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Argenil Plazas, el colombiano protegido de John F. Kennedy

Se cumplen 50 años de la muerte del expresidente, quien en 1961 hizo una visita especial a Bogotá.

SANTIAGO GÓMEZ LEMA
El hombre de 96 años que descansa sobre la camilla –ha escapado varias veces de la muerte– tiene un pasado insólito: fue buscador de oro, pionero del cine en el Tolima, agricultor, desplazado, padre de 17 hijos con la misma mujer y cofundador de una de las localidades más grandes de Bogotá.
Pero un recuerdo se impone. El 16 de diciembre de 1961, el día en que estrechó la mano del expresidente John F. Kennedy, Argenil Plazas tenía 46 años. Desde ese día, la capital tendría un crecimiento sorprendente. Su familia, también.
El primer ladrillo que se pegó en el territorio antiguamente poblado por los muiscas, hoy localidad de Kennedy, lo fijó Argenil junto al mandatario y su esposa Jacqueline, en 1961. Esa iba a ser su casa, la primera casa de la localidad ocho de Bogotá. “Se la dieron porque era el más vaciado de todos y el que más familia tenía”, cuenta un hijo suyo que lleva el mismo nombre.
Todo era parte de la Alianza para el Progreso, un programa de ayuda social del gobierno estadounidense para los países subdesarrollados en Latinoamérica.
Este mes, cuando se cumplen los 50 años de la muerte de Kennedy, Argemil invoca su propia teoría conspirativa sobre el asesinato. Es inocente pero no deja de ser conmovedora: dice que lo mataron porque quería que todos los países del sur, con el tiempo, gozaran de la misma prosperidad de Estados Unidos. Y eso, por supuesto, no convenía.
Desde entonces el barrial desagradable donde solo se veía el aeropuerto de Techo se fue transformando en una masa de ladrillo enorme que hoy por hoy supera en población (cerca de un 1’300.000 habitantes) a muchos países europeos.
Ambos presidentes, Alberto Lleras Camargo y John F. Kennedy, le dieron la escritura a Argenil. “Si yo hubiera tenido plata pa’ pagarla de contado, me habría costado 11.125 pesos. Pero como me tocó sacarla fiada”, solía decir cuando todavía podía conversar con fluidez.
“Vivo ahora en la casa con mis trece hijos. Y somos felices por habernos liberado de la pobreza y no vivir más como unos parias”, escribe en la primera carta que le envió al presidente Kennedy.
Gustavo Plazas, el mayor de los 17 hijos, relata la historia desde el inicio. Las cosas comenzaron, como casi todo en este país, con la violencia bipartidista. Argenil era el único liberal –liberal a muerte, enfatiza– de Santa Isabel, Tolima. Fue perseguido sin tregua.
Las amenazas se radicalizaron con el incendio causado por los chulavitas (los conservadores) que carbonizó el único teatro del pueblo. “Mi papá fue el primero en proyectar películas de Cantinflas, de Pedro Infante, de Jorge Negrete”, anota el mayor, un sastre de 71 años.
En la huida, Gustavo recuerda estupefacto la noche fría que pasaron refugiados tras una piedra enorme, al lado de un río. Su papá les contaba historias de reinos inexistentes a sus 12 hijos para espantar el miedo de la oscuridad.
Más adelante, de camino a la capital, la esposa de Argenil, que estaba embarazada, dio a luz a su hijo número 13 bajo de una mata de café.
Argenil habría de recordar aquel agrio recorrido hacia el exilio el día en que conoció la Casa Blanca por invitación directa del expresidente Kennedy. Un mes vivió bajo el deslumbramiento que producen los grandes hombres. El lujo, la cordialidad, las ideas altruistas marcarían su nueva búsqueda. La de ser un personaje ejemplar en su propio barrio.
En el Aerocóndor que lo llevaría por primera vez lejos de Bogotá, Argenil repasaba, tarea perdida de antemano, un panfleto con las palabras básicas de un idioma que nunca aprendería a hablar: inglés.
La memoria de Kennedy
Unos meses después, el 22 de noviembre de 1963, en la casa de tres plantas que exhibe la placa conmemorativa que confirma que allí empezó toda la historia de esta localidad –la cual lleva hoy el nombre popular de ‘la 4.ª ciudad más grande de Colombia’–, Argenil escuchó por la radio que habían matado a su protector. El llanto llegó fácil, sin remedio. Pero tardó poco.
Hoy la antigua casa que se alzó sobre el terreno baldío de aquellos tiempos guarda las memorias de los buenos tiempos. Fotos, artículos, llaves, cartas cruzadas, documentos.
Sus hijos planean convertir la casa de Argenil en un museo. “Acá llegan cada rato franceses y norteamericanos persiguiendo los recuerdos del expresidente”, concluye John Francisco Plazas, que carga, por voluntad de su padre, con las mismas iniciales del exmandatario.
SANTIAGO GÓMEZ LEMA
Redactor EL TIEMPO
SANTIAGO GÓMEZ LEMA
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