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El hombre que creó 'duchas portátiles' para los habitantes de la calle

Carlos Jaramillo organiza un domingo de cada mes una jornada para atenderlos.

La primera vez que Carlos Jaramillo tuvo contacto con un habitante de calle fue a los 8 años de edad, en el parque María Eugenia, al sur de Bogotá, donde solía jugar trompo, canicas, escondite y catapis, con sus hermanos.
"Un muchacho de la calle nos atracó, nos quitó las bolas y los trompos, pero después nos hizo caminar hasta un cambuche, que estaba en un potrero, y nos dio unos tarritos de betún. Fue casi un intercambio que se hizo desde lo más jovial", rememoró Jaramillo.
Por aquella época había niños como él viviendo en las alcantarillas. También, familias enteras que pasaban sus noches en casas de cartón y plástico, en los potreros de Bogotá.
Jaramillo nunca fue ajeno a esta realidad y por eso, cuando se pensionó de Telecom a los 50 años, decidió dedicar su tiempo a ayudar a los habitantes de calle de Medellín, a donde se fue a vivir con sus padres siendo apenas un adolescente.
"Comencé a trabajar con una fundación que había en Barrio Triste, pero los bañaban de una forma muy rudimentaria, con mangueras a presión y al aire libre. Me ofrecía a bañarlos y le puse la manguera a un señor y le tumbé los calzoncillos, a él le dio mucha vergüenza y a mí también", contó Jaramillo.
Así nació su idea de crear duchas portátiles para habitantes de calle. Se trata de una estructura de metal que se asemeja a una bañera, con cortinas y tapete de plástico.
Él, junto a algunos amigos y con la ayuda del grupo católico Lazos de Amor Mariano, un domingo al mes, a las afueras de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, les brinda a estas personas la posibilidad de un baño de agua limpia en la intimidad de una ducha.
"La dignidad se experimenta en poder disfrutar de la intimidad, en el poder sentirse como un ser humano, agraciado con la vida. Tener la posibilidad de un baño de agua limpia, saber que salgo como nuevo, es algo que alguna vez tuve y que lo puedo volver a acariciar", dijo uno de los asistentes.
Cada uno de los habitantes de calle recibe un jabón, una afeitadora, una toalla, además de desodorante, cepillo de dientes, ropa limpia, zapatos y hasta servicio de peluquería. Los integrantes del grupo católico también realizan actividades y dinámicas. Al mediodía viene el sancocho y con ello finaliza la jornada.
En cada jornada los asistentes también reciben un corte de cabello y un almuerzo. Fotos: Guillermo Ossa/EL TIEMPO.
En una reciente visita que hicieron reporteros de este diario a una de las jornadas, asistieron casi 150 personas a recibir el servicio. Entre ellos hubo mujeres, jóvenes y adultos mayores, quienes fueron llegando de a poco, con la misma ropa del mes anterior y ansiosos por el baño.
Jaramillo y sus amigos caminaban de un lado para otro en busca de los instrumentos de aseo. "Mire, coja el jabón", "séquese bien, no se vaya a poner la ropa así. ¡Tribilín, báñese bien!, no solo la cara", les dice el líder.
"Yo no quiero esos pantalones cortos", dijo alguien. "Póngase pues estos bien cubiertos si no quiere mostrar pierna", respondió uno de los voluntarios mientras le pasaba unos pantalones azules.
Al final los diversos asistentes le dieron gracias a Jaramillo y a los más de 30 voluntarios de Lazos de Amor Mariano, que sin ningún interés les dieron la oportunidad de quitarse de encima el polvo, el barro y el sudor de semanas, además de ofrecerles al final de la jornada un plato de comida.
"A mí este baño, el sancocho y el corte de pelo me animan. Cuando hay amor uno se siente muy bien, me da esperanza de salir de estas, de cambiar y ser otra", contó una mujer de 50 años, que lleva 25 de ellos viviendo en las calles.
PAOLA MORALES ESCOBAR
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO MEDELLÍN
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