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¿Ganamos o perdimos?

Creo que todos perdimos en las elecciones. Tengo varias razones para argumentar sobre la derrota generalizada de los que se presentaron a las elecciones, los que creen haberlas ganado, los que las perdieron y hasta los que fueron a votar. Lo que ocurrió, así nos lo quieran maquillar y disfrazar, ha sido una derrota de la democracia. La tranquilidad y los pocos delitos electorales reportados no son el único indicador del éxito de unas elecciones. Aunque me alegro de que eso haya sido así. El fracaso está en la baja participación y en los resultados de la votación de esta “fiesta de la democracia”, frase estereotipada y caduca.
Perdonen el abuso de la aritmética en esta columna. Olvidemos nuestra baja calificación internacional en matemáticas y hagamos un esfuercito. Voy a analizar los votos sobre el potencial de electores, y no por porcentajes de los que votaron, tal como ha aparecido en todas partes.
Si consideramos los casi 33 millones de votantes potenciales y cómo actuaron ese día, tendremos una idea mejor de la participación democrática. Teniendo en cuenta solo los datos de la votación por Senado, de cada cien colombianos que podían votar, únicamente 44 lo hicieron, 3 no marcaron nada en el tarjetón y 5 votantes lo tacharon mal. Así, de cada 100 votantes, solo lo hicieron efectivamente 36. Claro, esto suponiendo que los que marcaron el tarjetón, parecido a un baloto gigante, no se equivocaron y señalaron el candidato de sus preferencias y no otro. Además, 3 de cada 100 votantes potenciales lo hicieron en blanco.
Siete votantes de cada 100 lo hicieron por ‘la U’; 6 de cada 100, por el Centro Democrático; 6, por los conservadores; 5, por los liberales; 3, por Cambio Radical; 2, por los ‘verdes’; 2, por el Polo, y 2, por Opción Ciudadana; solamente 1 de cada 100 votó por el Mira, que se queda sin senador. Un pobre apoyo para todos.
Si pensamos que en el Senado se pueden aliar los de ‘la U’, los radicales y los liberales, eso solo será el resultado de 15 votos de cada 100 colombianos que podían votar. Es decir, tendrán 48 senadores con el 15 por ciento de los que podían votar. La oposición entre uribistas y conservadores llegaría a 38 curules, con el 12 por ciento de los votos posibles.
Claro que los conservadores pueden dividirse, y algunos se sumarán a un bando o a otro, pero seguramente al bando que gane. Las alianzas son necesarias para poder gobernar. El Gobierno necesita un Senado controlable. La debilidad de los votos obtenidos hará costosa la alianza. Se otorgarán puestos, contratos y favores que nutrirán más a la corrupción que al país. ¿Resbalará la paz?
Las curules del Senado no necesitaron los mismos votos. Al dividir la votación recibida por el número de curules obtenidas, resulta que, aproximando a 1.000, les costaron 309.000 votos a los indígenas; 113.000 a los ‘verdes’; 111.000 a Cambio Radical; 108.000 al Polo; 108.000 a Uribe; 106.000 a ‘la U’; 105.000 a Opción Ciudadana; 103.000 a los liberales, y 102.000 votos, los más baratos, a los conservadores. Es una desigualdad relativa.
La abstención llegó al 56 por ciento. La votación efectiva, sin nulos, vacíos y blancos solo llegó al 33 por ciento del potencial de voto. Ese es el drama de nuestra democracia. No fue el clima, ni la falta de publicidad, ni de información. Es el desencanto, el desánimo de los electores por el abuso de los políticos, por su bajo nivel, por su tolerancia o complicidad con la corrupción y su incapacidad de resolver los problemas de la población. Izquierda y derecha buscan el pantallazo. Pocos piensan en el ciudadano. Ya no se titula: ‘¡Triunfo de la democracia!’. Sería el colmo del cinismo. Necesitamos y queremos más democracia.
Carlos Castillo Cardona
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