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El otoño de Jordi Pujol, el patriarca catalán

El hombre que gobernó Cataluña 23 años, ve su imagen destruida por la evasión tributaria.

‘España nos roba’. Este lema es uno de los pilares en la ofensiva independentista que desde hace cinco años marca la agenda en Cataluña y el resto del país ibérico. Una especie de verbo que se conjuga con cada aspecto de la vida cotidiana y que, en conclusión –no del todo errónea–, denuncia cómo los catalanes pagan más dinero en impuestos que el que reciben en inversiones del Gobierno central. (Expresidente catalán Jordi Pujol renuncia a sus privilegios y cargos)
El ladrón, sin embargo, no estaba fuera: durante más de dos décadas, gobernó y moldeó a Cataluña. El expresidente regional, Jordi Pujol, de 84 años, figura clave en la Transición y fundador del partido nacionalista Convergencia Democrática (CDC), confesó hace una semana haber defraudado a Hacienda durante 30 años, al no declarar una millonaria herencia oculta en paraísos fiscales.
Detractores y fervientes seguidores aún no se reponen de la alegría y el golpe, respectivamente. Los españoles se levantan un día sí y otro también con un escándalo de corrupción. La lucha contra el fraude fiscal ya ha tocado a famosos, como el futbolista Lio Messi.
La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas muestra que los problemas económicos (80 por ciento) son la mayor preocupación del país, seguidos por la corrupción y el fraude (35 por ciento) y los políticos (25 por ciento).
Aunque casi todas las fuerzas políticas se han visto salpicadas –los dos mayores partidos, el Popular (PP) y el Socialista Obrero Español (PSOE), tienen sendas investigaciones en curso por financiación irregular–, el caso de Pujol es trascendental.
La diferencia la marcan el personaje y el tiempo. Primero, porque CDC, la formación de centroderecha que fundó Pujol en 1978, gobierna en Cataluña y lidera la embestida independentista que, en teoría, ha de consumarse con una consulta separatista el 9 de noviembre.
Segundo, este médico de profesión encarna el viraje ideológico hacia la supuesta necesidad de la secesión.
En tercer lugar, porque en su vida política siempre estuvieron omnipresentes las pretensiones moralizadoras. Y, finalmente, muchos ven en su confesión una salida desesperada para intentar salvar a sus hijos, envueltos en escándalos judiciales.
“El expresidente usó durante muchos años una mezcla muy rentable en la que él, su familia, Convergencia y Cataluña eran lo mismo. Ahora esa amalgama es fatal”, explica el politólogo Joan Subirats.
Sus memorias, publicadas en el 2007, esbozan esos atributos del ‘president’, como todo el mundo lo sigue llamando, aunque abandonó el poder en el 2003. “Soy hijo de Florenci y María”, comienza el texto. Su padre, un botones que llegó a banquero, lo crio en un ambiente catalanista, es decir que reivindicaba la singularidad lingüística y social de Cataluña. Se casó con Marta Ferrusola en 1956 y tuvo siete hijos.
Férreo opositor del franquismo –que, entre otras cosas, prohibió el uso del catalán–, terminó torturado y pagó dos años de cárcel por activismo, lo que lo elevó a símbolo de la resistencia.
Pero Pujol también fue banquero. Fundó, con su padre y su cuñado, Banca Catalana, una entidad que llegó a ser el décimo grupo bancario español.
Tras la muerte de Francisco Franco, Pujol se alejó del banco y se presentó a las primeras elecciones democráticas, siendo elegido diputado. Su partido pidió el ‘sí’ en la votación de la Constitución de 1978, que permitía la creación de las comunidades autónomas, una manera de que Cataluña pudiera tener más autogobierno.
En 1980, en las elecciones para el Parlamento catalán, CiU (una coalición entre CDC y los democratacristianos) logró la mayoría. Una victoria que se repetiría en cinco ocasiones. Pujol defendió la democracia en el intento del golpe de Estado de febrero de 1981.
Ser el líder electoral en Cataluña le permitió servir de muleta a los gobiernos de Adolfo Suárez, del PSOE y del PP, y recibir a cambio la trasferencia de competencias, como la de la Policía, la gestión portuaria o mayores ingresos, al recibir una parte del impuesto de la renta.
La Generalitat, como se conoce al gobierno regional, también creó una fuerte red audiovisual en catalán. A esta política de ir pellizcando logros a cambio de apoyos parlamentarios se la llamó peix al cove (“más vale pájaro en mano...”). Eran tiempos en que el independentismo era asunto marginal.
“Siempre he sido antiindependentista –dijo en mayo pasado–. Y, ahora, al final de todo, veo que las condiciones en las que quieren que vivamos en España no nos permiten mantener nuestra identidad”.
