¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Orlando Duque, un hombre en caída libre

¿Quién es el colombiano que se ha convertido en uno de los mejores clavadistas de altura del mundo?

La noche es perfecta para un show de clavados en las piscinas panamericanas de Cali. Veinticuatro grados centígrados, cielo despejado, una suave brisa y una enorme luna. Un hombre con un pequeño traje de baño trepa un andamio que ha sido adecuado para que pueda saltar desde 25 metros de altura, pues la plataforma más alta en ese lugar alcanza solo los 10.
Los espectadores están concentrados en un hombre bronceado, de 1,75 metros de altura y 72 kilogramos de peso, que a esa altura se ve diminuto. De pronto abre los brazos como si saludara al cielo y se empina un poco. Es hora de saltar al vacío. En un primer momento, cuando separa los pies de la plataforma, parece un Cristo Redentor. Siguen tres giros, como si diera botes en el aire, para luego caer en línea recta en la piscina. Alcanza una velocidad de 85 kilómetros por hora y el salto dura solo tres segundos. Su pelo recogido con una cola de caballo da vueltas sin control y el sonido del cuerpo que choca contra el agua se oye a metros de distancia: el impacto es nueve veces más fuerte que si hubiese saltado desde los 10 metros. “Un aplauso para Orlando Duque”, pide el presentador del evento y los asistentes enloquecen con gritos de emoción.
Orlando asoma la cabeza desde el agua y saluda con una gran sonrisa de dientes blancos y perfectos. La gente no para de aplaudir, y no es para menos. Este caleño, que en septiembre llegó a los cuarenta, es uno de los mejores clavadistas de altura del mundo. Ha sido doce veces campeón mundial, lo que le dio el récord Guinnes como el hombre con más campeonatos mundiales ganados en la historia de su deporte y, como si fuera poco, ostenta también el récord del único clavadista que ha logrado el salto perfecto: sucedió en el año 2000, en Hawái; los siete jueces le dieron 10 puntos. Su más reciente título fue en agosto de este año, cuando se coronó campeón de la Copa Mundo de Clavados en Kazán, Rusia. Este año, además, está entre los nominados a Mejor Nadador del Año por la Federación Internacional de Natación (Fina).
Verlo saltar produce miedo y emoción porque es difícil entender que un ser humano pueda brincar desde semejante altura, hacer tantas piruetas en tres segundos y salir risueño del agua. Pero también es un placer, porque sus movimientos son elegantes y cuidadosos.
***
Treinta años antes, Orlando aprendió a saltar en las Piscinas Panamericanas de Cali. Un delgado niño de 10 años jugaba fútbol después de clases en un pastal que quedaba detrás de las piscinas, y luego de cada juego entraba y se quedaba mirando el agua; el azul profundo le encantaba. También veía durante horas a los saltadores, hasta que un día uno de los entrenadores lo invitó a saltar. Lo que él no sabía es que la preparación comenzaría en una cama elástica: nada de agua hasta estar listo.
Comenzó a llamar la atención por la forma como manejaba su cuerpo. Daniel Herrera, uno de sus entrenadores, cuenta que “era un niño al que le gustaban mucho los clavados, manejaba muy bien la cama elástica y era muy arriesgado. Se tiraba de donde le dijeras”. Fue así como Orlando se tomó en serio sus entrenamientos y todas las tardes, después del colegio, iba a la piscina y los fines de semana no salía de allí. Ni siquiera en tierra dejaba de saltar: en un Kokoriko que quedaba cerca de las piscinas y tenía una cama elástica, él y sus amigos clavadistas organizaban competencias contra los gimnastas.
A los 40 años tiene más títulos que ningún otro deportista de su disciplina. Foto: Dean Treml/Red Bull Content Pool
A los 12 años entró a la Selección Valle, fue a su primer torneo nacional y ganó tres medallas: oro, plata y bronce. Lo que no se tomó tan en serio fue el colegio y perdió cuarto y octavo grados. “Yo soy inteligente, pero los profesores no lograban que me gustaran las clases”, dice un risueño Orlando. Luego, tal vez por las súplicas de su mamá, entendió que debía estudiar y se graduó con honores.
Cuando salió del colegio tuvo que prestar servicio militar, pero para fortuna de él, cuando se enteraron de que era deportista, le pidieron que los representara en unos juegos nacionales. En el Ejército conoció a uno de sus mejores amigos, Jaime Zarama, un nadador. Como eran los dos únicos deportistas de agua, los bautizaron ‘las sirenas’. “Cada vez que salíamos a competir decíamos que el uno era el mánager del otro y que necesitábamos el apoyo mutuo.
Aprovechábamos para estar casi dos semanas por fuera del batallón y nos volábamos a nuestras casas”, cuenta Jaime.
Al terminar el servicio militar entró a estudiar ingeniería electrónica en la Universidad del Valle, pero los constantes paros lo hicieron dudar de que ese era el camino. Necesitaba ganar dinero, pues el trabajo de su mamá, vender almuerzos por encargo, no era suficiente para mantener a todos los de la casa.
Entonces un buen amigo que trabajaba en Austria haciendo clavados como espectáculo en un parque le ayudó a conseguir trabajo en ese país. Orlando se retiró de la universidad y viajó a Austria con un contrato por tres años que le aseguraba 250 dólares a la semana. Su hermana, Yolima Duque, recuerda que quedaron un poco sorprendidos por la decisión y por la rapidez con que se fue, pero lo apoyaron. “Mi mamá solía decirle –cuenta Yolima–: ‘Estudie, que con los clavados no va a mantener mujer’. Pero es que él era tan dedicado y tan juicioso, que era imposible no apoyarlo”. Y, como recuerda su antiguo entrenador Daniel Herrera, “un día se nos desapareció y volvimos a verlo en las noticias cuando dijeron que un colombiano estaba ganando competencias de clavados de altura”.
