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No hay enemigo pequeño

Cecilia López Montaño febrero 4 de 2014, 06:45 P.M.

En este año electoral la política colombiana, lejos de aclararse, se complica cada vez más. Amigos y colegas de antaño se convierten en enemigos y, a su vez, jefes políticos que se atacaron mutuamente y en público se convierten en socios por conveniencia.

Las convenciones de los partidos se han convertido en circos o zafarranchos que demuestran claramente que lo que une a sus miembros no es precisamente el gran ideal de cada grupo político que lo diferencia de los demás, sino algo muy distinto: el puro y claro oportunismo para obtener poder, lo cual generalmente no significa cambios positivos para ese país que los sigue.

En síntesis, el ejercicio de la política en Colombia está dando un espectáculo deplorable. Todo lo contrario de lo que debía estar sucediendo precisamente en un período en el cual se decide el futuro de sus candidatos.

Dos hechos nuevos se suman a esta triste coyuntura política. La primera fue la reunión promocionada en todos los medios de comunicación entre dos expresidentes del país que no se podían ver: el expresidente Pastrana y el expresidente Uribe. Había sido tan obvio su distanciamiento que algo de mucho peso los había hecho dejar atrás sus grandes diferencias para presentarse ante el país como socios.

Evidentemente su oposición a la reelección del presidente Santos era uno de sus grandes puntos de coincidencia y algo habían convenido para atravesársele a su reelección, era obvio. De paso, también era un punto en común su crítica a las negociaciones de paz en el presente gobierno.

Lo segundo es que el presidente Santos comprobó dolorosamente que “no hay enemigo pequeño”. La unión de Pastrana y Uribe, sin duda, tiene que ver con el hecho de que un grupo de conservadores no apoyarán su reelección. Lo que pasó en la convención del Partido Conservador demuestra que una vez más el expresidente Uribe, esta vez acompañado por el expresidente Pastrana, logró dividir el conservatismo.

No es la primera vez que torpedea un partido, ni será la última. Debilitó significativamente el apoyo de este sector con el que contaba el Gobierno. A esto contribuyó un ejercicio interesante de Marta Lucía Ramírez y de Juan Mario Laserna, que movilizaron una juventud para sacar del ring a la mayoría de esos senadores y politiqueros del partido.

Pero como ellos son los de la maquinaria, es un costo para la reelección. Lástima que esto se hizo para quedar en manos del uribismo, así Marta Lucía no lo acepte. Ella siempre ha sido uribista, y creo que a mucho honor para ella.

Pero si bien Santos pierde, la pregunta es si Uribe gana. El Centro Democrático, que es él y sus fieles seguidores, queda probablemente con tres candidatos: Marta Lucía, una mujer valiosa, sin duda; Óscar Iván Zuluaga, un hombre bueno pero que no llega; y Peñalosa, si es que logra convencer al Partido Verde sobre su distancia con el uribismo, que pocos le creen.

Qué va a hacer el expresidente Uribe ahora con la ayuda del pastranismo, es la pregunta del millón. Claro que logró quitarle votos a la reelección, pero ¿cómo va a competir con los votos repartidos en tres candidatos? Conociéndolos, el único que va a ceder su candidatura es Óscar Iván, porque ni Marta Lucía ni Peñalosa lo harían. Por consiguiente, el Centro Democrático, en el mejor de los casos, queda con dos candidatos a la Presidencia.

¿Es tanta la sed de venganza de Uribe con Santos que no le importa perder, si logra debilitar al que fue su ministro de Defensa? Definitivamente, el país se enfrenta, cada vez más, a una política donde los egos superaron las ideas. Qué tristeza. ¿Y el país qué?

cecilia@cecilialopez.com

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Cecilia López Montaño

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Cecilia López Montaño febrero 4 de 2014, 06:45 P.M.