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El conmovedor relato de las mujeres que ganaron el Nacional de Paz

La Asociación Mujeres Tejiendo Sueños, de los Montes de María, ganaron en la categoría comunidad.

JOHN MONTAÑO
La Asociación Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz, de la región de los Montes de María, recibió este miercoles el Premio Nacional de Paz, que llegó a su decimoséptima versión.
Es el reconocimiento nacional a un proceso que comenzó hace más de una década, en el cual este grupo de mujeres desplazadas y víctimas de violencia sexual, de ese corregimiento de María la Baja (norte del departamento de Bolívar), tejen tapices hechos con retazos sobre tela, cuyo resultado ha sido decenas de cuadros multicolores donde, en un acto para la memoria histórica del país, han plasmado la violencia que dejaron los paramilitares en los Montes de María entre 1997 y el 2004. (Ver: General retirado gana Premio Nacional de Paz)
En sus obras también han expresado la diáspora de la raza negra que, esclava, llegó al Caribe.
Puntada tras puntada, encontraron un camino de sanación y perdón por los años que dejaron cruentas masacres y desplazamiento.
La organización del premio les otorgó un diploma de honor y 70 millones de pesos que Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz destinará a la construcción de una sede propia.
“Nuestro trabajo lo llevamos, además, a otras regiones del país donde enseñamos esta técnica de sanación a víctimas de la violencia: Antioquia, Córdoba, Chocó, Bogotá, Llanos Orientales y Bolívar”, explica Juana Alicia Ruiz Hernández, representante de la organización.
Del dolor al tapiz
Mampuján, 10 de marzo del 2000, día de llanto fue el primer cuadro que confeccionaron.
Con retazos cuidadosamente cortados, este tapiz representa la tarde en que hombres armados del bloque paramilitar Héroes de los Montes de María, de las Autodefensas Unidas de Colombia, incursionaron en Mampuján.
“Señalaron a todo el pueblo de ser auxiliador del frente 37 de Las Farc y reunieron a la gente en la plaza con la orden de exterminarlos. Entrada la noche, ellos recibieron otra instrucción por radio, cambió la orden, y las 245 familias de Mampuján fueron sometidas a un doloroso desplazamiento forzado”, narran las propias tejedoras en el documento con el que se postularon al premio.
Los agresores les permitieron a los habitantes quedarse esa noche, pero temprano se tuvieron que ir, porque les advirtieron que al día siguiente volvían para quemarlo todo; así lo hicieron.
En la misma jornada de terror, los paramilitares, al mando de Úber Enrique Bánquez Martínez, alias Juancho Dique, y Edward Cobos Téllez, alias Diego Vecino, siguieron su periplo de muerte y escalaron hasta la vereda Las Brisas, en la alta montaña, y allí, en un quiosco, que servía de centro de encuentro comunitario, asesinaron a 11 campesinos con las más feroces prácticas de sevicia.
Ya lo habían hecho 20 días atrás en el corregimiento de El Salado, en el Carmen de Bolívar, en donde dejaron más de medio centenar de muertos entre el 16 y 21 de febrero. Una masacre que los perpetradores amenizaron con gaitas y tamboras.
Hoy, el viejo Mampuján poco a poco florece. Pese a que no hay servicios públicos, 10 familias retornaron. Hay 105 casas nuevas, un puente y cultivos que la Unidad de Restitución de Tierras está implementando.
“La obra 'Mampuján, 10 de marzo, día de llanto', es un tapiz de 2 metros por 1,50 que se exhibe en la sala número 7 de Nación y Memoria, del Museo Nacional en Bogotá”, relata con humildad Juana Alicia.
La mayoría de familias de Mampuján solo regresó cuatro años después y se instaló en la cabecera municipal del municipio de María la Baja, y, con tablas, plásticos, latas o como pudieron, levantaron ranchos. Pero aún en medio del miedo y la zozobra.
Hilvanando ideas de paz
Con una pañoleta azul en la cabeza, que no retiene los sudores de su piel morena, Juana está sentada sobre una mecedora, rodeada de sus compañeras de trasegar y de cortes de telas de varios tamaños, materiales y colores.
“Resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de superar situaciones traumáticas y transformar el dolor, la frustración y sobreponerse a la barbarie. Lo aprendimos gracias al apoyo de instituciones que nos capacitaron para sanar”, suma Juana, que ríe, mientras cose un paisaje de flores amarillas en un telón azul.
“La norteamericana de la Iglesia menonita Teresa Geiser trabajaba en El Salvador, pero llegó con estrategias para ayudarnos a superar el trauma y fortalecer la resiliencia”, recuerda Ana Ortiz, desplazada de la vereda El Recreo, ahí mismo en María la Baja
Con Geiser, hicieron manteles y carpetas con telas cuadriculadas, pero era un resultado muy frío para ellas y, por iniciativa propia, decidieron plasmar, con figuras sobre tela, la experiencia más atroz de sus vidas: el desplazamiento forzado y la violación.
