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El colombiano con mayor influencia en las jugadas de las Grandes Ligas

Con 75 años, el barranquillero Arturo Santo Domingo es el primer ejecutivo y anotador latino.

El batazo de Terrence Long a Mike Mussina fue a lo profundo del jardín derecho. Estaba cantado: ¡extrabases! El corredor de los Atléticos de Oakland en primera base, Jeremy Giambi, salió decidido a anotar. Los Yankees de Nueva York ganaban una carrera por cero en ese séptimo episodio del tercer partido de la serie divisional de la Liga Americana.
El jardinero Shane Spencer cogió la bola en terreno foul e hizo el lance al home a ver qué pasaba. La distancia era inmensa: 330 pies (99 metros). En el aire, pasó por encima de primera base, pero era muy corta para llegar al receptor. Inminente el empate en las piernas de Giambi, que ya había pasado de largo por la antesala...
Entonces, como por arte de magia, lejos de su posición habitual de paracortos, surgió Derek Jeter, justo donde caía la pelota, entre el plato y la primera. Sin detener la carrera, fuera del campo, la atrapó en el aire con la izquierda y, de inmediato, la pasó a la derecha, con giro de medio lado, y cedió atrás al receptor puertorriqueño Jorge Posada, que, por fracciones de segundos, puso out a Giambi.
Esa jugada, ocurrida el 13 de octubre del 2001 en el estadio de Oakland (EE. UU.), catalogada por muchos como la mejor de todos los tiempos en más de un siglo de béisbol de Grandes Ligas, quedó registrada en el libro oficial de anotaciones como 962 (bosque derecho-paracortos-receptor), bajo la firma del colombiano Arturo Santo Domingo García.
“Es inolvidable para los norteamericanos, que en estos días la repitieron con más frecuencia por el retiro del capitán Jeter. Esa jugada desmoralizó a los Atléticos, que ganaban la serie 2-0. El partido lo ganó Yankees con apenas dos hits, entre ellos un jonrón de Posada. Tan desmoralizados quedaron que perdieron dos partidos más y fueron eliminados por los Yankees”, evoca Santo Domingo, el primer latinoamericano en el cargo de anotador de Grandes Ligas.
Doble honor latino
Para tener ese honor hay que remontarse a muchos años atrás en la vida de Arturo, nacido el 19 de noviembre de 1938 (tiene 75 años) en Nueva York, donde su padre, Luis Felipe Santo Domingo –que nació en Panamá cuando aún pertenecía a Colombia– conoció a su madre, la bumanguesa Ernestina García.
Arturo pasó la niñez en Barranquilla, donde estudió primaria en el colegio Parrish. Y desde los 10 años –luego de la muerte de su papá, hermano del industrial Mario Santo Domingo– permanecía seis meses en la ciudad y seis en Nueva York.
“En Barranquilla nunca me interesó el béisbol ni recuerdo haber ido al estadio. Leía en los periódicos sobre los famosos beisbolistas colombianos, como ‘Chita’ Miranda (campeón mundial en 1947). Pero en Nueva York me nació la pasión asistiendo a los partidos de los Gigantes en el estadio Polo Ground. Una vez estando en Colombia, en 1958, año que los Gigantes se trasladaron a San Francisco, hice un viaje hasta esa ciudad únicamente para verlos. Me di cuenta que era un fanático del equipo”, relata Santo Domingo.
Graduado en Comunicaciones y Periodismo en Estados Unidos, se quedó en California para estar cerca de su equipo. A los 23 años, en 1962, lo emplearon en el departamento de comunicaciones de los Gigantes. Dos temporadas más tarde fue ascendido a jefe de Relaciones Públicas y Publicaciones y de esta manera –este es el honor inicial–, se convirtió en el primer latinoamericano en un cargo ejecutivo en Grandes Ligas.
Como tal ejerció hasta 1976, lapso en que colaboró con jóvenes latinoamericanos que luego se convirtieron en estrellas del equipo, como el puertorriqueño Orlando ‘Peluchín’ Cepeda y el dominicano Juan Marichal, ambos sus amigos y hoy miembros del Salón de la Fama, a quienes trajo a Colombia a dictar clínicas de béisbol, a mediados de la década del 70, con el patrocinio de Cerveza Águila, entonces de propiedad de su primo archimillonario Julio Mario Santo Domingo.
Al salir del equipo se dedicó al negocio de venta de licores y comida enlatada, pero viendo béisbol. Gigantes nuevamente lo llamó y trabajó con ellos de 1982 a 1989, elaborando fichas técnicas a los mánager sobre tendencias ofensivas de los jugadores rivales.
En septiembre de 1992, el anotador de Gigantes, el estadounidense Dick O’Connors, le contó que no podía trabajar por unos partidos y lo invitó a reemplazarlo. Como conocía la ‘pelota caliente’ aceptó y en un partido de Gigantes contra Bravos de Atlanta, en San Francisco, se convirtió en el primer latinoamericano en firmar la planilla oficial como anotador en Grandes Ligas.
Anotador respetado
Al principio el rol de anotador lo cumplía, de manera regular, cualquier periodista que cubría el equipo local. Los clubes visitantes se quejaban con ciertas situaciones que favorecían en la misma anotación al anfitrión. Por eso, poco tiempo después, se decidió contratar anotadores independientes. Santo Domingo es hoy uno de los cinco oficiales de Grandes Ligas para el Área de la Bahía, con el cubrimiento de dos equipos: Gigantes de San Francisco y Atléticos de Oakland.
