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Arturo Pérez-Reverte habla de su nueva novela 'Falcó'

El escritor cuenta detalles de la obra, que se desarrolla en los 30, en plena Guerra Civil española.

Arturo Pérez-Reverte se contiene cada vez menos cuando le reclaman corrección política. Se declara harto de los “idiotas del buenismo ideológico” y de los “incultos” que alimentan fanatismos. Falcó, su última novela, funciona para él casi como una provocación.
Por primera vez incursiona en el género del espionaje y sitúa la trama en la Guerra Civil Española, a la que aborda sin juicios de valor ni reivindicaciones políticas. Un escenario poblado de valientes y cobardes, ya fueran fascistas, comunistas o simplemente cínicos. “Me gustaba el desafío de crear un héroe políticamente incorrecto, amoral, sin ideología y a la vez encantador, pero que sobre todo no participa del chantaje moral que hoy impregna hasta el aburrimiento la sociedad occidental”, dice.
Lorenzo Falcó es un espía misógino, sin códigos, dispuesto a torturar o matar a sangre fría y sin más patria que sí mismo. El destino lo ubicó en el franquismo. Su misión: rescatar de una cárcel republicana a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, el fascismo español.
Con 65 años y 25 novelas encima, Pérez-Reverte se siente “un profesional que maneja los trucos del oficio”, aunque hay algo que cree mantener invariable desde el comienzo: “Nunca fui un escritor inocente”.
¿Qué le atrajo de contar una historia de la Guerra Civil?
Esta no es una novela de la Guerra Civil. Es una novela de los años 30 y la guerra me daba un escenario práctico para lo que quería contar. Cada vez que se habla de la Guerra Civil surge la etiqueta: de derecha o de izquierda, comunistas buenos y fascistas malos o viceversa. Yo quería crear un personaje que no tuviera nada que ver con eso. El contraste entre una guerra tan ideologizada como esa y un personaje que no lo era me pareció interesante.
Es un abordaje inusual en España: hablar de la guerra sin huellas ideológicas...
Como reportero, he cubierto siete guerras civiles, y no son como nos las cuentan. Son una barbaridad en la que hay bandos ideologizados, pero en medio hay una masa de gente que se queda atrapada y por razones diversas tiene que tomar partido. Yo estoy en otro nivel: el de los seres humanos que estaban allí, matando o muriendo.
¿Por qué le cuesta tanto a España lidiar con ese pasado, 80 años después?
España es un país profundamente inculto y la incultura favorece los fanatismos. Para un inculto es más fácil ponerse a pegar etiquetas que discutir los matices de cada bando.
Se percibe en el libro una fascinación por la época. ¿Siente algo parecido a la nostalgia por los años 30?
No. Era un mundo injusto y merecía desaparecer, pero era interesante. No existía la vulgaridad del teléfono móvil.
Falcó tiene muchos rasgos habituales de sus personajes, pero es difícil encontrarle el corazón...
Sí. Alatriste es también un héroe desengañado, pero era un hombre que había tenido fe y conservaba códigos. Falcó no. Quería un héroe sin principios. Quizá porque también era un desafío contar un héroe políticamente incorrecto y que a la vez pudiera generar empatía en el lector.
¿Una provocación?
Sí. Quería hacer un personaje que rompiera los principios morales al uso de la sociedad actual.
Se cumplen 30 años de su primera novela. ¿Se siente un mejor escritor?
Soy mejor porque soy un escritor veterano, conozco muy bien mi profesión. Yo soy los libros leídos, las experiencias vividas más las novelas escritas.
¿Extraña algo de su inicio?
No. Yo empecé a escribir tarde, después de ser reportero. Llegué a este oficio con las inocencias perdidas. Nunca he sido un escritor inocente.
Supongo que tampoco extraña el periodismo...
Extraño la juventud y la sensación de novedad. Pero eso ya lo viví, es otra época. El mundo del periodismo no es el mismo en el que yo me movía. En el periodismo que se hace ahora se exige todo el tiempo implicación emocional del periodista. Si hablas de refugiados en Siria tienes que llorar con ellos, conmoverte. No, el periodismo para mí era contar las cosas y que el lector fuera el conmovido.
¿De cuánto le sirvió para el trabajo literario conocer a personajes oscuros?
Mucho. Cuando hablo de torturar y matar sé de lo que estoy hablando. Y eso el lector lo percibe. La peor gente del mundo tiene también lados ambiguos. Cuando cubrí la Guerra de las Malvinas conocí torturadores antes de saber lo que habían hecho. Jamás hubiera sospechado que eran semejantes canallas. En Angola estuve tomando copas con un tipo que estaba torturando a otro. En un descanso se sentó conmigo y me contaba cómo eran sus técnicas, los cuidados que había que tener para que no se te muera, los vínculos afectivos que se generan.
¿Eso no le planteó un dilema ético?
Yo era un reportero. Lo que me estaba contando me interesaba, yo quería que me hablara. Después el lector sacará sus conclusiones. Yo les doy el material sin manipular, virgen.
MARTÍN RODRÍGUEZ YEBRA
LA NACIÓN (Argentina) - GDA
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