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De qué y cómo se aprende a través de los viajes, hablan tres expertos

Son el experimentado viajero Andrés Hurtado, la historiadora Diana Uribe y la fundadora de la agencia de viajes Educamos Viajando, Carlota Zuleta.

Planear
Participar en la planeación del viaje, desde la selección del lugar a donde se va, les permite a los niños adquirir habilidades de organización y programación. Además, les asegura que van a disfrutar las vacaciones como un ser humano "y no como un paquete" que llevan los papás, explica Carlota Zuleta, al señalar la importancia de hacerlos partícipes incluso de los trámites que requiere el viaje. "Que sean capaces de llenar el formulario de pasaporte y visado", en caso de viajes al exterior, los ayuda a desenvolverse de forma efectiva en la vida real.
Indagar
Leer y estudiar detalles de la zona que se va a recorrer da un contexto previo que garantiza el mejor aprovechamiento del lugar. "Si indagan desde antes qué cosas buenas pueden encontrar" con seguridad no se las van a perder, explica Andrés Hurtado.
Ubicar el lugar en el mapa, conocer el camino para llegar hasta allá, preguntarse de qué vive la población, cuántos habitantes tiene, si es capital o no y cuáles son los sitios de interés cercanos, ayuda a formarse una lección de geografía que se aprende fácil, indica Diana Uribe.
Respetar
"Lo primero que hay que empacar es el respeto para entender que la vida e historias de los lugareños son tan importantes como las de los demás", dice Diana Uribe.
"El que viaja es un embajador", y por eso al llegar al destino hay que asumir las costumbres locales y esmerarse por dejar una buena imagen de lo que se está representando, señala Carlota Zuleta.
Pero hay que evitar las comparaciones, explica Andrés Hurtado. "No hay que llegar hablando de lo propio porque no se goza de lo que se está conociendo".
Apreciar la diferencia
"Saber que lo mío no es lo mejor pero que, aún así, muchos no lo tienen" es uno de los aprendizajes más valiosos de observar las diferencias entre un lugar y otro, señala Hurtado. Y ese contacto con "realidades diferentes" hace a los niños ampliar su pensamiento y aprender a ser tolerantes, agrega Uribe.
Conocer acentos, idiomas, estilos de vida y formas de ser enriquece. "Todo eso es conocimiento", dice la historiadora. Y es preparación para "entender al indígena, al campesino", a la gente, sea cual sea su condición.
Explorar
"Que cada uno recorra y explore" es, para Andrés Hurtado, la mejor forma de encontrar lugares y situaciones inesperados.
Y en ese sentido, "los viajes terrestres son más educativos" porque ofrecen variedad de paisajes y lugares entre el punto de partida y el de llegada.
Hay que enseñarles a los niños que viajar es aventurar por una nueva región, y eso implica estar abierto a nuevas experiencias.
Para no perderse, Internet y las guías de ciudad son herramientas que hacen más fácil el camino.
Hablar y preguntar
Aunque para Hurtado el silencio es la mejor compañía para conocer la naturaleza, cuando se trata de costumbres, la palabra es la maestra. Por eso, buscar a los habitantes y "preferiblemente los ancianos" para conversar con ellos puede convertirse en una excelente clase de historia y tradiciones populares. El consejo de Diana Uribe es "aprovechar el conocimiento de los lugareños" y no permitir que se desvanezca la curiosidad natural de los niños. Preguntando es como se obtiene información.
Probar
Parte importante de lo que implica conocer una región es comer lo que se come allí y hacer lo que allí se hace. Por eso, hay que enseñarles a los niños que viajar es comer cosas distintas y atreverse a hacer cosas nuevas. Para Uribe, el secreto es "pedirle a alguien que lo lleve a uno a ver aquello de lo que la región se siente orgullosa". Y probarlo. Así, teniendo la experiencia, es difícil que se olvide. Porque la cultura no está toda en los libros, la cultura también está en las comidas, la música y las costumbres.
Fotografiar
Las fotos son el testimonio de lo que se vivió. Y en esa medida lograr buenas imágenes debe ser un reto de todo viajero, dice Hurtado. Primero, porque "al volver a verlas se goza de nuevo el viaje". Segundo, porque "al mostrarlas se está haciendo una labor social de divulgación de lugares que vale la pena conocer". Y tercero, porque "los paisajes y los lugares cambian" y tener el recuerdo de lo que era antes es conservar viva la historia. "Quienes tienen fotos en Armero tienen el recuerdo de un lugar que ya no existe".
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