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Abdel Fatah al Sisi, ¿el nuevo 'faraón' de Egipto?

Todo indica que los egipcios volverán a tener a un militar al frente del país.

FRANCESCA CICARDI
El general –recién nombrado mariscal– Abdel Fatah al Sisi parece destinado a convertirse en el nuevo líder militar de Egipto, después de haber derrocado al primer presidente del país elegido democráticamente en las urnas.
Al Sisi fue el encargado de anunciar el golpe de Estado contra el islamista Mohamed Mursi el pasado 3 de julio, convirtiéndose así en el nuevo hombre fuerte de Egipto, gobernado siempre por uniformados desde la década de los 50, excepto en el breve mandato de un año del presidente Mursi.
La historia se repite y todo indica que los egipcios volverán a tener en breve a un militar al frente del país, tres años después de haber derrocado al dictador Hosni Mubarak, él también hombre del Ejército, con galones y puño de hierro. Al Sisi reúne todas las características necesarias para aspirar a ser el nuevo “faraón”, desde los honores militares hasta su pose altiva, además de contar con el respaldo de los generales y una buena parte de la población.
Al Sisi fue ascendido la semana pasada de General a Mariscal de Campo, el grado máximo dentro de la jerarquía militar y título que muy pocos antes que él lograron, ni siquiera el propio Mubarak. A este reconocimiento le siguió el respaldo de la cúpula militar egipcia, que dio su visto bueno para que el jefe del Ejército se presente a las elecciones, si así lo desea. Ahora, sólo queda que el mismo Al Sisi confirme su intención de optar a la presidencia, algo sobre lo que hay muy pocas dudas, al igual que caben pocas dudas sobre su victoria en el caso de que compita.
En los pasados meses, las instituciones estatales y la prensa egipcia llevaron a cabo una intensa campaña a favor de Al Sisi, creando un auténtico mito en torno a su persona, ensalzándolo y presentándolo como el único hombre capaz de gobernar Egipto y sacarlo del caos actual.
No pasa un día sin que los periódicos egipcios tengan en sus portadas una fotografía del Mariscal, en un acto oficial u ofreciendo declaraciones, ya que Al Sisi lidera de facto el país desde el pasado verano y es la cara visible del nuevo régimen instalado tras el golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes.
“Al Sisi fue el arquitecto de toda la estrategia y no ha desvelado sus planes (hasta ahora)”, exlica a EL TIEMPO Robert Springborg, profesor de la Academia Naval de Monterrey (California), considerado uno de los mayores expertos en el Ejército egipcio a nivel mundial.
“No podemos saber si planeaba acceder a la presidencia desde julio, pero el Ejército quería tomar el poder y esperó hasta ver si era necesario controlar la Presidencia y qué posibilidades tenía de llegar a ella”, añade. Según Springborg, Al Sisi es muy ambicioso, tal y como revela también su biografía y su rápido ascenso en las Fuerzas Armadas egipcias, siendo uno de sus altos mandos más jóvenes.
Nacido en 1954, en El Cairo, procedente de una familia humilde del barrio popular de Gamaliya, Al Sisi siempre fue un buen estudiante y entró en el Ejército, en lugar que dedicarse al comercio, como los demás hombres de su familia. Se graduó en la Academia Militar en 1977 y posteriormente siguió su formación, en casa y en el extranjero.
Más estratega que soldado de batalla, su contacto con EE. UU. habría sido fundamental en el desarrollo de sus ideas y también de las buenas relaciones con Washington, principal patrocinador del Ejército egipcio, con más de 1.000 millones de dólares en ayuda al año.
Al Sisi, incluso, realizó una tesis en EE. UU., titulada ‘La democracia en Oriente Medio’, en el año 2006. Antes de convertirse en una figura pública, el General dirigía la poderosa Inteligencia Militar, en los últimos años de gobierno de Mubarak. Su paso por ese puesto, así como por otras instituciones claves del aparato estatal, hizo que tejiera una red de contactos muy amplia y un poder considerable.
Para el público egipcio, el nombre de Al Sisi empezó a sonar cuando se convirtió en el Ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas en agosto del 2012.
Irónicamente, el General fue nombrado por el propio Mursi, poco después de que este llegara a la presidencia: el islamista reemplazó a la cúpula militar considerada fiel al ex presidente Mubarak, encabezada por generales de la vieja guardia, como el octogenario mariscal Hussein Tantawi.
