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Los textos que nos dejó Umberto Eco

'En el nombre de la rosa', 'El péndulo de Foucault' y el 'Numero Zero' son algunas de sus obras.

Francisco Barbosa
La muerte de Umberto Eco me tomó por sorpresa. Su partida, aunque previsible, me produjo una cierta impresión; una sensación de perdida de un buen amigo que se va. Umberto Eco repasó su enorme biblioteca y nos dejó piezas maravillosas en la novela, el ensayo, la historia, la semiótica y el periodismo que marcaron generaciones y generaciones de lectores. Su erudición y sarcasmo eran una invitación a las preguntas sin respuesta, a los acertijos sin rumbo y a la búsqueda de la información permanente. Era, y eso es difícil decirlo en nuestro tiempo, un escritor inteligente.
Su voz múltiple deja un vacío en los espíritus pensantes que se van sin decir adiós. De sus muchas novelas, deben destacarse algunos como “El nombre de la rosa”- 1980-, que no solo deja una impronta profunda en el lector, por las vicisitudes que existen en esa abadía medieval, lleno de misterios, crímenes y caminos sin salida.
En él, Adson de Melk narrador de un manuscrito del siglo XIV abre la puerta a un medioevo que jamás se borra de la memoria del lector. Ese libro me llevó una mañana a tomar un tren con mi familia desde Viena (Austria) a buscar el pueblo de Melk de donde procedía el monje de ese fantástico libro. Al recorrer la abadía y otear el horizonte desde sus alturas, se entiende los laberintos que Eco construyó en el texto. Ni hablar de la enorme y enigmática biblioteca, que hace frisar la piel del caminante, esperando que Jorge, el bibliotecario nos cierre el camino.
“El péndulo de Foucault”- 1988-, es otra maravillosa e inteligente aventura. Casaubon, personaje central del libro, gira en torno a las cábalas, al ocultismo, y la historia medieval de los templarios que el intelectual italiano nunca abandono. Quien puede pasar por alto la discusión sobre los imbéciles, locos, genios y cretinos que desarrolla en su cabalística “Binah”-10-.
“La isla del día de antes”- 1994- es otra apuesta de Eco por la historia cuando relata la odisea de Robert de la Grive quien reconstruye a través de cartas, el siglo de Luis XIV como lo llamo Voltaire. En el monólogo epistolar, Robert relata los nuevos inventos de su tiempo, desentraña las razones de Estado de Richelieu y Mazarin y el secreto de punto fijo. Queda en ese texto, el homenaje de Eco a esa Francia que siempre lo acogió como uno de los suyos.
En el “Baudolino”- 2000-, Eco, nos conduce de nuevo al medioevo en torno a la maravillosa historia de Federico Barbaroja quien gracias a la imaginación de Baudolino, campesino piamontés, muere tratando de llegar a tierra santa para recuperar el Santo Grial.
“El Cementerio de Praga”- 2010- es otra joya que indaga los meandros de los rumores. Eco recupera de forma erudita la historia de libros falsarios, de pequeñas historias que anticiparon la gran tragedia del darwinismo social con la que los racistas intelectuales persiguieron al pueblo judío. Praga y Paris son distintas después de leer esta novela.
Su último libro “Número Zero”- 2015- pone en evidencia la ética en el mundo del periodismo. En ese texto, Eco nos plantea a través de un fascinante personaje, Colonna, quien debe dirigir un periódico “Domani” que deberá hacerse con base en suposiciones y falsedades. Una lección adicional que plantea este profesor y maestro en un mundo que no sabe distinguir entre lo público y lo privado; entre las redes virtuales- sociales y las redes humanas.
De sus ensayos hay mucho de donde escoger. “Construir al enemigo”- 2013-, “Entre mentira e ironía”-1998-, “A paso de Cangrejo”-2007, “Apocalípticos e integrados”- 1968-, “La estrategia de la ilusión”-1986-, Segundo diario mínimo”-1994- entre otros. Eco fue un espíritu curioso, se preocupó por el pasado, sin abandonar el presente. Fue un obsesivo de la belleza y la fealdad- dejó dos libros sobre cada uno de esos temas-, de los buenos y malos manuscritos, de los falsos opúsculos, la memoria, la ironía y la mentira como eje de acción social y política, del buen y mal gusto.
De la memoria como no recordar “La misteriosa llama de la reina Loana”-2005- que pone en evidencia a Giambattista Bodoni quien un día despierta habiendo perdido sus recuerdos. Eco, como un cirujano, ayuda al personaje a recuperar paso a paso su historia, su mundo, sus nombres, dejando una estela de nostalgia en esa búsqueda descomunal.
Tal vez, Umberto Eco no hizo otra cosa más en esta vida terrenal que preconizar lo que en “El nombre de la rosa” recordó: “ La única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad”. Resquiescat in pace.
Francisco Barbosa
@frbarbosa74
Ph D en Derecho Público, Universidad de Nantes (Francia) y profesor Universidad Externado de Colombia.
Francisco Barbosa
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