Su manera paternalista de gobernar, con una memoria prodigiosa para los nombres y los sitios, lo hizo casi omnipresente. Los Pujol Ferrusola encarnaron el deber ser de la catalanidad. El despliegue del Estado de bienestar y las grandes mayorías le permitieron ser el artífice de la Cataluña moderna. Incluso, le dijo a la ciudadanía cómo debía vivir y cuántos hijos tener: tres por familia.
La aventura financiera llegó a su fin en 1982, con la intervención de Banca Catalana. Dos años después, la Fiscalía se querelló contra sus directivos. Luego de ser reelegido presidente, Pujol se defendió de las acusaciones y fue arropado con una manifestación de apoyo.
“Con esta marcha, lo que se quiere es dar apoyo a Cataluña –dijo–. ¡El gobierno de Madrid ha hecho una jugada indigna! Y a partir de ahora, cuando se hable de ética, de moral, podremos hablar nosotros, pero no ellos”. Dos años después, tras un laberíntico proceso, el caso judicial quedó archivado.
Pero el imaginario de la guerra sucia de España contra Pujol (y Cataluña, por extensión) cuajó. De hecho, en la carta inculpatoria, el ‘president’ explica que su padre dejó la herencia oculta porque consideraba “errónea y de incierto futuro” su opción por la política. Los beneficiarios eran Ferrusola y los hijos, ya que Florenci “tenía miedo de lo que pudiera pasar a un político comprometido”.
Franco les quitó el dinero a grandes fortunas una vez ganada la Guerra Civil, y era común en cierta élite catalana abrir cuentas en Andorra, paraíso fiscal a hora y media en carro desde Barcelona. En 1959, la dictadura incluyó a Florenci en la lista de evasores de impuestos que tenían cuentas en Suiza.
En la carta, el expresidente pide disculpas y asegura que “lamentablemente no se encontró nunca el momento adecuado para regularizar esa herencia”. En democracia, el gobierno español ha realizado tres amnistías fiscales, alguna apoyada con los votos de CiU. El pasado 14 de julio, cuatro hijos y Ferrusola presentaron declaraciones complementarias de la renta, para aflorar el patrimonio andorrano.
La confesión del patriarca cayó como una bomba a tan solo cuatro meses de que se cumpla el plazo estipulado para realizar una consulta sobre la independencia de Cataluña, que apoyan otras fuerzas, como Esquerra Republicana.
Artur Mas, actual presidente y el sucesor que Pujol escogió a dedo, intentó cortar por lo sano y afirmó que se trataba de “un asunto personal”. Una declaración que contrasta con la defensa que se hacía cuando las primeras informaciones periodísticas insinuaban el fraude y que se tildaban de “ataques a Cataluña” por su decisión de caminar hacia el separatismo.
La examante de Jordi Pujol Ferrusola, el primogénito, confesó cómo este sacaba bolsas llenas de billetes de 500 euros del principado en los Pirineos. La Audiencia Nacional investiga ahora sus movimientos.
“Mi familia y yo tenemos la conciencia tranquila, porque, después de aguantarlo todo 22 años, no se ha podido demostrar nada. ¿Es que mis hijos no pueden trabajar? (Cuestionarlo) es una manera de hacer política no digna, lo ensucia todo y perjudica el estado de ánimo del país”, respondió Pujol en una entrevista en el 2002, al preguntársele por el manto de dudas que despertaba la adjudicación de contratos públicos a sociedades del entorno de sus vástagos.
Pujol renunció la semana pasada a su pensión vitalicia (216 millones de pesos al año), al trato protocolario de “muy honorable” y a otras prebendas, así como a todos los cargos honoríficos del partido.
“Es triste, pero Cataluña está por encima de toda persona por relevante que haya sido”, dijo Josep Rull, secretario de organización de CDC y reemplazo de Oriol Pujol, el delfín político del clan, que vio truncada su carrera al ser imputado por tráfico de influencias para adjudicar licencias a empresas que hacen las revisiones técnico mecánicas.
La Asamblea Nacional Catalana, el movimiento ciudadano que promueve la independencia, también marcó distancias. “Si no hacemos limpieza, no podremos construir un país nuevo”, argumentó su presidenta Carmen Forcadell. Una posición muy respaldada dentro de los círculos más radicales de la independencia, que siempre han visto a los Pujol como parte de una casta.
Hace un tiempo, Pujol aceptó que no quería acabar su vida como el excanciller Helmut Kohl, cuya imagen de prestigio innegable se derrumbó por un escándalo de financiación irregular. Pero puede que incluso lo haga en el mismo país: dicen que se irá a vivir a Alemania para sobrellevar la vergüenza de haber mostrado el camino a los catalanes con una mano, mientras con la otra escondía dinero negro en Andorra.
Camilo Sixto Baquero Medina
Especial para EL TIEMPO
Barcelona.
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