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'Hay riesgo de que un sector de la clase media vuelva a ser pobre'

El economista Enrique Iglesias advierte que el mundo no puede dar por superada la crisis.

El uruguayo Enrique V. Iglesias no ostenta ningún título nobiliario, pero es una de las personas más apreciadas por la monarquía española.
El mes pasado, este diplomático de 83 años compartió mesa con el rey Juan Carlos en el madrileño Palacio de Cibeles, durante una cena en la que empresarios de Iberoamérica le hicieron un reconocimiento al monarca, que en junio abdicó en favor de su hijo Felipe.
Siete meses antes, el entonces príncipe presidió el homenaje que se le rindió a Iglesias tras dejar la Secretaría General Iberoamericana, que ocupó desde su creación, en el 2005.
Antes de eso fue presidente, durante 17 años, del Banco Interamericano de Desarrollo y secretario general de la Cepal. Su trabajo por la unidad entre nuestro continente y la península ibérica ha sido tan notorio que el Premio al Desarrollo del Espacio Empresarial Iberoamericano, creado por el Consejo Empresarial de América Latina (Ceal), lleva su nombre.
En el marco de la Asamblea del Ceal, celebrada en Madrid, el prestigioso economista –nacido en España y ganador del Príncipe de Asturias– conversó con EL TIEMPO.
¿Cuál es su diagnóstico sobre la economía latinoamericana?
Pasamos un periodo de bonanza excepcional, que tuvo como punto de apoyo, en primer término, el impacto muy positivo de la emergencia de China como gran potencia, tanto en ventas como en compra de materias primas, especialmente en tres áreas donde América Latina es muy poderosa: metales, alimentos y energéticos. Esto constituyó un influjo espectacular para las economías de la mayoría de los países.
En marzo, tras entregar la Secretaría General Iberoamericana, el economista uruguayo recibió un homenaje de los empresarios de la región, al que asistió el entonces príncipe Felipe.
Un segundo factor es que América Latina aprendió a administrar su economía. En 40 años de experiencia en esta región me he dado cuenta de cómo se ha ido mejorando, en todas partes, la calidad de las políticas macroeconómicas.
Y un tercer punto es que la banca latinoamericana, después de crisis importantes en los 90, se saneó. Tener políticas tradicionales evitó los excesos en los que sí cayó la banca del hemisferio norte, que trajeron una especulación que nos llevó a una de las crisis financieras más serias en décadas.
Todo eso dio lugar a que América Latina tuviera una expansión casi inédita. La región cuenta hoy con más defensas que nunca, porque tiene muchas más reservas, bajó la deuda externa, en fin. En ese sentido, hay un panorama positivo. Pero el gran viento de cola está amainando y ya sabemos que, en virtud de la nueva estrategia del desarrollo chino, en los próximos años no podremos esperar el mismo impulso. Esto obliga a mirar hacia adentro y a hacer reformas importantes que no se han hecho.
¿Como cuáles?
Una de las más importantes es la reforma educativa. América Latina no está a la altura de lo que requieren los tiempos modernos para preparar a sus recursos humanos.
Otra es la de la productividad. En mi país (Uruguay), por ejemplo, la eficiencia agrícola es espectacular; se aprovechó la tecnología para revolucionar la producción. Y lo mismo podrían decir otros sobre la minería y el software. Es verdad que hay bolsones de eficiencia, pero nuestras empresas pequeñas y medianas son, en conjunto, muy ineficientes. Tenemos que mejorar la productividad.
Una tercera área es la reforma de las instituciones. Creo que el Estado ha hecho avances importantes, pero aún no responde a las exigencias del mundo que se nos viene encima. Y así podría continuar con los aspectos sociales. Entraron clases medias, bajó la pobreza, pero falta mucho más para avanzar en igualdad. América Latina es una región muy desigual y muy injusta por tanto.
En general, sabemos lo que hay que hacer. El problema es cómo hacerlo. Y cuando uno se pregunta eso cae necesariamente en la política y en la capacidad de representar los intereses de los ciudadanos y de articular lo público y lo privado.
¿Podemos dar por superada la crisis económica internacional?
De ninguna manera. La puede haber superado quizás Estados Unidos, que aún tiene muchos frentes que atender. Pero fíjese en Europa: no crece; más aún, hay recesión técnica en los países grandes; en septiembre hubo un desempleo en España de cinco millones de personas, y eso que este país está haciendo mejor las cosas, lo que nos pone un poco a la cabeza de los países desarrollados. Japón tiene 20 años de estar en una suerte de economía chata (sin crecimiento). Y aunque los factores geopolíticos siempre tuvieron mucha importancia, en este momento yo diría que están impactando mucho más la economía. Si no, mire lo que pasa entre Rusia y Europa.
Ante fenómenos como Estado Islámico o la guerra en Ucrania, ¿cómo vislumbra el futuro?
Creo que están aflorando conflictos muy serios, que coinciden con un deterioro de la presencia de las instituciones internacionales. El mundo se está regionalizando y hay tendencias serias a la fractura política y económica. Eso me preocupa mucho, porque puede perturbar la marcha de la economía y del mejoramiento social.
