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Un viaje al universo desde el desierto de la Tatacoa

Este destino del Huila es ideal para la contemplación astronómica y para descubrir paisajes áridos.

Eliana Rentería
El desierto de la Tatacoa, en el departamento del Huila, parece otro planeta. De día predominan los colores naranja de su suelo árido, el verde de los cactus y el azul del firmamento. Pero de noche, en plena oscuridad, el blanco se convierte en protagonista: la luz de un cielo estrellado junto con la luna, ilumina las más de 56.000 hectáreas de este paraje huilense. En el cielo que arropa a la Tatacoa se pueden perseguir estrellas y constelaciones. (Vea: Impresionantes fotografías del desierto de la Tatacoa)
Salimos al mediodía de Neiva, capital del departamento, hacia la población de Villavieja. Unos 45 minutos de camino por una carretera pavimentada.
Al llegar nos encontramos con un pueblo que alberga historia y ciencia. La primera parada fue en el Museo Paleontológico, creado en 1984, donde se exponen 950 piezas originales de restos fósiles de gigantescas tortugas, osos perezosos, cangrejos y peces que datan de casi hace 15 millones de años.
“Todos los restos fósiles han sido hallados en el desierto de la Tatacoa”, dice Julio César Prieto Morales, un guía veterano que tiene en su memoria la historia del Huila (Huil significa “montañas luminosas” en la lengua paez, comunidad que antiguamente habitaba estas tierras).
Paleontólogos, antropólogos, biólogos y turistas interesados en estos temas, provenientes de Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Chile y Argentina, son los viajeros registrados en el libro de visitas del lugar.
Viajeros de Colombia y todo el mundo llegan hasta el desierto de la Tatacoa para caminar, montar en bicicleta y contemplar sus paisajes.
Salimos de Villavieja rumbo al desierto. Solo seis kilómetros nos separan de uno de los atractivos naturales y turísticos más importantes del Huila, y uno de los más bellos del país. A medida que se avanza, el paisaje cambia: árboles, campos de algodón y ganado van quedando atrás. Los cactus, de hasta dos metros de altura, comienzan a aparecer: primero dos, luego tres, y el número va aumentando, hasta que invaden el paisaje.
Donde empieza el desierto hay un letrero de madera que indica que estamos en un Área Regional Protegida y que su altitud va de 386 a 900 metros sobre el nivel del mar. A simple vista, el paisaje parece de película: un suelo naranja terracota, el desierto infinito y tostado, con ondulaciones en la tierra. El cielo se pinta con pinceladas de color naranja, rosado y violeta.
Iniciamos el recorrido en el Cuzco, una de las cuatro áreas que tiene el desierto. Y es que la Tatacoa no es un desierto común: no tiene dunas, sino ‘montañitas’ de tierra, que van del naranja al rojo. Unas bajitas, de 50 centímetros, y otras altas, de hasta más de cuatro metros.
Estas acumulaciones de tierra forman una suerte de laberintos que invitan a caminar por allí, a subirse a ellas y a volver a bajar, a perderse y a buscar la salida. Por allí estuvimos durante 20 minutos –no disponíamos de más tiempo–, pero lo ideal es dedicarle al menos tres horas. Hay viajeros que hacen largas caminatas y otros, más osados, recorren la zona en bicicleta.
El cielo que arropa a la Tatacoa.
En el desierto solo viven unas pocas familias, en casas pequeñas y rústicas, que se ganan la vida criando ganado y chivos. Y aprovechan el turismo para vender leche de cabra, panelitas, yogur y cuajada.
Explorando el firmamento
Son las seis de la tarde y parece que no fuera a llegar la noche. El cielo aún es azul. Hasta que el Sol empieza a esconderse mientras la Luna, al mismo tiempo, hace su aparición. La escena parece arte de magia.
El desierto de la Tatacoa es uno de los principales destinos en Colombia para los estudiosos y amantes de la astronomía. Cientos de viajeros, nacionales y de todas partes del mundo, llegan hasta este paraje para contemplar el firmamento. Muchos duermen en carpas, con el fin de tener un contacto más directo con el universo.
De ello da testimonio el observatorio astronómico. Y allí contemplamos el cielo adornado de estrellas, planetas, cometas y otros cuerpos celestes. Hay fotografías de la Luna y de algunos planetas, todas captadas desde este lugar. Nos dirigimos a una terraza en donde hay cuatro grandes telescopios, y nos disponemos a escuchar a Javier Fernando Rúa, astrónomo y director del observatorio.
El científico, con un láser, apunta hacia el firmamento y ubica algunas constelaciones: Orión y Alfa Centauri. Y señala las estrellas.
Ahora, con un telescopio, aparece Marte, planeta que se ve como una estrella, un punto rojo en el firmamento. Luego, la Luna, una superficie grisácea con grandes cráteres. Y para finalizar el viaje al universo, se ve a Saturno, un planeta gigante adornado de anillos que parecen iluminados con luces de neón.
Si usted va...
A la hora de dormir: Se recomienda hacer ‘camping’ cerca de las casas que están en el desierto o del observatorio astronómico.
Regrese con la basura que produzca. Está prohibido encender fogatas.
Las charlas de astronomía en el observatorio y el uso de telescopios tienen un costo de 10.000 pesos.
www.tatacoa-astronomia.com
Si desea visitar otros lugares de la región, puede alojarse en Neiva. Una opción es el hotel Milán Boutique. Tarifas: desde 156.000 pesos por persona. www.milan-boutique.com. Tel.: (8) 871-1809.
Villavieja es un municipio a 15 minutos, en carro, del desierto. Allí está el hotel ecológico Yararaka. Tarifas, desde 50.000 pesos la noche. Tel.: 313-2470165.
La agencia Huiltur ofrece visitas guiadas. Tel.: 311-5959588.
El hotel Yararaka, en Villavieja (arriba), es ecológico y tiene piscina. Otra opción es acampar, cerca de las casas o del observatorio astronómico.
Eliana Rentería
Especial para EL TIEMPO
Eliana Rentería
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