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Y después del 6D, ¿qué pasará con Venezuela?

Tanto gobierno como oposición tendrán que pactar unas nuevas reglas del juego.

Las elecciones legislativas dejaron muchas inquietudes sobre el futuro de la vecina nación. Todo el continente tenía sus antenas puestas sobre lo que sucedería el domingo en Caracas y la futura correlación de poder entre el chavismo y la oposición.
En una democracia normal, unas elecciones legislativas a mitad de periodo no llamarían tanto la atención ni serían un plebiscito, pero bajo las actuales circunstancias venezolanas estas tenían una importancia fundamental, un ambiente de cara o sello.
Las advertencias de Nicolás Maduro sobre un probable triunfo de la oposición y la no interrupción de la revolución no permitían ser muy optimistas al respecto. Si bien el origen de Chávez y Maduro es democrático, eso no basta para sacar credenciales; no solo el origen debe ser democrático, sino también el ejercicio, y en eso el régimen tiene un saldo pendiente.
Es muy difícil compaginar un régimen revolucionario fundacional con un sistema democrático formal, las revoluciones no se pactan y tampoco pueden estar sujetas a los caprichosos y vaivenes electorales “burgueses”, son proyectos anti status quo que requieren un largo tiempo para lograr sus fines y esto no es compatible con los periodos presidenciales de una democracia liberal, por lo que siempre estará presente la ilegitimidad de la oposición “burguesa” y el no reconocimiento de un triunfo electoral opositor.
Si bien el gobierno reconoció rápidamente los resultados, se cuestiona el procedimiento y se plantea como un triunfo de la guerra económica y la contrarrevolución. Sin embargo, aún se valora como heroico el 42 por ciento de apoyo con semejantes maquinaciones de la burguesía y anuncia una revisión de la revolución a futuro.
Aunque algunos analistas plantean artilugios por parte del oficialismo que entorpecerían a la oposición en su labor legislativa –como dictar leyes que perturben la nueva mayoría o convertir al Tribunal Supremo en una herramienta contra la nueva asamblea al declarar inconstitucionales todas las iniciativas opositoras, empezando por una probable nueva ley habilitante–, podrían incomodar, y bastante, a la oposición.
Con el triunfo opositor en las legislativas venezolanas, el gobierno se verá enfrentado a una situación inédita de tener que lidiar, negociar y usar el consenso para lograr sus fines y para lo cual no está acostumbrado. Durante mucho tiempo hizo y deshizo sin que necesariamente la oposición importara. Las leyes habilitantes que usaban a discreción Chávez y Maduro posibilitaron un gobierno autista que no consideraba como opción escuchar a los del bando contrario, al que calificaba de ilegitimo y burgués.
El liderazgo de Maduro se ve seriamente cuestionado por estos resultados, pues los casos de corrupción y desabastecimiento, más la vinculación de familiares a asuntos de narcotráfico dejan el panorama futuro bastante sombrío; podrían surgir –si es que ya no existen– serias divisiones en el chavismo y acá el papel de Diosdado Cabello podría ser protagónico. No es un secreto que las dos opciones para suceder a Chávez eran Cabello y Maduro, pero por influencias de Cuba se terminó imponiendo el excanciller, dejando heridas sobre todo en aquellos grupos del chavismo que no ven con buenos ojos la injerencia cubana en el gobierno.
Además, el contexto internacional tampoco favorece al líder caraqueño, pues Cuba y sus acercamientos a Estados Unidos dejan anacrónico el discurso antimperialista. El proceso de paz colombiano también adquirió vida propia y ya no depende de Caracas. Igualmente, las elecciones argentinas y la llegada al poder del neoliberal Mauricio Macri le quita al chavismo un importante aliado y los malos vientos que soplan para Roussef y Bachelet en Brasil y Chile, respectivamente, no hacen nada improbable un cambio de signo político en esas latitudes.
Quedamos expectantes ante esta nueva situación, pero tanto gobierno como oposición tendrán que pactar unas nuevas reglas del juego que hagan la convivencia democrática factible y evitar una confrontación social y política que llevaría a esta nación a una situación más lamentable que la actual.
FERNANDO CVITANIC OYARZO
Profesor de la Universidad de La Sabana
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