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Editorial: Lecciones de una graduación

EDITORIAL
La vida de don José Sinaí Garay, un generoso campesino cundinamarqués que se ha pasado los días trabajando para sostener a sus siete hijos y a la esposa, que siempre lo ha apoyado, no es solo una prueba del coraje que han tenido que encarnar tantos colombianos en las regiones más abandonadas del país, sino que es también, a estas alturas, casi una fábula ejemplar: el 30 de noviembre se convirtió, a los 75 años, en el primero de su familia en graduarse como bachiller, y con el descubrimiento de que “estudiar es como el alimento del alma”, según los retratos que este diario le hizo en días pasados, llegó a la conclusión de que “realmente la vida no es para vivirla, la vida es para saberla vivir”.
En un mundo en el que se pide a gritos el retiro de los viejos, en un país en mora de comprender que, a la hora de darle rumbo a una sociedad, la vejez no es una dificultad sino una ventaja, la historia de don José Sinaí resulta más que relevante y diciente. Desde que tomó la decisión de completar sus estudios hasta el fin de semana en que celebró su emocionante graduación, rodeado de una familia llena de nietos que lo admiran, don José dijo: “Tuve que soportar a personas que por envidia me han dicho que para qué estudio si ya tengo la lápida en las espaldas, pero yo les contesto siempre lo mismo: ‘El gusto es mío’ ”. Que se haya graduado a pesar de todo, de la exigente prueba del Icfes, de las pesadas jornadas de 12 horas que sigue viviendo en la finca, del larguísimo camino de 10 kilómetros, que a diario debía recorrer hasta el colegio, es una lección que no debe pasar desapercibida.
Don José, el hombre que no se dejó sacar de su casa a punta de fusiles, el bachiller de 75 de la vereda de Subia, en Silvania, sigue siendo visto como un hombre sabio, que conoce las bondades de la tierra, pero ahora también es un ejemplo de voluntad, de convicción, de compromiso, de paciencia. El domingo pasado, mientras le cantaban las canciones que tanto le gustan y le servían los platos que se le dan a cualquier joven que termina sus estudios de colegio, era claro para todos que, con su grado, estaba diciéndoles que una comunidad sana sabe contar con sus viejos y no es cierto aquello de que haya que resignarse a una suerte.
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