Luego caminaron y compartieron su conocimiento con otras víctimas e hicieron talleres multiplicadores por toda la región y el país.
“El hecho de estar tejiendo, dialogando, sacando dolor, y allí mismo generando memoria, para la no repetición, es algo muy positivo”, dice Alexánder Villarreal, líder de Nuevo Mampuján.
“Nos hacemos masajes, oramos, escuchamos música y, si la persona quiere plasmar ese hecho doloroso, primero lo dibuja en un papel... Todas ayudamos. Luego recuerda qué colores tenía la víctima: color de piel, la ropa…”, agrega la pastora cristiana Alexandra Valdez Tijera, mientras borda unas letras verdes sobre una tela.
En su ejercicio, casi ritual, lloran, pero sanan.
“El hecho de puyar tus demonios los saca, y al victimario lo vas viendo como un ser humano que cometió un error, por ignorancia o por soberbia, pero un error al fin y al cabo”, apunta Villarreal.
Sus terapias las acompañan con postres exquisitos para reconfortar el alma, en sesiones donde la palabra de Dios está presente.
Para el grupo de tejedoras de Mampuján, dejar un legado en las futuras generaciones hace parte del proyecto. Por eso, un grupo de niñas ya sigue sus pasos creativos con bellos tapices.
El perdón a victimarios
Para ellas, la prueba de fuego llegó en las audiencias del incidente de reparación que se llevaron a cabo entre el 26 de abril y el 10 de mayo del 2010.
“La justicia colombiana programó la audiencia por satélite y, usando una pantalla gigante, en el pueblo nos íbamos a ver la cara con los victimarios que estaban en Bogotá”, cuenta con detalle Juana Alicia.
Empoderadas, les habían compartido ya a sus varones su proceso de sanación.
“Por medio de la emisora y de puerta en puerta fuimos hablándole a la gente sobre la importancia del perdón”, narra doña Edilma Alcalá de Masa, la mayor dentro del grupo de tejedoras.
El día del encuentro, más de 800 personas se reunieron en una de las calles polvorientas del pueblo para presenciar la audiencia pública del Tribunal Superior de Cundinamarca. En la sala de Justicia y Paz, en la lejana Bogotá, estaban presentes Úber Enrique Bánquez Martínez, alias Juancho Dique, y Edward Cobos Téllez, alias Diego Vecino, sus agresores.
En representación de las víctimas de Mampuján estaban Alexánder Villarreal y un puñado de campesinos.
En medio de la audiencia, Villarreal pidió la palabra, se puso de pie y, en nombre de Mampuján, les dio el perdón a los dos victimarios. Les estrechó la mano y a cada uno le entregó una Biblia, como señal superior de reconciliación.
En vivo y en directo, la respuesta de toda la población fue un aplauso que casi no acaba, solo hasta que la magistrada que presidía pidió orden en el pueblo.
“Aplaudimos, reímos y lloramos: fue una forma de liberación. Cuando perdonas, te desprendes de esa persona que te agredió”, complementa la tejedora Ana Ortiz.
La magistrada había pedido que las mujeres tejedoras enviaran sus obras Desplazamiento y Hacinamiento (tejidas entre el 2008 y el 2009), para que fueran presentadas a Bánquez Martínez y Cobos Téllez.
“Cobos miró de cerca los cuadros y dijo que quería interpretarlos. Luego dijo que eran hechos por gente sensible y buena”, rememora Villarreal.
“Nosotras los tejimos sin ánimo de venganza. Queríamos que ellos vieran lo que hicieron y tomaran consciencia del daño que causaron, para que ellos también pudieran sanar”, suma otra de las tejedoras.
Obra para el mundo
Entre el 2008 y 2010, tejieron una nueva serie de cuadros para recordar la esclavitud. Así nacieron obras como 'África, raíz libre', 'Travesía', 'Subasta', 'Rebelión', 'Llegada del cimarrón a la libertad' y 'Vida cotidiana del cimarrón', en los cuales retrataron el pasado y presente de sus antepasados africanos.
De la obra de las tejedoras de Mampuján supieron primero en Canadá y Suiza, pues ante el temor de represalias en la región, prefirieron mostrar su trabajo en el exterior inicialmente.
La curadora irlandesa de arte Roberta Bacic incluyó las obras de las mujeres montemarianas en uno de sus libros sobre arpilleras, en el que reúne trabajos de comunidades de todo el mundo que hacen resistencia a través de la confección de telares en los cuales narran sus tragedias.
No obstante, las tejedoras dicen que pese a ser Mampuján y Las Brisas el primer caso de Justicia y Paz, con sentencia en firme, y ejemplo para Colombia y el mundo, la pobreza continúa.
Para que todas las familias regresen se necesita infraestructura básica como alcantarillado y luz, y que la iglesia del pueblo y la escuela estén en pie otra vez.
Otro problema es la falta de oportunidades de educación y trabajo para los jóvenes que fueron desplazados siendo aún niños. Hay drogas y desocupación.
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JOHN MONTAÑO
Enviado Especial de EL TIEMPO
JOHN MONTAÑO
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