El gran objetivo de mi generación fue privilegiar el papel de Naciones Unidas para llevar adelante acciones en materia de paz, por ejemplo, y eso no está ocurriendo. Los grandes desencuentros en materia de razas, religiones y nacionalismos están generando complicaciones en todas partes.
El futuro es como para estar preocupados, pero no desesperados. Todo esto es un llamado de atención a los líderes mundiales, que deben estar a la altura de los desafíos que tiene la sociedad internacional, y yo mucho me temo que no lo están.
¿Habrá que darles más poder a los países emergentes?
Ya lo tienen de facto. Son los que están aportando al crecimiento mundial. Países como China, Rusia, Brasil, México y Colombia ya están en el escenario económico, y por tanto tienen el derecho y la obligación de ser partícipes importantes del proceso de paz en el mundo, a través de la ONU.
¿No cree que hay un exceso de multilateralismo?
Yo soy muy amigo del multilateralismo porque vengo de un país pequeño, donde no tenemos más remedio que reposar en los organismos internacionales. Siento que el mundo es un poco mejor de lo que fue, gracias en buena medida al aporte del sistema multilateral. Habrá que adelgazarlo, pero lo esencial es que no se pueden crear organismos y después no apoyarlos desde los gobiernos. Eso es simplemente una fantasía que cuesta muy caro al mundo, porque desprestigia a lo multilateral y debilita fuertemente al sistema internacional y a los países que están detrás.
¿Qué opinión le merece la realidad colombiana?
Soy muy amigo de Colombia y la quiero mucho. Tiene una economía vigorosa, que está mostrando su potencial. Han tenido muy buenas políticas para administrar el país, que está respondiendo y ya es una de las grandes economías. En lo político es una democracia sólida, con líderes muy buenos y empeñada en una campaña de paz que el país se merece. El sufrido pueblo colombiano, después de 50 años de estar en un conflicto, tiene todo el derecho a aspirar a que este proceso de paz tenga éxito.
El PNUD acaba de advertir que el 37 por ciento de la población de América Latina, o sea unos 200 millones de personas, corre el riesgo de caer en la pobreza. ¿Qué tan sólido ve el ascenso de un gran porcentaje de la gente de la región a las clases medias, a las que hoy pertenece uno de cada tres latinoamericanos?
Como dije al comienzo, tenemos que ajustar tuercas, y eso va a afectar las expectativas de la gente, que debe entender que es muy importante que no se obstruya la maquinaria del crecimiento. Eso implica la contribución de todo el mundo: del sector empresarial, del sindical, de los políticos. Es posible que América Latina disminuya su crecimiento, como está pasando ahora, y existe el riesgo de que un sector que subió a la categoría de clase media vuelva a ser pobre por falta de políticas adecuadas. Estar alerta ante ese riesgo es una gran responsabilidad de los gobiernos.
¿Cómo se imagina a la región en el 2020?
Se exageró en el pasado con eso de que parecía que habíamos llegado a la tierra prometida en materia económica, política y social. No es así. América Latina todavía es una región en vías de desarrollo.
Lo que está pasando en el mundo es una ‘inesquivable’ oportunidad para América Latina de privilegiar su mercado interno. Tenemos siete billones de dólares de producto bruto, somos ya un mercado potencia. Ha habido muchas experiencias de integración, pero esta no ha sido ciertamente el área donde hemos triunfado. Por el contrario, es bastante deprimente que hoy, tras más de 50 años de hablar del tema, solo el 19 por ciento de nuestro comercio se haga dentro de la región. Llegó el momento de hacer cosas entre nosotros para crecer.
¿Cómo ve la relación de América Latina y España?
Se han hecho cosas, pero hay que hacer mucho más. Durante muchos años, Europa, y España en particular, miró a América Latina como un lugar de destino de las inversiones. Hoy, América Latina tendría que mirar a España como un destino de sus inversiones internacionales y como una plataforma para invertir en Europa, África e incluso en Asia. Yo creo que hay que potenciar un poco la capacidad de integración entre las empresas de ambas partes, algo que será muy importante en el mundo que vendrá. El comercio es importante, pero la inversión lo es mucho más.
Usted vive la mitad del tiempo en España. ¿Qué tanto le preocupa lo que pasa con Cataluña?
Mucho. Como latinoamericano me cuesta entender estas discrepancias, que tienen antecedentes históricos y que juegan mucho en la vida de estos pueblos. Las leyes vigentes hay que respetarlas, pero se deben iniciar diálogos políticos que permitan encontrar puntos de encuentro entre Cataluña y España. Ojalá no queden secuelas, porque convivir en sociedades divididas es muy doloroso y muy complicado.
Un octogenario incansable y emprendedor
A los 83 años, Enrique Iglesias es el presidente honorario del capítulo ibérico del Consejo Empresarial de América Latina (Ceal), que se creó en enero y hoy suma más de 50 socios de Andorra, España y Portugal. También ejerce como profesor universitario y está a punto de reeditar la revista ‘Pensamiento Interamericano’. En Uruguay preside la Fundación AstUr (Asturias y Uruguay), que capacita a la gente que cuida a las personas de edad y que funciona además como un ‘think tank’ sobre las prioridades de su país para los próximos 25 años. “Necesitamos imaginar cosas para poder seguir viviendo”, comenta.
BERNARDO BEJARANO GONZÁLEZ
Madrid.
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