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Indigencia y drogas deterioran al tradicional barrio San Bernardo

Hay calles plagadas de inquilinatos y prostitución. Presencia de la Policía ha recuperado espacios.

Decenas de consumidores de droga se concentran en el barrio San Bernardo (localidad de Santa Fe), que 40 años atrás fue considerado como un sector tradicional de la capital.
No obstante, pese a las condiciones actuales de la zona, entre carreras décima y Caracas y las avenidas de la Hortúa y 6.ª, algunos de los residentes de la época permanecen allí sin importar que deban convivir con la indigencia; también –en algunos puntos– con delincuentes dedicados al expendio de psicoactivos, a la venta de armas y al hurto.
En cuentas de la Secretaría de Integración Social, exclusivamente en San Bernardo, al menos 260 habitantes de calle se ubicaban en 41 cambuches y 108 parches, cifras que excluyen al resto de las personas bajo esta condición (1.586) que hay en la localidad, de acuerdo con los resultados del censo entregados hace cuatro años.
“Da tristeza. Ha mejorado mucho porque la Policía viene y está con nosotros, pero de lo que era queda poco. La culpa es de la gente que fue vendiendo y no le importó a quién; se fueron y dejaron aquí el problema”, dijo una mujer que vive allí desde 1963.
Ella, como muchos otros que comparten su opinión, fue testigo de la transformación del barrio desde la década del 90, cuando se intervino el sector de El Cartucho, hoy convertido en el parque Tercer Milenio. A pesar de que hubo una renovación urbana y social, esta se quedó corta.
“La renovación social y arquitectónica –en transformación del espacio– de El Cartucho continuaba con una intervención hacia San Bernardo (...), se trataba de la construcción de vivienda en el centro. Esa intervención se interrumpió, con la participación de los propietarios que hoy existen. El proceso de deterioro se trasladó de El Cartucho al San Bernardo”, explicó el experto en convivencia y seguridad ciudadana Hugo Acero.
Así las cosas, muchos de los que eran propietarios decidieron abandonar el barrio y pusieron a la venta las casas que actualmente son inquilinatos o pagadiarios, como se les conoce a los sitios donde se alquilan habitaciones para pasar la noche (y por lo general consumir droga), que cuesta entre 3.000 y 5.000 pesos.
Durante un recorrido, EL TIEMPO corroboró la difícil situación que viven los residentes del sector y los mismos consumidores de droga que se ubican en los andenes. Aunque muchos de los habitantes, empleados y estudiantes que deben cruzar a diario por el barrio han aprendido a convivir con el fenómeno, sin miedo, hay tensión cuando se camina por las cuadras donde prevalecen los consumidores de psicoactivos.
“De noche uno no sale de la casa. A mí me da miedo; nadie le garantiza que no se vayan a meter con usted cuando están drogados”, señaló un peatón.
En los casos más graves, en cambio, las casas se convirtieron en expendios u ‘ollas’, algunas de las cuales ya han sido allanadas por la Policía Metropolitana de Bogotá, tras investigaciones de la Sijín. Según la autoridad, durante este año han sido detenidas 215 personas, entre ellas, 15 con orden judicial pendiente.
En cuanto a las cifras de drogas incautadas, los datos también son preocupantes. Van más de 333.000 gramos de droga hallada por la Policía (el doble de lo que había logrado el año pasado, para esta misma fecha), mercancía que incluye cocaína, bazuco, base de coca y marihuana.
Para completar, en algunas esquinas hay presencia de mujeres que se dedican a la prostitución.
Si bien las dolencias del barrio se concentran en solo algunas de sus manzanas –especialmente la que colinda con la calle sexta– y no es un sector vedado, como sí lo es el ‘Bronx’, no ha sido posible mitigar el problema. ¿Por qué?
Varios de sus residentes coinciden en que hay una clara falta de presencial estatal. Sin embargo, la Secretaría de Integración Social (SDIS), una de las entidades del Distrito que debe velar por la protección a esta población, asegura lo contrario, pero son conscientes de las dificultades que tienen para que esta sea continua.
“Principalmente cuatro de las 38 manzanas del barrio San Bernardo son las más críticas en largas permanencias para los equipos de trabajo de la (SDIS), por razones de seguridad asociadas a dinámicas de narcotráfico y microtráfico de estupefacientes establecidas en el sector, que ponen en riesgo la integridad del talento humano”, le dijo a EL TIEMPO.
Por su parte, la Policía, que vigila la zona e incluso consiguió recuperar el parque del barrio que había sido tomado por pandillas, explicó que creó una red de residentes para alertar sobre hechos delictivos, que ha tenido buenos resultados en la reducción de lesiones y hurtos. Pese a ello, la presencia de los uniformados se sigue quedando corta.
Una de las situaciones que más preocupa a los ciudadanos y en lo que coinciden las autoridades es que otros barrios como Las Cruces y La Estanzuela están sufriendo ese mismo declive y pueden terminar en lo que son hoy otras ‘ollas’, como El Cartuchito, en Kennedy (cerca de Corabastos) y Cinco Huecos, también en el centro.
Los negocios sobreviven
En el sector sobreviven los dueños de los negocios de venta de muebles, vidrierías, carpinterías, funerarias, talleres e, incluso, un ancianato. Hasta mediados de este año, en el barrio San Bernardo residían 10.235 personas, según el plan parcial de la Empresa de Renovación Urbana de Bogotá. De ellos, solo el 14 por ciento vive en casa propia.
Una de las curiosidades del barrio es que hay quienes decidieron buscar un nuevo ingreso y hoy preparan el llamado combinado, un almuerzo que solo cuesta 1.000 pesos y que es famoso en el sector.
Alejandra P. Serrano Guzmán
Redactora de EL TIEMPO
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