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Familiares de Orlando Pelayo, quien mató a su hijo de 11 meses, lo definen como frío y distante

Este hombre fue el hermano aislado de su casa, y un esposo agresivo obligado a frecuentes citas con un sicólogo.

A lo largo de cinco días, tras el hallazgo del cadáver del bebé de 11 meses, se han empezado a revelar detalles sobre la vida y personalidad de este hombre que, con vela en mano, suplicaba por la liberación de su hijo, pero que 72 horas después confesó haber ordenado desaparecerlo.
Luis Santiago apareció asfixiado la mañana del martes, a pocos metros de una carretera destapada que comunica los municipios de Chía y Tenjo, en Cundinamarca.
El hermano distante
La soledad que desde ese día se acentuó como nunca en su papá asesino se había iniciado en el seno de la familia. De un grupo de tíos y hermanos que ocuparon un mismo terreno con Orlando Pelayo en el barrio Tunjuelito, en el sur de Bogotá, algunos recuerdan que siempre lo vieron como una persona a la que le costaba integrarse.
Estaban en dos casas contiguas que construyeron el papá y un tío de Orlando Pelayo. En esas mismas casas los hermanos del taxista adecuaron varios apartamentos, menos él. Según lo refirió a EL TIEMPO una persona de la familia, Orlando Pelayo jamás se destacó por compartir siquiera las reuniones familiares.
Permanecía distante, no participaba de brindis y siempre era de pocas palabras.
Sin embargo, las relaciones que entablaba con habitantes del barrio eran percibidas como normales.
Lo veían practicar ciclismo -quizás su única afición expresa y notable en su juventud- y aseguraba que tenía cómo llegar a ser profesional. No alcanzó el ideal y lo más cercano a la meta que se había impuesto fue una bicicletería que terminó montando uno de sus hermanos.
A diferencia de ellos, que residen y tienen negocios en el sur de Bogotá, Orlando Pelayo se trasladó a Chía y se casó. Tuvo una panadería y luego compró el taxi.
El esposo violento
Si por la Fiscalía las autoridades no encontraron antecedentes -pese a que se habla de su relación con una joven que hace años apareció muerta en predios del Salto del Tequendama-, estos sí aparecieron en la dependencia de familia. El año: 1996. El expediente: frecuentes querellas de la señora Myriam Pulido por maltrato físico como verbal, del que ella fue víctima.
Por orden de la Comisaría de Familia de Chía, Orlando Pelayo tuvo que asistir a 16 citas con el sicólogo. "Comenzó a cambiar cuando consiguió a otra mujer. Empezó a poner a nuestro hijo en contra mía", declaró la señora Pulido, quien explicó que conoció a Orlando Pelayo cuando ya era padre de 2 hijos que -afirma- le ayudó a educar.
Desfigura la realidad
Según lo revelado por parientes y al tenor de lo analizado por especialistas, Orlando Pelayo es un mitómano profesional: una persona inclinada a desfigurar la realidad.
Cuando se difundió el rapto del pequeño Luis Santiago, sus hermanos se comunicaron con él. El taxista les contó los detalles de lo que había sido un secuestro.
Ninguno de los hermanos dudó de su versión. De hecho, cuando empezaron a trascender las primeras versiones de que el supuesto plagio del pequeño Luis Santiago era extorsivo, los hermanos del taxista conversaron y llegaron a la conclusión de que no importaba cuánto tocara pagar.
Consideraron, en familia, que había que reunir el dinero como fuera para que el niño volviera a los brazos de sus padres. Incluso, le preguntaron a Orlando cuánto había que reunir.
Y es que pese a las modestas condiciones en las que vive la señora Ivonne Lozano, la mamá del bebé asesinado, la teoría del secuestro extorsivo era probable por el préstamo de ocho millones que había hecho Orlando Pelayo y del que le había hablado a ella.
Los investigadores del Gaula y de la Sijín constataron que había recibido la plata.
"El día que la Policía lo entrevistó tenía 5 millones 300 mil pesos", le contó a EL TIEMPO un investigador.
Y aunque las dudas sobre él aumentaron hora a hora por la intensidad de la investigación, parecía imperturbable. Esa era otra de sus características.
Tres de los cinco hermanos de Orlando Pelayo se trasladaron a Chía para hablar con él. Y sin embargo, la actitud del taxista fue la misma: serena. Era la misma postura de años del mayor de la familia, y era difícil sospechar.
"Siempre ha sido una persona fría. Cuando murió Maximino (su papá) nadie lo vio llorar en el funeral", le contó a EL TIEMPO una persona de la familia.
Por eso los hermanos de Orlando Pelayo regresaron a Bogotá con la misma idea con la cual se habían ido a Chía: que era un secuestro y había que reunir plata cuando se presentara la llamada.
Una vez salió a la luz pública el nombre de él como el responsable del crimen de Luis Santiago, la familia se desmoronó.
Los efectos repetitivos de una epilepsia que sufre la señora aumentaron y uno de sus hermanos entró en una depresión tal que tuvo que ser hospitalizado.
La propia familia acababa de descubrir al sociópata o sicópata, como ahora lo caracterizan especialistas, y sin embargo su mamá solo acata a decir que de todas maneras sigue siendo su hijo.
Una tragedia que se mantiene
Homicidios, en aumento
En cuanto al homicidio de niños y niñas menores de 4 años, para el 2004 hubo 59 casos reportados, 58 en el 2005, 74 en el 2006 y 71 en el 2007.
Entre la violencia contra los pequeños y las tragedias familiares de este año se cuenta la historia de una mujer de 29 años que les disparó a sus tres hijos de 3, 7 y 8 años porque su esposo la abandonó. El caso ocurrió el 9 de enero en el municipio antioqueño de Titiribí. Las dos niñas mayores murieron y el niño de 2 años quedó en estado crítico.
Las historias de papás que matan a sus hijos por no pagar cuotas alimentarias también son reales.
Una pequeña de 4 años fue asesinada por su papá en Bucaramanga, el 12 de septiembre del 2007. Confesó que lo hizo para no pagarle a la madre la cuota de alimentación.
HÉCTOR VELOZA
REDACCIÓN JUSTICIA
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