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'Cesarín', el capo que cayó gracias a sus chicas prepago

El exjefe de la banda de 'Los Paisas', era buscado por la Interpol en aeropuertos de 190 países.

El ruido de los helicópteros Black Hawk, que sobrevolaban la finca La Teca en la vereda La Esperanza, de Turbo (Antioquia), despertó a Hernán Darío Giraldo Gaviria, alias ‘Cesarín’, quien se levantó como un resorte de la cama donde dormía.
¿“Qué pasa?”, gritó el jefe de la Oficina de Envigado. “¿Qué ocurre?”
Afuera de la habitación se escuchó la voz de Juan Carlos Valencia, el escolta que lo acompañaba. Agitado, Valencia golpeó la puerta: “Patrón, llegaron, llegaron. Salga rápido, yo lo recojo abajo, cerca de la carretera”.
Los helicópteros se ubicaron muy cerca de la entrada y salida de la vivienda. Doce comandos élite de la Dirección de Inteligencia de la Policía (Dipol) se deslizaron por sogas y rodearon el inmueble. La mujer de 20 años, que acompañaba a alias ‘Cesarín’, se levantó de la cama y observó cómo este se ponía una camiseta de color negro, calzó unas pantuflas, y sacó la pistola Pietro Beretta que guardaba debajo de la almohada.
La mujer había llegado tres días antes desde Santa Marta. Universitaria y de buena familia, integraba un grupo de jovencitas que subía desde la capital del Magdalena hasta la zona rural de Turbo (Antioquia), para animar las fiestas y noches de ‘Cesarín’ y los escoltas que Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, jefe de la banda criminal Los Urabeños, le había destinado para su seguridad.
Una vez salió de la casa, Giraldo se dirigió presuroso a una cañada que desembocaba a la vía que conduce hasta la finca. No les fue difícil cercar a ‘Cesarín’, quien al escuchar la voz de “alto”, frenó su carrera y levantó las manos. La pistola que llevaba entre su pantalón cayó muy cerca de sus pies.
En La Teca culminaron 5 meses de fuga desde que el pasado 13 de diciembre, en una decisión polémica, el juez segundo de ejecución de penas de Villavicencio, Ronaldo Floriano Escobar, le otorgó el beneficio de casa por cárcel en Puerto López (Meta), “para que atendiera los problemas de salud de su mamá y la situación sicológica de sus dos hijos”.
Finca La Teca, en Turbo (Antioquia), donde se refugiaba 'Cesarín'.
‘Cesarín’ salió de la cárcel y nunca llegó a la vivienda destinada para su reclusión, en el barrio La Laguna.
En febrero pasado, EL TIEMPO llegó a la casa número 8 de la calle 14D, de Puerto López, y comprobó que ‘Cesarín’ no se encontraba allí. La vivienda era ocupada por una familia que la habitaba desde hacía 15 años y nunca se enteraron que había sido destinada a uno de los delincuentes más buscados por las autoridades.
“Desde su fuga, Giraldo reinició el contacto con uno de los mandos medios de Los Urabeños y hombre de confianza de Otoniel, que está preso en la cárcel de Combita, donde él estuvo detenido. El contacto intercedió para que lo recibiera y le reorganizara el negocio del narcotráfico en Córdoba”, asegura el oficial de la Dipol que coordinó el operativo.
Cuando se supo de su fuga, la Dipol activó el grupo de cinco investigadores que lo capturaron el 28 de noviembre de 2011, entre los municipios de Cañas Gordas y Giraldo en Antioquia, por la muerte de Argemiro Salgar, empresario de chance.
“Le conocíamos sus gustos por la ropa de marca, la buena comida, las fiestas con mujeres prepago y el derroche de dinero en carros lujosos. En Montería, a donde llegó protegido por Los Urabeños, empezó a contactar proxenetas para que le reclutaran su ejército de ‘pequeñas diversiones’, como le decía a las jóvenes”, cuenta el oficial.
El clan Úsuga
En su expediente judicial, figura que Hernán Darío Giraldo Gaviria perteneció como sicario en la Oficina de Envigado, del bloque Cacique Nutibara de las autodefensas, que tenía bajo su mando Diego Fernando Murillo Bejarano ‘don Berna’.
