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¿El vaso medio lleno o medio vacío?

Catalina Crane Arango
Por estos días se cumplen 20 años de que se hicieran los primeros estudios sobre competitividad y que el término se empezara a poner de moda. La conclusión que se saca de los artículos y conferencias recientes es que no se ha avanzado. Yo me pregunto: ¿será que se perdieron 20 años?
Una mirada más objetiva nos muestra que estamos mucho mejor que en ese entonces, y que en este gobierno se ha avanzado de manera más agresiva que en los anteriores 17 años en los elementos básicos para la competitividad. No se trata de decir que estamos satisfechos, pero sí de ser más equilibrados. Los retos son enormes y la competitividad es por definición un proceso permanente.
En primer lugar, la base de la competitividad es la estabilidad macroeconómica. En eso no hay duda de que el país es diferente. Hoy tenemos unos de los mejores indicadores macroeconómicos de la región... y del mundo. Gracias a ello tenemos grado de inversión y atraemos inversión extranjera equivalente a 4,3% del PIB. En esa época, esta llegaba solo al 1,4% y era uno de los grandes limitantes para mejorar la competitividad.
Los otros temas prevalentes en los diagnósticos de entonces eran la educación y especialmente la pertinente para el trabajo, la falta de infraestructura, la baja inversión en ciencia y tecnología. La innovación no era todavía algo importante.
La cobertura de la educación superior a finales de los 90 era alrededor de 20% y en el 2012 es 42%, y ha aumentado 7 puntos en los últimos tres años. Los alumnos del Sena llegan hoy a 1,1 millones. La calidad sigue siendo el reto, pero ahora por lo menos la medimos sistemáticamente y nos comparamos con otros países.
El gasto en ciencia, tecnología e innovación, que está en 0,45%, es todavía bajo, pero casi el doble de lo que era a finales de los 90. Y fue este gobierno el que le asignó el 10% de los recursos de las regalías, recursos que nunca había tenido. El reto es optimizar su uso e impulsar inversión privada, por lo menos por la misma cantidad. La inversión en CT&I en el mundo la hace en su mayoría el sector privado.
Y sobre la infraestructura: el país perdió casi dos décadas en este campo, y ya estaba atrasado en los 90. Solo en este gobierno se han puesto en marcha las grandes inversiones que han debido hacerse hace tiempo en carreteras, ferrocarriles y transporte fluvial. Hace 20 años se hablaba del multimodalismo, pero nadie hizo nada. Los puertos y aeropuertos sí tuvieron avances en estos 20 años. Pero aún más: estamos conectando a todos los municipios del país para que puedan tener comunicación digital en banda ancha. Esto no entra en las comparaciones, porque hace 20 años no se hablaba de este tipo de infraestructura.
La teoría en ese momento era que “la apertura” era la forma de aumentar la productividad y el crecimiento del país. La competitividad era entonces una consecuencia y un requisito para aprovechar la apertura. Esta teoría sigue siendo cierta... y ahí tal vez está el verdadero estancamiento. El país no avanzó en estos 20 años en términos de apertura. Los aranceles se quedaron quietos y no se volvieron a hacer tratados de libre comercio. Pero, sobre todo, la participación del comercio exterior en la economía no aumentó. Seguimos siendo de los últimos países del mundo en el ranking de la proporción entre sus exportaciones e importaciones y el PIB. Seguimos siendo un país tan cerrado como éramos en “la apertura”.
Por eso, el gran impulso del gobierno del presidente Santos a los nuevos tratados de libre comercio es, tal vez, el mayor impulso que se pueda dar para lograr el aumento de la productividad de la economía colombiana. Obviamente, hay que acompañarlo de una agenda sólida de acciones que promuevan la capacidad de competir y de innovar de las empresas.
Catalina Crane Arango
Alta Consejera Presidencial para la Gestión Pública y Privada
Catalina Crane Arango
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