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Así nació Heriberto de la Calle; fragmentos del libro 'Jaime Garzón, el genial impertinente'

La obra del periodista Germán Izquierdo, próximo a salir al mercado. Este jueves se cumplen 10 años del asesinato del humorista.

A finales de 1997, Jaime Garzón cambió de sonrisa. Aquel relajo de su boca fue reemplazado por una blanca y brillante prótesis dental. Por fin tenía los dientes en su puesto. Dientes de quitar y poner, lo que para Garzón fue otra forma de mamar gallo. En alguna ocasión, durante los cortos meses que duró Lechuza, se los sacó para impresionar a Antonio Morales con la expresión desfigurada que cobraba su rostro al hacerlo. "¡Qué es esta maravilla!", exclamó Morales al ver su total transformación; casi no quedaba huella de Garzón cuando se hacía el mueco (...).
Para convertirse en Heriberto, Garzón le compró una vieja caja de embolar a Luis Alberto Rojas, lustrabotas que trabajaba en el Parque Santander, y se vistió con ropa usada comprada en la Plaza España: medias coloridas, ordinarias camisas con estampados de frutas y flores, desgastados pantalones de paño, camisetas desteñidas. El resto fue maquillaje: el pelo embadurnado con gomina y base y delineador oscuros que daban el efecto de que el sol y el viento bogotanos le habían tostado la piel (...).
Heriberto estuvo dos años al aire, desde 1997 hasta 1999. Nació en Lechuza, creció en CM&, y terminó de llegar a todo Colombia a través de la emisora Radionet, donde Garzón hizo parte del equipo periodístico de las mañanas, y en el noticiero de Caracol, a donde llegó cuando Yamid Amat fue nombrado su director de noticias. Cada una de sus entrevistas como Heriberto duraba apenas unos tres minutos, pero se hizo famoso conforme pasaban los días. Durante sus primeras apariciones, la gente no sabía quién estaba detrás del impertinente lustrabotas; así de sustancial era el cambio de su físico, de su tono de voz, de sus ademanes y de su fisonomía. Sólo en abril de 1998, cuando EL TIEMPO publicó una entrevista que le hizo el periodista Mauricio Silva a Heriberto, quedaba claro que era Garzón quien lo caracterizaba.
Claudia de Francisco cuenta que, siendo ministra de Comunicaciones, Garzón le pidió que le diera una entrevista a Heriberto. "Yo qué voy a ir a que usted me masacre", le respondió ella en un principio, pero Garzón terminó por convencerla. Cuando entró al estudio, fue Heriberto quien la recibió. "¡Hábleme como Jaime! ¡Hábleme normal!", le pedía a él antes de empezar la entrevista. Pero ya no quedaba rastro de Garzón.
Al terminar la grabación, ya sin maquillaje y sin vestuario y con su puente dental en la boca, Garzón le dijo: "Cuando yo estoy en mi personaje, ya no me salgo. No importa que sea usted o el que sea. De ahí no me salgo" (...).
El periodista Carlos Barragán, quien trabajó con Garzón en Radionet, tuvo una experiencia similar. "¡Jaime!", le gritó. Volvió a llamarlo, "¡Jaime!", pero nada. Sólo cuando se le acercó, Heriberto le dijo: "Ese malp... anda aprovechándose de mí. Se gana el sueldo a nombre mío". Y cuando José Gabriel Ortiz lo entrevistó en su programa Yo, José Gabriel y le preguntó qué pensaba de Garzón, Heriberto le contestó: "¿Por qué siempre me preguntan por ese malp...? Me debe como cuatro lustradas hace dos meses y no me ha querido cancelar".
En la citada entrevista de EL TIEMPO, Silva le preguntó a Heriberto de la Calle si no le daba miedo ser tan lengüilargo: "A mí no me da miedo que me maten, a mí me da miedo es que me dejen como Navarro Wolf".
No dejaba títere con cabeza
"Para las elecciones de 1998, los tres candidatos con mayores opciones pasaron por el banquillo de Heriberto. Todos fueron vapuleados por el desdentado entrevistador (...).
