que todos los libros publicados en papel de celulosa desde el siglo XIX son tan frágiles que están llamados a desaparecer. Media de edad: 70 años! Cuando cojo un Gallimard de los años cincuenta, me da la impresión de tener en las manos una hostia que se rompe. Anoto todos los libros, esa es mi memoria. Qué haría con una nueva edición?
Nos enfrentamos a una decisión cultural. La Biblioteca de Francia estudia todos los procedimientos de conservación. Eso cuesta una fortuna. Existe la posibilidad , claro, de la grabación electrónica o en un microfilme. Pero esa forma de conservación tumbal, de estilo egipcio, cuyo código de acceso poseen solamente unos cuantos técnicos, no es satisfactoria. Reimprimir? Pero qué autoridad decidirá qué libros se han de conservar? Platón o Dante conocieron períodos de desgracia, y, sin embargo, han atravesado los siglos. Manaña será eso posible?
Qué es la lectura?
Una necesidad biológica de la especie. Ninguna pantalla y ninguna tecnología lograrán suprimir la necesidad de lectura tradicional. En el cuarto capítulo de Ulises, Joyce evoca muy bien esa necesidad: cuando Leopold caga, lee el periódico, y el ritmo de la lectura acompaña el ritmo del esfínter. Eso no es ni anecdótico ni marginal. Todo el mundo se va al baño con un libro o una revista bajo el brazo. Se lee con el ojo del culo. Se trata de una exigencia tan fundamental que la impresora es indispensable para el ordenador. Usted escribe en el ordenador, pero en cierto momento necesita imprimir y releer la página. La impresora durará por lo menos 1.000 años: es el surgimiento del fantasma del libro.
Usted escribe con ordenador. Ha renunciado a la pluma?
De ninguna manera! Empleo los dos instrumentos, y no indistintamente, sino en función de un estado de ánimo o de un contexto. El tren o la habitación del hotel no provoca la misma necesidad que la mesa de despacho. Ciertos temas exigen la lentitud de la escritura a mano porque el papel se resiste a la velocidad del pensamiento. Otros, largamente pensados, se acomodan mejor al tecleo en la pantalla porque es preciso, literalmente arrojarlos fuera de uno.
Esa diversidad, es interferencia y esa simultaneidad de los lenguajes la escritura, la imagen, el sonido, no introducen una ruptura fundamental?
Con una visión hegeliana de la historia, ciertamente. Hoy día ya no es posible pensar el lenguaje, o el arte como una serie de transformaciones graduales en las que cada nuevo momento destruía al anterior. Además, bien mirado, no coexistieron los impresionistas con los pompiers y los cubistas con los neorrealistas? Alguien ha inventado esa palabreja de posmodernismo para definir lo que yo prefiero llamar el poliglotismo generalizado de la cultura.
Entonces, evidentemente, nos asombra lo que no adivinamos a nuestro alrededor, el eco de ese nuevo grito, en el sentido en que Picasso era el nuevo grito en relación con los impresionistas.
Pues bien, creo simplemente que ya no hay que esperarlo. Lo caracteriza nuestra civilización, en la que se entremezclan la televisión, el cine, la prensa, los Beatles y Stockhausen, es precisamente el poliglotismo del grito. El peligro estriba por supuesto, en la especie de afasia irresponsable a la cual eso puede conducir, o en ese parloteo del que le hablaba hace un momento. .
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