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Constituyente resucita, plebiscito agoniza

Plebiscito viola la Constitución, la ley y el acuerdo marco con las Farc, quienes se oponen a él.

JUAN LOZANO
Ante la prolongada agonía del plebiscito, ya empiezan a circular, sin fecha, las invitaciones para sus honras fúnebres en forma de alegatos jurídicos que dejan claro que el extraño engendro, aprobado por el Congreso en desarrollo de iluminados consejos de sus eminencias jurídicas favoritas, ni es un plebiscito, ni se ajusta a la Constitución, ni es aceptado por las Farc, ni les da estabilidad jurídica a los acuerdos ni garantiza tampoco que se obtengan los votos necesarios.
No era fácil compendiar en un solo instrumento la violación del acuerdo marco con las Farc, el desconocimiento de la dinámica de las conversaciones en Cuba, la vulneración de los mandatos de la Constitución y la multiplicación de todos los riesgos políticos, pero estos próceres modernos lo lograron de un solo plumazo y dos pupitrazos, después de amañar umbrales, violar procedimientos, untar de ‘mermelada’ los textos constitucionales y pretender pasarse por la faja garantías políticas fundamentales.
El argumento es tan elemental como contundente: el acuerdo marco firmado por el Gobierno y las Farc es contundente en que el mecanismo de refrendación de los acuerdos será adoptado de común acuerdo entre las partes. La consecuencia es clara: las Farc no aceptan el plebiscito que surge como imposición unilateral del Gobierno, aplastando en el Congreso sus advertencias reiteradas de que no lo aceptarían. Así la Corte, en una pirueta de alquimia jurídica, lo dejara vivo con mutaciones, mutilaciones, modificaciones o adiciones, las Farc no aceptarían el plebiscito.
Por lo demás, hay pánico en toldas santistas por la baja popularidad presidencial, aporreada reiteradamente por las chambonadas del Gobierno en época de vacas flacas. Basten tres ejemplos de la semana pasada: 1. La particular visión de austeridad inteligente que pretenden acuñar para aclimatar la nueva clavada tributaria, ilustrada vía USA con dos avionados llenos de gente. 2. La retórica negacionista de la desnutrición ante los niños muertos en La Guajira. 3. La ciega terquedad ante los errores garrafales de las tablas de impuestos de vehículos.
Y mientras esto ocurre con el plebiscito, en cambio, la constituyente cada día gana más adeptos desde todos los sectores del espectro político, y se va perfilando como la única opción verdaderamente viable si pretenden lograr el acuerdo nacional que requiere el proceso de paz para su perdurabilidad en el tiempo, su blindaje jurídico y su legitimidad ante la ciudadanía.
Subsiste, claro está, una larguísima lista de preguntas por resolver. ¿Cuándo se tendría que convocar? ¿Con qué alcance y temario? ¿Cómo se integraría? ¿Sería una constituyente estamentaria o no? ¿Habría un número de cupos mínimos garantizados para las Farc? ¿Sería un mecanismo único o estaría acompañada de otras formas previas de participación ciudadana? ¿Para su elección se aplicarían las mismas normas que hoy rigen la vida de los partidos políticos, o se desarrollaría una normativa especial que estimule la participación ciudadana y la presencia de nuevas expresiones sociales?
Sobre cada uno de estos aspectos podría abrirse un debate fructífero. Cerrarse a la posibilidad de una constituyente es tan necio como cerrarse a la posibilidad de que el Gobierno y las Farc puedan firmar en Cuba. Que el trámite puede resultar dispendioso es cierto. Pero es inevitable. Si abandonaron la idea del referendo, solo una constituyente podría evitar la interinidad institucional y el caos en la implementación que se puede derivar de los acuerdos de Cuba, aun si fueran sometidos a algún tipo de consulta.
Por eso, con todo respeto, lo que propongo es que se concentren esfuerzos para diseñar la mejor asamblea constituyente, en vez de seguir profundizando la cadena de errores asociados con el dañino plebiscito.
JUAN LOZANO
@JuanLozano_R
JUAN LOZANO
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