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En dos semanas dos puentes nuevos darán paso sobre los ríos Páez y Moras (Cauca)

Carlos Andrés Barrera, técnico en electrónica y comunicaciones, tiene un trabajo común y corriente en Bogotá y una pasión no tan común: hacer puentes en zonas de desastres y para comunidades pobres.

Aprendió a hacerlos en 1994, cuando participó como voluntario de la Cruz Roja, durante la avalancha que causó cerca de mil muertes, en Páez.
Sin mabrago, cuando los médicos le dijeron a Carlos que no podría volver a caminar, luego de un grave accidente, pensó que su vida había terminado. Pensó  en sus dos hijos, su esposa y en los puentes que dejó de hacer en la vida.
Sí, en puentes. Es que Barrera, un técnico en electrónica y comunicaciones, casado y con dos hijos, que tiene un trabajo común y corriente en Bogotá, tiene una fuerte pasión: hacer puentes en zonas de desastres y para comunidades pobres.
La Dirección Nacional para la Prevención y Atención de Desastres aportó 200 bultos de cemento, familias de Suiza donaron la tubería, un joven soldó todas las estructuras y el Ejército facilitó el transporte.
Le enseñanza fue de Tony Ruttimann, un Suizo que construyó, ese año, 10 puentes colgantes en la zona del desastre, por su propia cuenta. Ruttimann ya ha construido más de 400 en el mundo, sin costo alguno para los beneficiarios. Él ha sido su inspiración.
Por eso quizá, desde la cama del  hospital se prometió retomar su pasión y proyecto de vida, si volvía a caminar.  
Barrera, amante de los deportes extremos y del apoyo a la comunidad, ya había construido algunos puentes comunitarios en Ubalá, Cáqueza, Apulo y Tenza en Boyacá, entre otros. Todos, sin ánimo de lucro. Y construyó algunos por contrato como los que hizo para la película Soñar no cuesta nada y para el 'reality' Expedición Róbinson.
Y el milagro se hizo, tras varias cirugías, volvió a caminar hace año y medio y el pasado 20 de noviembre, cuando una nueva avalancha del río Páez se llevó los 10 puentes que construyó el Suizo, Barrera decidió hacer por lo menos dos puentes colgantes que permitieran la comunicación de unos 5.000 indígenas, que resultaron aislados.
Y lo logró. En dos semanas terminará los dos puentes que darán paso sobre los ríos Páez y Moras.
Hizo minga
Pero construir los puentes en Páez no fue nada fácil. Tocó cientos de puertas y, finalmente, nuevamente el Suizo le dio la mano.
Envió una presentación de la situación del Cauca a familias y niños en Suiza, quienes, conmovidos, recolectaron el valor de los tubos de siete pulgadas que se requieren para la realización de los puentes.
"En Colombia no logramos que las petroleras nos regalaran sus tubos y cables de chatarra, pero al otro lado del mundo hizo eco nuestro llamado", dijo.
Con los tubos, le faltaba un taller, que finalmente fue habilitado en el Centro Don Bosco, de los padres salesianos de Bogotá, donde Gildardo Román, un joven desempleado que vive en Ciudad Bolívar, los trabajó con la precisión de un soldador industrial petrolero, bajo la supervisión de Barrera.
En dos semanas, con 120 metros de  tubos de siete pulgadas y  500 metros de cable, los puentes estaban listos. Faltaba cemento y el transporte, para llevar las 23 toneladas de materiales hasta un alejado cañón del río Páez, hoy incomunicado por el desastre.
La Dirección Nacional para la Prevención y Atención de Desastres accedió a dar los 200 bultos de cemento que requería la obra y le prestó un camión con el que llevó los puentes hasta La Plata (Huila).
De ahí, después de gestiones, cartas, papeleos y cientos de interrogatorios, logró que le prestaran dos helicópteros del Ejercito para llevarlos el martes Santo hasta los resguardos de Avirama y Toez, donde, durante toda la semana, con la mano de obra voluntaria de más de 400 personas de la región, los armó para dar vía a los indígenas.
"Contar como se hizo para buscar recursos y logística es fácil, pero hacerlo es un lío de marca mayor -recuerda Barrera-. Yo tengo la intención de seguir construyendo más puentes de 'chatarra' en aquellos sitios donde el Estado y los contratistas no están interesados en llegar".
JORGE QUINTERO
Corresponsal de EL TIEMPO
NEIVA
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