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Jairo Valenzuela habla de la aventura de dos décadas al frente de Valenzuela Klenner Galería

Ha logrado posicionar su galería que, por estos días, cumple 20 años como uno de los pocos y más antiguos espacios de arte contemporáneo en el país.

Jairo Valenzuela es un tipo testarudo. Dos cosas igualmente reveladoras dan fe de eso: una, que ni el cáncer, al que desterró en seis meses, pudo con él y, la otra, que hoy regenta con digno orgullo uno de los pocos y más antiguos espacios de arte contemporáneo en el país: Valenzuela Klenner Galería.
Dedicarse a promover el arte contemporáneo es hoy mucho más que una quijotada, pues si a alguien que presenta un hueco en la pared lleno de dinero falso como arte se lo puede catalogar de Quijote, el que lo exhibe e intenta venderlo es, sin duda, Quijote entre Quijotes.
En esa casa vieja ubicada frente a las Torres del Parque, en Bogotá, han habitado obras de artistas tan respetados en el arte contemporáneo como José Alejandro Restrepo, con sus poco comunes videoinstalaciones; el controvertido Wilson Díaz, con sus trabajos con hoja de coca; los videos de la fallecida María Teresa Hincapié, una de las pioneras del performance en Colombia, hasta Doris Salcedo, una de las pocas latinoamericanas a las que la prestigiosa Galería Tate, de Londres, no solo le abre las puertas, sino que le deja perforar el piso de sus salas.
El arte le ha dejado pocos pelos en la cabeza y en la lengua y no le molesta reconocerlo. Los primeros se los arrebató cuando se hizo la quimioterapia para curar la enfermedad que, jura, fue una secuela de su lucha para sacar la galería adelante durante el gobierno de Ernesto Samper, "cuando nadie compraba nada" y, los de la lengua no los tiene, porque cree que el arte "hay que hacerlo respetar".
¿Mucha cosa mala pasa por arte actual?
Sí, pero tarde o temprano las obras se decantan. Un artista puede usar muchos medios para posicionarse, pero no siempre logra trascender en el tiempo. Por eso, debe haber una mirada a mediano plazo. Creo más en los procesos.
¿El arte contemporáneo es acto de fe?
Si no sabes de arte contemporáneo, sí. Hay que creer en un profesional serio, en un galerista serio. El problema es que la gente no se toma el tiempo para hacer seguimientos a los artistas. Al arte, como a todo en la vida, hay que dedicarle tiempo. Si alguien quiere saber de computadores tiene que 'cacharriar'. Lo mismo con el arte contemporáneo: unas obras dan claves para entender otras. El arte, al igual que el mundo, se ha vuelto más complejo.
Pero eso de que si alguien pone una bicicleta en un museo entonces ya es arte...
Depende de la bicicleta y de lo que con ella se diga. El arte debe tener un giro dentro de lo simbólico. No se trata de presentar el objeto; a veces es algo muy sutil; no es poner la bicicleta y ya. Tiene que ser evidente que el artista ha investigado y logrado gestos precisos. El arte se tiene que defender solo, pero el que mira también tiene que saber, porque el arte contemporáneo se mueve de una manera diferente.
Pero se ven cosas con poca factura. ¿Es importante el oficio todavía?
Claro. Tiene que haber manejo de la técnica, pero es que también hay malos ingenieros y malos periodistas. Una obra tiene que ser consecuente y precisa con la intención. El arte es de ideas y el oficio materializa esas ideas. Claro que no es lo mismo ser artista del Primer Mundo que del Tercer Mundo.
¿Cómo es eso?
En el Primer Mundo trabajan con toda la tecnología y subvenciones. Aquí, todo es más difícil.
¿Cómo es el mercado del arte contemporáneo en Colombia?
Es duro. Se compra por moda, por inversión. A los coleccionistas les hace falta compromiso. Dejan de comprar cuando no tienen más espacio para poner obras en la casa. Eso no es ser coleccionista. Un coleccionista compra cuando no tiene más espacio, compra obras que no se pueden poner en la casa ni en ninguna parte. Ellos tienen una gran responsabilidad en apoyar procesos de artistas y a las galerías que los promueven.
Pero, ¿se vende?
Desde hace tres o cuatro años el arte ha empezado a posicionarse, empieza a tener credibilidad. En eso han ayudado personas como José Roca, un curador que ha estado en las bienales de Sao Paulo y Venecia. El reconocimiento logrado por Doris Salcedo también ha servido, porque en otros países empezaron a preguntarse de dónde venía, qué otros artistas había en ese lugar con tan mala fama, a donde nadie venía. Antes, Latinoamérica eran Brasil y México.
¿Ha mejorado, entonces, la situación?
Claro. Afuera se han dado cuenta de que los artistas colombianos han perseverado. Y perseverar aquí no es como en Europa. Aquí es duro. Los artistas son una válvula de escape para decir cosas que los medios de comunicación callan. El arte habla de libertad y Colombia está en la mira. Afuera saben que aquí están pasando cosas importantes.
¿Qué es lo más difícil que ha vivido como galerista?
A mí me interesa el aspecto político del arte. Creo que el arte sí cambia al mundo y lo más duro es no ser políticamente correcto en un país donde se tapan las verdades. Tener un espacio de arte que haga posibles pensamientos y acciones. Un buen arte genera eso. Si una persona sale pensando diferente de la galería ya el mundo es diferente. Me gusta tener una galería donde la obra tenga un final feliz: que la gente salga diferente y que se venda.
¿Por qué se fue de la feria ArtBo y fundó La Otra?
No estoy de acuerdo con los manejos de la Cámara de Comercio. Ellos son administradores de ferias y nosotros, los galeristas, ponemos los riesgos. Ellos ponían las reglas, como si supieran de arte. Allá no tienen idea de arte. Ellos hacen ferias de colchones. Fueron cerrados, no oyeron las críticas a su labor y, como no estuve de acuerdo, me salí.
Hechos de Valenzuela y Klenner
La galería nació el 14 de junio de 1989 en la Zona Rosa de Bogotá, en unión con Ethel Klenner, en el barrio Antiguo Country.
Desde la segunda exposición, que coincide con la muerte de Luis Carlos Galán, el 18 de agosto de 1989, la galería promueve prácticas artísticas contemporáneas.
En 1991, creó, en unión con otras dos jóvenes galerías bogotanas, la feria de arte en Latinoamérica, Fiart, y la primera asociación de galerías de arte de Colombia.
En el 2002, inauguró en el barrio La Macarena su actual sede. Hasta la fecha, ha montado alrededor de 200 exposiciones.
En el 2007, organizó la feria alternativa de arte contemporáneo, La Otra, como respuesta a la feria Artbo.
DIEGO GUERRERO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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