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Israel confronta sus demonios: racismo de grupos de ultraderechistas

Atroz asesinato de un adolescente palestino quemado vivo. Ojo por ojo.

EL TIEMPO
 El arresto de seis jóvenes extremistas judíos por el asesinato de un adolescente palestino, quemado vivo, provocó una súbita toma de conciencia en la sociedad israelí sobre el peligro que representan los grupúsculos antiárabes más o menos estructurados.
“El escenario del diabólico asesinato de Muhammad Abu Hdeir es la pesadilla del Shin Beith (servicios de seguridad interior): un escenario en el cual el conflicto israelo-palestino se transforma en una batalla tribal entre dos comunidades, con la ley bíblica del ojo por ojo, que podría acarrear destrucción y ruina (...) para ambas partes”, afirmó el editorial del diario Maariv.
El Shin Beith detuvo a seis sospechosos de la muerte de Abu Hdeir, de 16 años, secuestrado el 2 de julio en Shuafat, un barrio de Jerusalén Oriental. Su cadáver, completamente calcinado, apareció unas horas más tarde cerca de un bosque en el oeste de la ciudad. Los sospechosos pertenecerían a “un grupo judío extremista”, tres de los cuales “han confesado haber asesinado y quemado a Abu Hdeir; además realizaron una reconstrucción del crimen” frente a los policías, dijo una fuente próxima al caso.
Medios israelíes señalan a dos grupúsculos: la Familia, integrado por simpatizantes ultraderechistas del club de fútbol Betar Jerusalén, y Lehava, abanderado en la lucha contra los casamientos mixtos, sobre todo con árabes.
Esas organizaciones tienen visibilidad en las redes sociales (13.000 ‘me gusta’ en la página de la Familia), contrariamente a los activistas de las colonias judías de los territorios ocupados, que movilizan redes más discretas.
Uno de esos grupos es el movimiento Jóvenes de las Colinas, integrado por colonos radicales, que dan que hablar con cierta periodicidad desde que Israel ordenó la evacuación unilateral de la Franja de Gaza en 2005. Algunos se especializan en las agresiones contra los árabes, a menudo firmadas ‘Tag Mehir’ (‘Etiqueta de precio’, en hebreo). La órbita radical reivindica una filiación ideológica con el movimiento racista antiárabe Kash, fundado por el rabino Meir Kahana en 1971 e ilegalizado en 1994, después de que uno de sus adeptos, Baruch Goldstein, asesinó a 29 musulmanes en la tumba de los Patriarcas, un lugar santo de judíos y musulmanes en Hebrón.
Varios ministros y exjefes de los servicios secretos israelíes pidieron en vano desde entonces que los autores de esos actos sean catalogados como “terroristas” y no como simples militantes de “organizaciones ilegales”.
El asesinato de Hdeir fue atribuido a una voluntad de venganza por el secuestro y asesinato, unos días antes, de tres jóvenes israelíes en Cisjordania ocupada. Después del descubrimiento de los cuerpos, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, fue acusado de echar leña al fuego con amenazas.
“Ni siquiera Satanás concibió una venganza para quienes vierten sangre de niños”, declaró Netanyahu, citando al poeta nacional israelí Nahman Bialik. Pocos minutos después, unos 200 extremistas judíos, convocados por Facebook, organizaron una marcha en Jerusalén que se convirtió, según testigos, en una “cacería de árabes”.
Las autoridades israelíes amenazaron con acciones legales para frenar los desbordamientos de odio racista en las redes sociales. Pero también en las redes sociales, numerosos israelíes expresaban su estupor y repudio por lo ocurrido. “Algo le ha ocurrido a nuestra sociedad sin que nos diéramos cuenta; una enfermedad subrepticia se ha propagado”, afirmó la columnista Sima Kidmon en el Yediot Aharonot. Las organizaciones antirracistas convocaron a varias marchas en Jerusalén, Tel Aviv y Haifa. Y en Cisjordania, un influyente rabino, Eliakim Levanon, llamó a condenar a muerte a los autores del asesinato del adolescente palestino. Una prédica poco audible para colonos extremistas que dieron libre cauce a expresiones de júbilo al enterarse del asesinato, al igual que algunos palestinos al difundirse la noticia de la muerte de los tres israelíes.
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