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Vuelve a la vida el legendario órgano de la Catedral Primada de Bogotá

Especialistas extranjeros restauran el enorme instrumento musical desde hace cuatro meses.

Años y años sin emitir sonido. Construido en 1891 para llenar extensas áreas con el sonido de su estructura inmensa, el órgano de la Catedral Primada, en la plaza de Bolívar, se ha visto sometido al mutismo que le impusieron la herrumbre, el polvo y el deterioro de casi medio siglo.
Este gigante de casi ocho metros de altura yace ahora en el suelo con varias de sus piezas desperdigadas, pero meticulosamente ordenadas, dentro de una sala de una de las naves del costado sur del templo, el más importante de Colombia, país de tradición católica, camándula y oración.
Es el paso obligado para devolverle la vida a este enorme instrumento musical, que desde noviembre es objeto de restauración.
Monumental. Esa palabra describe el trabajo de los 17 pares de manos pulen, limpian, tallan y martillean: cuatro restauradores extranjeros, seis especialistas eléctricos, un afinador, seis miembros del curso de madera de la Escuela Taller de Bogotá y un ornamentador. Luego vendrá un equipo de obreros para hacer resanes en iglesia y tener el espacio inmaculado, el 31 de marzo.
Ahí no termina la tarea. Luego viene la más delicada que es afinarlo, recuperar su carácter, devolverle la voz. Se requieren entre dos y tres meses para probar cada uno de sus 3.000 tubos y acertar la afinación.
“Se necesita silencio absoluto y, aunque hay máquinas sofisticadas para ello, no hay forma más efectiva de afinarlo que hacerlo con el oído y comparando un sonido con otro”, explica Andreas Fuchs, líder del equipo de restauradores y organero de la firma Gerhard Grenzing.
“Lo haremos durante la noche, cuando no haya gente, ni carros, ni ruido. En la mañana y el día se hacen ajustes, pero los sonidos perfectos solo se logran en las noches”, aclara John James Gaviria, de Neira (Caldas) y único aprendiz nacional de este escaso oficio.
El organero Andreas Fuchs es el jefe encargado de la restauración del legendario instrumento.
Andreas y su gente se sumergió en el órgano de la Catedral y desentrañar una a una, sus piezas. El día que todos se pusieron manos a la obra, probaron su sistema eléctrico (instalado en los años 60, durante una restauración anterior), pero pronto se arrepintieron.
“Toda la parte eléctrica era tan peligrosa que en la primera visita decidimos no activarla más”, contó el restaurador.
El resto son huesos para los cuatro teclados de 56 notas cada uno, ébano para los sostenidos, piel animal para bisagras y fuelles, y una aleación de plomo y estaño para los tubos: está hecho de materiales incluso más diversos que los de un ser vivo. El alma, como en todo ser que la tenga, es inmaterial: música.
Para que esto fuera una realidad, se unieron el Ministerio de Cultura, Fontur y la Arquidiócesis de Bogotá. Cada uno aportó, respectivamente, 1.450 millones de pesos, 750 millones de pesos y 353 millones de pesos.
No solo se restauró lo que existía: se amplió su tribuna y se trajo una nueva consola (donde están las teclas y botones), desde Barcelona. Es la única intervención hecha desde 1965, cuando Óscar Binder instaló la parte eléctrica y sustrajo varios de los tubos.
Su historia
El órgano brotó de las manos del organero Aquilino Amezua en 1891 y en 1882 llegó al país (que por ese entonces se llamaba Estados Unidos de Colombia) en barco, como llegaban en ese entonces todas las cosas desde Europa. Tras una travesía por tierra, finalmente arribó a la sabana de Bogotá.
Por eso la Catedral Primada, que nació en 1890, no tuvo que esperar mucho para acompañar la liturgia y completar el rito. Es uno de los más grandes de su clase. En otros municipios colombianos donde hay parientes y hermanos cercanos, no hay muchos como él. Son más modestos y con seguridad muchos de ellos necesitan también un mantenimiento profundo.
“Nunca en el país se había hecho una intervención como esta. El de los organeros es un arte que aquí no se conocía y con esta restauración tal vez se abra camino para seguir con otros”, explicó Eugenia Serpa, coordinadora del grupo de bienes muebles del Ministerio de Cultura.
No siembre fue así. Los órganos, cuando fueron creados, fueron cosa pagana, destinada a celebraciones y eventos que no merecían la santidad. Pese a que este animal musical nació en Grecia doscientos años antes de Cristo, solo hasta el siglo XV se popularizó en el culto cristiano y requirió autorización del Papa de la época para que así fuera.
Tardó, pero llegó a las catedrales porque su enormidad empequeñecía las voces de los coros y de los instrumentos empleados para alegrar y solemnizar la celebración.
Por eso hoy es tan difícil imaginar los más grandes templos sin estos instrumentos para los que Bach, Mozar y Haydn compusieron célebres piezas.
“Ahora, lo importante es que al órgano de la Catedral Primada se le haga un mantenimiento anual, pero sobre todo, tocarlo y no dejarlo callar”, agrega Fuchs.
NATALIA GÓMEZ CARVAJAL
Escríbanos a natgom@eltiempo.com
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