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Pernambuco: color, fútbol y alegría en Brasil

Recorrido por este estado que volvió a ponerse de moda gracias al Mundial.

GERMÁN LEZA
Dicen los pernambucanos: “Acá tenemos dos estaciones: el verano y la estación del tren”. Con un clima tropical, la gran capital de Recife, la pintoresca Olinda y las playas de Porto Galinhas, en el estado de Pernambuco, nordeste de Brasil, no escapan del imaginario que muchos construyen sobre el país vecino, con buenas dosis de calor, sol y playas de arena blanca, y una rica historia.
Aunque, en realidad, las estaciones en el nordeste brasileño se dividen en lluvia y no lluvia. El verde del escenario pernambucano da cuenta de la humedad que hace florecer hasta los médanos.
Puede llover torrencialmente en una vereda y en la otra habrá sol. Por eso no hay que desanimarse por nubes que pueden desaparecer de un segundo a otro. Claro que en época de lluvias (en junio y julio se dan las mayores precipitaciones) esto ocurre con mayor frecuencia.
Fundada en 1537, Recife, ciudad de cinco millones de habitantes, es una de las 12 sedes del próximo Mundial de Fútbol. En su flamante estadio, Arena Pernambuco, jugarán en la primera ronda Italia, Alemania, México, Costa de Marfil, Japón y Costa Rica.
La capital es llamada la Venecia brasileña porque la cruzan seis ríos, la enmarcan más de 200 canales y la unen 45 puentes. Un recorrido en catamarán puede engañar al turista y hacerlo creer que está en un rincón de Ámsterdam, hasta que aparecen las modernas construcciones entreveradas con las viejas de estilo europeo.
Recife cuenta con historias y lugares increíbles. Playas que hasta hace 20 años disfrutaban pobladores y surfistas hasta que apareció un enemigo: 49 ataques de tiburones en las últimas dos décadas obligaron a quienes se bañaban en el mar a solo refrescarse los pies. Los carteles están por todas partes: ¡Peligro: riesgo de ataques de tiburón!
El epicentro turístico está en el archipiélago que conforman tres islas: barrio de Recife, San Antonio y Buena Vista. Aquella fama de la Venecia o la Ámsterdam brasileña la ciudad se la ganó en este territorio gracias a la arquitectura holandesa (herencia del breve pero significativo periodo de dominación holandesa, entre 1630 y 1654) y al sello que le dio el conde Mauricio de Nassau.
Recife debe su nombre a los extensos arrecifes de sus costas. Pero en tierra cuenta con un interesante patrimonio. Estando allí se debe visitar la Capilla Dorada, la construcción más antigua del barrio de San Antonio, que queda en el convento franciscano y deslumbra por el predominio del tallado cubierto en oro.
Marco Zero, en el Recife Antiguo, es el punto donde se fundó la ciudad. Al frente está la Torre de Cristal, del artista Francisco Brennand. A 100 metros de Marco Zero se camina por la Rua de Bom Jesus o Rua de los Judíos.
Cruzando de Recife Antiguo a la isla San Antonio está la Plaza de la República, frente a la cual está el histórico Teatro Santa Isabel, el Palacio de Gobierno y el Palacio de Justicia. Además, en el parque hay un ejemplar de baobab de 300 años, en el que Saint-Exupéry se habría inspirado para escribir El Principito.
La playa campeona
Porto de Galinhas fue elegida 11 veces consecutivas como la mejor playa de Brasil. Quizá por el arrecife que se extiende a lo largo de sus 16 kilómetros de costa, un cinturón marino que le brinda una biodiversidad extraordinaria y aguas entre cristalinas y turquesas.
A unos 60 kilómetros de Recife, todo es goce. Se practica esnórquel o buceo en sus piscinas naturales que inundan los corales, a solo unos metros de la costa. La variedad cromática de los peces es fascinante.
La historia de su nombre está ligada con la historia de Brasil. Cuando la esclavitud estaba prohibida, el comercio clandestino subsistía.
“Ahí llegan las gallinas”, gritaban cada vez que se aproximaban embarcaciones supuestamente cargadas con plumíferos portugueses, pero que en sus bodegas escondían esclavos.
Hoy, las gallinas tienen otro sentido y, lejos de su pasado sombrío, asoman alegres en esculturas dispersas en la villa. El artista Carcará fue uno de los responsables de este cambio, cuando hace 17 años se instaló allí y empezó a recrearlas en material reciclado. En esta ciudad hay desde lujosos hoteles cinco estrellas hasta simples posadas. Todo está dispuesto para el turista.
La legendaria Olinda
Olinda fue la capital de Pernambuco, la más antigua del país. Cuentan que fue en territorio pernambucano donde los españoles descubrieron Brasil, en enero de 1500, por Vicente Yáñez Pinzón, quien llegó con Colón en 1492 y era capitán de La Pinta. Además, es conocida por tener uno de los carnavales más célebres de Brasil con sus muñecos gigantes y su esquina soñada de Los cuatro vientos, donde sus escuelas se juntan para cantar y bailar. No hay sambódromo ni teatro.
El carnaval está en las calles y el público es actor de un acontecimiento que dura días, y la inhibición y la libertad son los dueños de las empedradas calles del centro histórico.
El frevo y el maracatu son dos ritmos típicos pernambucanos, que no dejan de sonar y de bailarse durante el carnaval. Con su incansable andar, el visitante podrá perderse entre las casas que cambian de color como quien alterna notas precisas para constituir una melodía repleta de armonía y vida.
Si usted va...
Los colombianos no necesitan visa para ingresar a Brasil. Sin embargo, le exigirán el certificado de vacuna contra la fiebre amarilla.
Una buena opción de hotel en el Puerto de Gallinas es el Summerville Beach Resort (Porto Galinhas). Cinco estrellas. Ideal para familias.
Un plato imperdible en toda la región son los camarones al abacaxi (ananá).
Más información sobre turismo en Recife, Olinda y Puerto de Gallinas, en www.recifeguide.com.
GERMÁN LEZA
LA NACIÓN (ARGENTINA)
GERMÁN LEZA
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