Al Sisi fue un discípulo de Tantawi y desde hacía años estaba siendo adiestrado para convertirse en un peso pesado en el estamento militar, y en el país. En un primer momento, se especuló que Al Sisi había sido nombrado porque simpatizaba con la ideología islamista, además de ser joven y “reformista”. Pero a pesar de ser un musulmán devoto, de llevar a cabo religiosamente sus cinco oraciones diarias y de conocer perfectamente el Corán, Al Sisi ha dejado claro que su lealtad es para con los militares, independientemente de sus creencias personales.
Lo poco que se conoce de su vida privada y de su carácter revela un hombre inteligente y sensible, y convencido de su “misión”. Los medios de comunicación, sin duda, han ayudado a crear la imagen de un uniformado bondadoso con los suyos y despiadado con los enemigos, un hombre sencillo y recto, destinado a pasar a los anales de la historia. En una grabación de audio filtrada por un periódico egipcio, Al Sisi aseguraba haber soñado con que sería presidente de Egipto, y puede que ahora ese sueño se haga realidad.
La imagen de Al Sisi, así como su nombre pegajoso y sonoro, es ya omnipresente en las calles de Egipto. Además de los posters en los que el Mariscal es retratado junto a un león o haciendo el saludo militar, los empresarios egipcios se han volcado en crear todo tipo de objetos y parafernalia que lleva su sello: una pastelería de El Cairo produce bombones y dulces con su cara, y una diseñadora egipcia crea joyas inspiradas en él.
La marca ‘Sisi’ es todo un éxito y su símbolo ‘CC’ (que en inglés se lee “sisi”) aparece pintado en los muros de la capital egipcia.
El General ya es considerado por muchos el nuevo Gamal Abdel Nasser, el carismático líder egipcio que en los años 50 fundó el socialismo árabe y se convirtió en un héroe no sólo nacional sino regional, pasando a la historia por sus hazañas bélicas y su gran personalidad. Al Sisi está resucitando el sentimiento patriótico egipcio de aquella época dorada, rescatando la vieja gloria de un ejército que se ha erigido como la única institución capaz de gestionar Egipto tras la caída de Mubarak.
No le ha sido difícil, porque desde que los “generales libres” de Nasser dieron un golpe de estado contra el rey Faruk en 1952, poniendo fin a la dominación colonial británica y francesa, los militares han sido profundamente queridos, respetados y venerados.
En estas seis décadas, el Ejército egipcio se ha convertido en un Estado dentro del Estado, controlando amplios y muy estratégicos sectores de la economía del país –como el canal de Suez–, además del territorio y los resortes del poder.
El Ejército preservó sus intereses a lo largo de los años gobernando en la sombra y se vio obligado a regresar al primer plano de la escena política después de la revolución del 2011. Los militares dirigieron el país desde la dimisión de Mubarak, en febrero del 2011, hasta la elección del presidente Mursi en las urnas, 16 meses más tarde. En ese tiempo, su imagen quedó profundamente dañada, pero rápidamente restaurada, también gracias a una maquinaria propagandística muy potente y al amor de los egipcios por su Ejército. Ahora, los generales vuelven a dirigir la segunda transición, con una hoja de ruta que ellos mismos diseñaron tras el golpe de Estado y que prevé la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias antes del próximo verano.
“El objetivo del Ejército a largo plazo es afianzar su control sobre las instituciones estatales, para poder expandir así su actividad económica y embarcarse en nuevos proyectos con los principales hombres de negocios del país”, explica a EL TIEMPO el profesor Springborg. Los militares quieren asegurarse de que el poder político está de su parte. “La presidencia en Egipto acumula mucho poder y no controlarla directamente implica un riesgo (para ellos)”, añade el experto.
Si bien en un principio Al Sisi defendía que los militares no tenían aspiraciones políticas y se mantendrían al margen de la vida política de Egipto, su discurso fue cambiando hasta abrir la puerta a la posibilidad de ser candidato presidencial “si el pueblo lo desea”.
Ya existen varias campañas electorales a favor de su candidatura y el referéndum constitucional celebrado a mediados de enero fue interpretado por las autoridades como la prueba definitiva de la popularidad del Mariscal. El 98% de los votantes respaldó la nueva carta magna, en un plebiscito sobre la figura de Al Sisi y el nuevo régimen militar. Poco después, el Gobierno interino anunció elecciones presidenciales en un plazo de 90 días, ofreciendo el trono de Egipto a Al Sisi.
FRANCESCA CICARDI
Especial para EL TIEMPO
FRANCESCA CICARDI
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