Como anécdota recuerda que en un partido entre Yankees y Atléticos, José Guillén bateó sólido en el primer acto por el centro. El intermedista de Yankees, Alfonso Soriano, fue detrás de la segunda base, metió el guante, pero no cogió la bola. Dio hit. Nadie dijo nada, pero en el séptimo llegaron los periodistas de Nueva York a pedirle que decretara error de Soriano. Querían que no le dañara el juego al lanzador Andy Pettitte, que hasta ese momento solo había permitido ese imparable. No cambió. “Si fue hit en el primero es hit hasta el final”, respondió.
A los estadios de San Francisco y Oakland va cada vez que puede en compañía de su esposa, la estadounidense Fran, pero cuando anota lo hace solo, saliendo de la casa tres horas y media antes del inicio del juego. Ninguno de sus tres hijos se inclinó por el béisbol, pero a Marcos, de 14 años y uno de los nueve nietos, le ve buen futuro como jugador de los jardines.
El sistema de anotación es el familiar, totalmente manual, empleando bolígrafo azul para el desarrollo normal y el de color rojo para los errores. Solo que utiliza códigos para el ponche, con la misma letra K. Cuando es ponche cantado, es decir, con el bateador viendo pasar el lanzamiento, utiliza K. Pero cuando es abanicando, utiliza la K al revés. Sostiene que la primera parece al bateador esperando y la segunda al bateador fallando con el madero atrás.
De su comienzo como anotador a esta parte destaca la importancia de la televisión que permite ahora cambios de determinaciones. En el proceso de un fallo hay 24 horas y se le avisa al anotador. El árbitro que puede hacer ese cambio es Joe Torre, el legendario exmánager de Yankees. “Yo respeto las decisiones de Torre: sabe mucho”, dice.
“Santo Domingo es uno de los anotadores más respetado en las Grandes Ligas. Es un verdadero orgullo latinoamericano”, asegura el periodista colombiano Luis Alberto Torres, residente en California y exintegrante de la oficina de comunicaciones de Gigantes de San Francisco.
El domingo 9 de mayo del 2010, Día de la Madre, a Santo Domingo le correspondió anotar el juego perfecto que lanzó el zurdo estadounidense Dallas Braden en la victoria 4-0 de Atléticos sobre Tampa, el primero en 42 años en Oakland y el número 19 en la historia de las Grandes Ligas.
“Cuando terminó el juego le pedí al relacionista público de Atléticos que le dijera al pícher que firmara la hoja de anotaciones, pero me respondió que no, porque Braden no simpatizaba con los anotadores. Desde entonces le entró el ‘fucú’ (mala suerte) y al poco tiempo se retiró, creo que por lesión”, dice, dejando escapar una sonrisa, Santo Domingo, quien considera a Willie Mays como el mejor pelotero de todos los tiempos y al desaparecido puertorriqueño Roberto Clemente como el más completo de todos los latinoamericanos.
Al hablar de estrellas elogia a Édgar Rentería: “Cuando ganó la Serie Mundial con San Francisco en el 2010: ¡Uff! Sin él no la ganan. Lo mismo que la primera vez con Marlins. Es un orgullo tremendo. Como pelotero, uno de los grandes, un ganador. Como persona, todos los peloteros lo quieren y eso no pasa con todo el mundo. A Barry Bonds los otros peloteros no lo podían ver”.
Desde su silla del palco de periodistas de los estadios de San Francisco y Oakland, levantándose solo para ir al baño entre episodios, Santo Domingo ha ejercido como anotador oficial entre 500 y 600 veces, 22 de ellas este año, siempre en partidos de Atléticos. Y le ha tocado de todo: la jugada de Jeter, juego perfecto, Serie Mundial...
“Antes disfrutaba con los Gigantes. Ahora disfruto el béisbol anotándolo para mí o para las Grandes Ligas. Cuando no voy al estadio, lo veo por televisión. Y si los pelaos juegan en el patio, también los veo”.El gran talento de Colombia
Santo Domingo conoció en persona a Édgar Rentería y, este año, al lanzador zurdo José Quintana y al lanzador derecho Ernesto Frieri. “Sé que en Colombia hay gran talento para el béisbol, pero se necesita del apoyo del Gobierno para que esos muchachos no se pierdan”, dice.
Lo vital de ser un anotador en béisbol
El anotador oficial es parte del juego en béisbol, tanto que figura en la reglamentación de ese deporte.
Es la persona que con su criterio decide si un batazo es hit o error. Y esa determinación puede entregar o quitar un campeonato de bateo a un jugador o el título de efectividad de un lanzador.
El anotador debe conocer de béisbol, estar atento al partido y tener ética. En Grandes Ligas son hombres de largos recorridos.
Antes de un juego de Gigantes de San Francisco, Santo Domingo bajó a la caseta de los peloteros.
“Para este trabajo se necesita de mucha concentración, no perder un lanzamiento. Ver, más la experiencia que uno tiene, le permite saber lo que está pasando. Es claro que a la defensiva una pelota que se puede atrapar con esfuerzo normal, y no se atrapa, es error. Puedo escuchar comentarios en situaciones difíciles, pero la decisión es la mía. Mi trabajo puede variar el promedio de carreras limpias de un lanzador y soy honesto”, sostiene el colombiano Arturo Santo Domingo.
ESTEWIL QUESADA FERNÁNDEZ
Redactor de EL TIEMPO
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