A Andrés Pastrana lo dejó mal parado:
-¿Y a usted no le da miedo que esta campaña también se le derrumbe como el relleno de Doña Juana y como el puente de la 93?
-Eso me causó el peor daño en la Alcaldía.
-¿Sabe qué otra güev..., doctor Pastrana? Cuando se siente allá, póngale cuidado es a los paramilitares. Esos manes. ¿Cómo es esa g... que pasa el ejército, pasa la policía y al ratico, ¡tran!, rocían catorce? Cómo es eso. A uno le queda como una g... por dentro.
-Como raro, ¿no?
-Yo que le ayudo -le dice Heriberto como si estuviera haciéndole un favor-. Después no diga nada cuando le den en la jeta.
A Noemí Sanín, representante del Partido Sí Colombia, y tercera opcionada detrás de Serpa y Pastrana, la dejó echar un sermón politiquero y luego le dio la estocada. Y para rematar, le estropeó los costosos zapatos franceses con que ella asistió a la entrevista. Los embadurnó con el color de betún equivocado. A continuación, las palabras de la candidata:
-Es que sería la primera vez en la historia en que podemos ganarles a las maquinarias y tener un gobierno sin compromisos, sin componendas. No hemos hecho un solo acuerdo. No tenemos un solo puesto ofrecido. Llegamos libres de ataduras. No hemos hipotecado nada. A diferencia de otras candidaturas, que llegan llenas de acuerdos y es lo que impide fortalecer la economía del país.
-¿A usted no le aburre repetirse esa g... todos lo días?
-No- responde sorprendida la candidata".
Dos personajes distintos y un solo humor verdadero
"Ante Heriberto no había discurso planificado que valiera. La periodista María Elvira Arango, quien trabajó en CM& como presentadora durante los mismos años en que él hizo el papel de Heriberto, recuerda que la mayoría de sus entrevistados llegaban atemorizados al estudio. Para un congresista era más fácil enfrentarse a un debate en el Senado que soportar los garrotazos del lustrabotas; la de ser entrevistados era una invitación de doble filo que las figuras públicas tenían que sortear, porque no aceptar charlar con el lustrabotas, que los miraba de abajo hacia arriba, era como renunciar al privilegio de aparecer en la apetecida pantalla farandulera de Colombia (...)".
"Pero en la calle no le iba tan bien a Garzón como Heriberto. Una vez se acercó al banco todavía con el maquillaje y la vestimenta del embolador para retirar una plata que le debía al vendedor de Sanandresito al que solía comprarle ropa. Tuvo que hacer la fila para clientes corrientes y, al llegar a la caja, se topó con un cajero desconfiado que no le quiso entregar el dinero. Garzón le mostró su cédula e intentó demostrar que él era Jaime Garzón. Pero su sola pinta tenía un efecto tan fuerte que esa tarde nadie le creyó en el banco. Tuvo que irse sin el dinero".
La ventaja de la doble identidad
"Heriberto decía lo que le daba la gana y Garzón seguía haciendo lo que le daba la gana. Sacó provecho de esta doble identidad para conquistar a la actriz María Helena Doering. Llevaban un tiempo hablando, pero Garzón aún no sabía si ella gustaba de él o no. Para salir de la duda, le pidió a Mery Garzón, su maquilladora y compinche, que aprovechara cualquier ocasión para que la llevara a su lado en los estudios de Caracol, con la excusa de querer presentarle a un admirador callejero que se moría por ella. Mery Garzón hizo su parte y Heriberto empezó a hablarle enamorado a María Helena mientras ella lo escuchaba asustada. Con señas, le preguntó en un momento a Mery quién era ese tipo. Heriberto captó el gesto y se adelantó a responder: "Yo trabajo por la 19 embolando y me dijeron que me iban a hacer una entrevista para ver cómo es eso del embolado". Entonces Mery se llevó a la actriz a un lado como rescatándola del feo personaje y le preguntó si había hablado últimamente con Garzón. "No, yo no sé si es que está bravo conmigo, pero no me ha vuelto a llamar", le contesto María Helena, que aprovechó para preguntarle por él. Mery le inventó que Garzón tenía una grabación esa tarde y que no demoraría en llegar".
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