Tras un largo viaje, Orlando llegó a un pueblo cerca a Viena. Allí, de marzo a octubre, hacía shows de clavados todos los días en una diminuta piscina redonda que tenía una escalera para subir 25 metros. A veces le tocaba vestirse de payaso para hacer reír a las personas. En los inviernos trabajaba en un resort en el que podía esquiar durante el día y por la noche era bartender. “Mi vida era bacanísima”, recuerda Orlando.
Un día, mientras miraba televisión, se encontró con los campeonatos de clavados de altura y pensó que podría ser bueno para eso. Gracias a un amigo australiano consiguió una invitación en el año 98, pero no le dieron permiso en el trabajo para ir. Así que durante el resto del año se dedicó a entrenar y a prepararse y, en el 99, le llegó su oportunidad.
Un Orlando miedoso saltó desde una plataforma de 26 metros a un lago en Suiza y quedó de segundo en su primera competencia y ganó 3.000 dólares, una suma que no podía creer. Ese mismo año lo invitaron a Estados Unidos y volvió a quedar de segundo. Fue así como Red Bull puso sus ojos en él y comenzó a patrocinarlo. Hoy, es uno de los consentidos de la empresa y cuenta con otros ocho patrocinadores. Por eso es normal verlo con una cachucha de la compañía de bebidas energizantes y una camiseta de un antigripal. No se las quita nunca. Parece una propaganda ambulante, pero es así que puede darse el gusto de vivir de los saltos, algo que pocos pueden hacer en este deporte.
Comenzó haciendo shows de salto en un parque temático y luego comenzó a competir. Foto: Camilo Rozo/Red Bull Content Pool
Desde entonces su carrera ha ido en ascenso, aunque no han faltado los accidentes. En el 2000 ganó su primera competencia mundial en Hawái con un salto perfecto. En el 2001 quiso repetirlo, con la mala suerte de que cayó sentado y se partió el coxis. Fue un largo proceso de recuperación, pero regresó y ganó otras competencias, hasta que tuvo otro accidente en el 2011: al tirarse de un paracaídas aterrizó mal y se partió el pie en tres partes. Justo en uno de los mejores momentos de su carrera tuvo una lesión en la que fueron necesarios 36 puntos de sutura, antibióticos, terapias, pero, sobre todo, luchar contra el miedo de no poder volver a hacer lo que más le gusta en la vida: saltar.
“La mayoría de clavadistas, cuando sufren una lesión de este tipo no vuelven a saltar, pero él regresó”, cuenta su esposa y mánager, Catalina Echeverry. Orlando no estaba dispuesto a que esto pasara, volvió con una venda en el pie que ahora es su compañera permanente cuando salta, y lo hizo por todo lo alto: en el 2013, en Barcelona, justo cuando la Fina le dio el reconocimiento a su modalidad, ganó la primera medalla de oro para Colombia en un mundial de natación.
Con todos los títulos que ha ganado, es un tipo sencillo cuya palabra favorita es ‘bacanísimo’ para referirse a su trabajo y su vida. Siempre tiene tiempo para una foto o para un autógrafo. Es de esos hombres que no saben decir no. “Soy un profesional más; haz de cuenta como un odontólogo. Vivo tranquilo, pero trabajo todo el tiempo”, asegura Orlando.
***
A los cuarenta y con las primeras canas en el pelo, es el clavadista más viejo de las competencias. Pero la experiencia ayuda. Uno de sus secretos es cerrar los ojos en la mayoría de los saltos y solo abrirlos en el momento en el que las piernas tocan el agua. Mientras que para los otros clavadistas los ojos son esenciales para guiarse durante el salto, él decide no usarlos. “Aprendí al estilo viejo. Cierro los ojos y siento todo, lo que funciona bien para mí”, le dijo Orlando a la revista oficial de Red Bull Cliff Diving.
Orlando ve el mundo de otra manera: un puente sobre el agua no es para pasar de un lado a otro, sino una posibilidad de saltar. Ha viajado por todo el mundo y ha saltado desde lugares que a cualquiera le parecerían una locura, pero a él lo hacen sentir vivo: desde un helicóptero al lado de la Estatua de la Libertad, pasando por un árbol en el río Amazonas, hasta un río en Australia con cocodrilos cerca. El próximo año quiere saltar en la Antártida.
Vive en Hawái, apartado de todo el mundo, y entrena todos los días: hace doce saltos, monta en bicicleta, levanta pesas, rema y nada. Su esposa, Catalina, se ha vuelto una experta y lo graba con una cámara de video y le muestra cuándo está haciendo algo mal. Son el equipo perfecto.
Detrás de él viene una camada de clavadistas veinteañeros que comienzan a ejecutar saltos más arriesgados que los suyos y a ganarle. Él no está dispuesto a quedarse atrás ni a retirarse, por eso ha comenzado a prepararse para subir la dificultad de sus saltos: un trabajo que puede durar años y ocasionar accidentes. Esa persistencia, ese empuje, esas ganas y el vencer el miedo es lo que ha hecho de Orlando Duque una de las leyendas más importantes de los clavados de altura. Hay Orlando para rato.
SERGIO CAMACHO IANNINI
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO