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Carlos Lehder, la historia del 'loco' del Cartel de Medellín

El hombre que pide clemencia desde una celda de EE. UU. vivió en las entrañas de la gran mafia.

El narcotraficante Carlos Enrique Lehder Rivas empezó su carrera criminal robando carros en Nueva York y terminó convertido en uno de los más grandes y peligrosos mafiosos colombianos de los 80, que catapultó en el negocio de la coca a asesinos como Pablo Escobar Gaviria y Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘el Mexicano’.
En la carta que le acaba de enviar al presidente Juan Manuel Santos, pidiéndole que ayude a su repatriación, tras cumplir 27 años de cárcel en Estados Unidos, se autodenomina como parte del grupo de “visionarios contrabandistas paisas, que atendiendo a la demanda, lograron convertir un kilo de coca refinada en un kilo de oro puro”.
Pero en la historia criminal del país su nombre figura como uno de los grandes cerebros del cartel de Medellín. Tras liderar una banda de ladrones, Lehder empezó a traficar con marihuana, yerba que propagaba como una religión y consumía periódicamente mientras tomaba clases de aviación.
La primera vez que Estados Unidos lo puso tras las rejas fue a mediados de los 70, por distribuir 200 libras de marihuana. Pero ya tenía un ingreso a una cárcel de Detroit por comercializar carros robados, acusación de la que logró salir bien librado.
Registros oficiales señalan que estuvo cuatro años preso, pero su versión es que se fugó mucho antes para abrir rutas desde Colombia y empezar a exportar la yerba aprovechando la bonanza marimbera. El mismo confiesa en su carta a Santos, escrita en máquina de escribir que, desde 1970, ingresó al negocio de la coca.
“Los insaciables compradores estaban en el norte y el oro/dólar retornaba a Colombia en lo que los economistas llamaron la ‘economía subterránea’”, dice Lehder.
Lehder fue reconocido por otros capos por sus excesos, lujos y consumo de drogas.
Y los expedientes señalan que fue él uno de los primeros en armar una flotilla de aviones que puso al servicio de otros grandes capos: los hermanos Ochoa Vásquez, Pablo Escobar y ‘el Mexicano’.
“Lehder tenía el circuito completo: marihuana colombiana, aviones con matrícula americana y una isla (Cayo Norman) cerca a las costas de Estados Unidos para hacer los desembarcos”, asegura un viejo investigador.
Ese mecanismo masificó el contrabando de narcóticos y convirtió a Lehder -hijo del alemán Joseph Willheim Lehder y de la colombiana Helena Rivas- en una ficha clave del poderoso cartel de Medellín y de algunos capos de Cali.
Los dividendos que le dejaba el negocio lo convirtieron en un excéntrico multimillonario, rockero y adicto, quedando rápidamente bajo el radar del FBI y de la naciente DEA.
Para salvar su propio cuello, Lehder decidió revelarle a los medios sus actividades ilegales, lanzar una campaña contra la extradición y crear el Movimiento Latino Nacional para canalizar su poder en la política.
Algunos capos empezaron a distanciarse de él por su exhibicionismo, que los ponía en peligro. Además, empezaron a decir que Lehder estaba loco y que podía a revelar secretos y alianzas que dejarían en peligro a socios ocultos del cartel de Medellín. “Solía mezclar verdades con fantasías y eso era una bomba de tiempo”, agrega el investigador.
Por eso, cuando fue extraditado, el 4 de febrero de 1987, muchos respiraron tranquilos porque creían que lo habían callado.
Carlos Lehder junto a su hija Mónica en una imagen de comienzos de siglo.
Sin embargo, fue reclutado por agentes antimafia que le pidieron testificar a cambio de beneficios contra el exdictador panameño, Manuel Antonio Noriega. En ese expediente, Lehder habló de muchos políticos y autoridades colombianos, pero ese no era un capítulo del interés de la justicia de Estados Unidos.
Hoy, está pidiendo ayuda para que lo dejen morir en Colombia, tras 27 años de cárcel y 66 años de edad. Alega, que Washington le incumplió y que están violando sus derechos humanos al condenarlo a una especie de cadena perpetua.
Pero Colombia ya le notificó que no mediará en su favor.
UNIDAD INVESTIGATIVA
u.investigativa@eltiempo.com
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