Tras la extradición del capo a Estados Unidos, la dirección de esta organización se dividió en tres y, en 2008, ‘Cesarín’ se puso a órdenes de Maximiliano Bonilla, alias ‘Valenciano’, en la sangrienta guerra contra Erikson Vargas Cardona, alias ‘Sebastián’.
La Fiscalía lo responsabiliza de desplazamiento forzado, homicidios, extorsiones, secuestro, tráfico de armas y explosivos, narcotráfico y lavado de activos.
“Cuando salió de la cárcel de Villavicencio, Giraldo Gaviria viajó a Medellín y se enteró que había una orden para matarlo. El contacto de Los Urabeños le dijo que viajara a Montería para que reorganizara el narcotráfico en esa zona y levantara el negocio de Otoniel. Desde una finca en Tierra Alta coordinó durante tres meses la red de producción y operación de tráfico de cocaína por el golfo de Urabá hacia Panamá y México”, expresa el oficial de la Dipol.
En Montería y Santa Marta, el grupo de oficiales de inteligencia se infiltró en los círculos que manejan el negocio de mujeres acompañantes. Allí establecieron que había un grupo de jovencitas denominada “las exclusivas”, integrado por universitarias, que cada semana viajaban hasta Tierra Alta.
“Cada fin de semana, un proxeneta contrataba varios vehículos y subía hasta la finca con 12 muchachas para que lo acompañaran. Su debilidad son las jovencitas de 20 y 22 años”.
El traslado
Debido al éxito en las operaciones de salida de cargamentos de droga por la frontera con Panamá, alias Otoniel encargó a Roberto Vargas, alias Gavilán, su segundo al mando y ex hombre de confianza de Salvatore Mancuso, trasladar a “‘Cesarín’” al Urabá antioqueño. Sería, primero, para disminuir la presión que estaba ejerciendo la policía sobre sus actividades, que empezaron a hacerse públicas como “hombre de buena vida”, y, segundo, debido a las operaciones adelantadas contra Los Urabeños desde diciembre pasado.
A través de un mando medio, el jefe de la Oficina de Envigado llegó a Turbo, Urabá antioqueño, a mediados de abril. Allí fue trasladado a la vereda La Esperanza y llevado a la finca La Teca. Las órdenes eran organizar la red financiera de extorsiones, minería ilegal y narcotráfico en esa zona del país. Su escolta, Juan Carlos Valencia, era el encargado traerle la comida desde restaurantes de Turbo, y probarla para que no fuera envenenado.
“Las fiestas de ‘Cesarín’ empezaban el miércoles y terminaban el lunes de la semana siguiente. El grupo de chicas era llevado por la mañana y participaban de la fiesta animadas por licores finos y regalos como joyas y relojes”, explicó el investigador.
Al mismo tiempo que ‘Cesarín’ administraba los negocios del clan Úsuga y sus días transcurrían entre diversión, buenas comidas y una caja menor de 100 millones de pesos, la Dipol iba cerrando el cerco donde se encontraba.
El 10 de mayo pasado a las 11 de la noche, el comando élite llegó hasta un kilómetro de la finca. Con visores nocturnos, empotrados en sus cascos, y pintados sus rostros con camuflaje, los comandos avanzaron hasta quedar a solo a menos de 100 metros de la finca.
“La información sobre la presencia de tres personas que ocupaban la finca La Teca nos confirmó que ‘Cesarín’ estaba con su escolta personal y la universitaria que lo acompañaba. En cuestión de horas dimos con él, finalizando un trabajo de inteligencia con fuentes humanas que nos permitió recapturar al último eslabón de la desmantelada Oficina de Envigado”, aseguró el oficial.
La caleta donde el capo pretendía ocultarse.
Antes de su recaptura, la Interpol había enviado una circular roja a sus oficinas en los aeropuertos de 190 países del mundo, con su fotografía, datos personales y sus huellas dactilares, en donde se destaca una condena de 20 años de homicidio agravado, concierto para delinquir y fuga de presos.
Los días de fuga de Hernán Darío Giraldo Gaviria, ‘Cesarín’ terminaron en La Teca. Atrás quedó la correría por Córdoba, Magdalena y Urabá Antioqueño, con su rastro de lujos, fiestas, derroche y su grupo de chicas prepago.
JOSÉ GREGORIO PÉREZ
Especial para EL TIEMPO
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