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A niños sobrevivientes de Fundación los asedian las pesadillas

Padres de varios de los 32 pequeños que murieron en el accidente hablaron con EL TIEMPO.

Antes de salir al taller para a arreglar una motocicleta, Jhonny Barón de la Cruz se despidió de su hijo de 5 años, quien el domingo anterior se levantó temprano para asistir a la iglesia Pentecostal Unida de Colombia, en el barrio Altamira, de Fundación. Esa sería la última vez que lo vería con vida.
“Él fue a la iglesia porque yo estoy enfermo –tiene una masa en la cabeza–, para que orara por mí y que me sanara rápido. Decía que no quería que lo dejara solo y fíjese, yo fui el que quedó solo”, dice Jhonny, quien se llama igual que su hijo fallecido. (Lea: Es necesario endurecer las sanciones': Gobierno)
Cuando De la Cruz oyó que un bus repleto de niños se estaba incendiando, corrió unos 600 metros, desde el taller hasta el lugar de la tragedia, en la vía Fundación-Valledupar. Al llegar encontró a su hijo quemado, y en medio de la angustia se lo llevó para su casa. Era la 1 de la tarde. (Lea también: Hasta 20 años pagarían sindicados de la muerte de niños en Fundación)
“Estaba muerto, pero me lo traje porque quería que estuviera en su hogar; cualquier padre haría eso”, dice frente a la casa de barro y techo de zinc donde vive con su esposa y otros cinco hijos, en la invasión Vista Hermosa. A las 3 de la tarde, agentes del CTI llegaron hasta su casa para recoger el cuerpo. ('Todos tenemos la culpa de la tragedia en Fundación')
Hace ocho días, siete niños del barrio, incluyendo tres de sus hijos, abordaron el vehículo que los recogía todos los domingos para ir al culto. Iban cantando y felices como si se tratara de un paseo. En la iglesia hicieron manualidades, escucharon pasajes de la Biblia y recibieron merienda. Al mediodía, cuando regresaban a sus casas, el bus –que funcionaba con gas– se varó dos veces porque se quedó sin combustible. Cuando el conductor Jaime Gutiérrez intentó prenderlo, echándole gasolina al carburador, el vehículo se incendió y les causó la muerte a 32 menores y un adulto.
Suniris Mozo, quien tenía a su cargo a los niños de Vista Hermosa, iba en la puerta del bus, junto al líder espiritual Manuel Ibarra, que habría contratado el vehículo. Por eso está detenido. Mozo sacó a los niños que estaban en la parte delantera del bus, hasta que las llamas le impidieron continuar. En medio del humo, solo se oían gritos de auxilio, y algunos niños se lanzaron por las ventanas. Así lograron salvarse los otros dos hijos de Jhonny, de 7 y 10 años, quienes desde ese día están al cuidado de su tía Lucy Barón, en el barrio Santa Helena, porque no quieren quedarse en su casa. “En las noches tienen pesadillas y se despiertan asustados”, cuenta la tía. (Vea acá: En el país hay 1,9 millones de vehículos con más de 20 años)
En el barrio Faustino Mojica viven un drama similar 15 familias. Josefa Escobar y Alexánder Martínez perdieron a sus hijos, de 2 y 4 años, quienes fueron al culto con su tía Rosiris. Josefa tenía 8 meses de gestación y al enterarse del accidente se desmayó. Fue llevada de urgencia al hospital San Rafael, de Fundación.
Alexánder, su esposo, estaba trabajando en el campo. “A mí me llamaron, salí corriendo y cuando llegué encontré el bus quemado. Si hubiera estado ahí, mis hijos no se mueren, me muero primero yo”, dice Martínez, que viajó el lunes a Barranquilla para identificar los cadáveres en Medicina Legal. (Lea además: Juan David, el pequeño héroe del accidente en Fundación)
El miércoles, al regresar destrozado por la confirmación de que sí eran ellos, su esposa, Josefa, dio a luz a Maripaz. Para su hermana Marelvis de la Hoz, quien la acompañó en el hospital, el nacimiento de la bebé es una bendición en medio del duelo familiar. “Esta bebé la hace superar, no digamos que todo el dolor, porque la pérdida de un hijo es irreparable, pero ella siente mucho apoyo”, dice Marelvis, que llegó desde La Loma (Cesar) para acompañar a su hermana.
José Manuel Hernández, abuelo de un niño de 7 años que se recupera en una clínica de Barranquilla, recordó que, en los últimos meses, a la escuela dominical de la iglesia alcanzaron a asistir 190 niños, por lo que se contrató el servicio de transporte, el cual siempre fue prestado por el mismo bus viejo.
PAOLA BENJUMEA BRITO
Enviada especial de EL TIEMPO
FUNDACIÓN (MAGDALENA)
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