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San Agustín: el misterio continúa 100 años después

Hace un siglo, Konrad Preuss hizo los primeros hallazgos de la necrópolis más grande de Suramérica.

CATALINA OQUENDO B.
Un día de 1938. Bruma, campo y dos niños campesinos de ruana y botas se recuestan, reposadamente, sobre una estatua de piedra de San Agustín (Huila) y miran a la cámara.
Es el tiempo en que misteriosas figuras de guerreros, chamanes o representaciones de jaguares y otros animales brotan de la tierra de este pueblo con nombre de santo; el tiempo en que arqueólogos alemanes andan escarbando en busca de vestigios históricos en el Macizo Colombiano, mientras en Perú siguen los descubrimientos de Machu Picchu; la época en que los niños agustinianos, como los de la imagen, conviven con las estatuas como si fueran juguetes.
Hoy tendrán unos 80 años. Los buscamos en esas mismas tierras –denominadas parque arqueológico desde 1946– ahora que se cumplen cien años de las primeras excavaciones en San Agustín, que comenzó el alemán Konrad Theodorus Preuss en 1913. (Vea la galería: San Agustín, un misterio hecho en piedra)
Mostramos la foto, apelamos a que en un pueblo todos se conocen, pero Baudelino Grijalba, jubilado del parque; Luis Alfredo Ceballos, bibliotecario del pueblo, y Ricardo Rojas, escultor, niegan con la cabeza. Podría ser cualquiera de los niños de la época, dicen, y cuentan las veces que decenas de agustinianos ayudaron a los arqueólogos a sacar pesadas figuras de bestias mitológicas o deidades.
Era como levantar un tapete verde y descubrir a los habitantes de un pueblo de piedra, recuerdan. Eran los vestigios de una sociedad agrícola que habitó entre los siglos I y VIII d. de C. y cuya creación es considerada la necrópolis más grande de Suramérica. (Vea la publicación impresa de esta crónica).
Rosiverio López ha trabajado toda su vida en el parque, donde reposan 294 estatuas repartidas en tres áreas: el alto de los Ídolos, el alto de las Piedras y San Agustín. Conoció a todos los arqueólogos que desfilaron por allí. Fue secretario de Luis Duque Gómez, un importante investigador; aprendió a palpar la tierra y a descubrir bóvedas, sacó tantas estatuas como hijos tuvo. Llegó a tener 18.
“Los mantuve sacando estatuas”, cuenta. Podría hablar días seguidos sin parar. Es paisa. Sin embargo, el viejo se queda callado ante la foto de los niños. La mira con sus ojos cansados y guarda silencio por primera y única vez.
Los niños de la foto seguramente desaparecieron, pero las estatuas no. Siguen contando la historia de una cultura misteriosa, de la que no se sabe ni el nombre.
Seres de piedra
San Agustín es un pueblo de seres de piedra. Seres y no estatuas; así les gusta a los locales llamarlos con cariño.
El doble yo, con sus dos cabezas; el partero, con un niño que cuelga de sus manos; el águila, que muerde una serpiente; el chamán, con tocado, y el niño fraile están por todas partes.
Se ven en el parque arqueológico, pero también en cada casa, donde hay réplicas que adornan las salas o los quicios; en los nombres de restaurantes, como Los Ídolos o Chaquira, que recuerdan dos lugares donde hay esculturas, o en el del equipo de fútbol local: el Club Deportivo Arqueológico San Agustín.
Y, sin embargo, nadie sabe quiénes eran esos escultores, cómo llegaron, por qué desaparecieron o qué representan sus figuras. Igual que con la foto, los agustinianos miran al cielo, niegan con la cabeza, y más bien hablan de sus estatuas preferidas, a las que les ponen nombres. Las respuestas a estas preguntas son variadas y, aunque ya han pasado cien años desde su hallazgo, nada es concluyente.
“Se sabe que era una cultura con una alta complejidad de pensamiento, que daba más importancia a las viviendas de los muertos que a las de los vivos y que desapareció 800 años antes de la llegada de los conquistadores”, dice el arqueólogo Héctor Llanos Vargas, quien agrega que no se conoce la lengua que hablaban o por qué desaparecieron, aunque se habla de que enfrentaron un cambio climático.
Rodeado de esos seres, Rosiverio, el viejo excavador y guía, tiene su hipótesis. “Se dice que la desaparición de este pueblo agricultor pudo ser por una catástrofe, pero todo son teorías”, dice.
‘No eran ovnis’
Hay quienes afirman que los creadores de esas piezas monumentales, que alcanzan los cinco metros y pueden pesar hasta dos toneladas, eran seres superiores o extraterrestres. Les cuesta entender cómo movieron piedras tan pesadas, cuenta Ángel María Galindo, administrador del Parque de Isnos, donde las figuras tienen un aspecto más femenino y humano. Allí se encuentra La inclinada, una escultura de 5,3 metros, la más grande de todo el circuito.
Nadie ha escapado al enigma. El misionero fray Juan de Santa Gertrudis vio obispos y frailes en las esculturas. Agustín Codazzi habló de sacerdotes secretos y de una ruta sagrada entre estatuas. Y algunos han dicho que las piedras con las que hicieron las estatuas fueron levantadas por ovnis.
Llanos dice que no eran ovnis. “Por las investigaciones, sabemos que las piedras no estaban en el lecho del río ni que las levantaban ovnis, sino entre muchos humanos. Eso está probado”, asegura.
Los misterios de San Agustín han dado hasta para películas, como se ve en El embajador de la India. “No existen relatos sobre ellos ni dejaron escritos que podamos descifrar. Su gran verdad está en estas piedras esculpidas. Encierran una verdad silenciosa”, dice uno de los personajes del filme. Hoy, agrega Llano Vargas, vemos las estatuas como obras de arte, “pero para esa comunidad representaban el espíritu de seres muy poderosos”.
Y esa atmósfera se siente al caminar por el bosque de las Estatuas, donde 35 figuras que se ven en caminos zigzagueantes dan un aspecto tenebroso al atardecer y cuando amenaza lluvia.
Luis Alfredo Ceballos, el bibliotecario de San Agustín, describe esas sensaciones en Cita en el bosque, uno de sus cuentos inéditos, en el que una niña recibe un mensaje milenario de las estatuas. Él, acucioso y fascinado por este pueblo escultor, recurre a la literatura como salvación ante el enigma.
“(...) Cada uno de ellos poseía una música distinta y luego empezaron a formar un círculo a su alrededor. Los árboles abrieron un espacio en el dosel y el fulgor de la Luna llena entró pleno al anfiteatro que se había creado”, se lee.
Tal como a la niña del cuento, a Baudelino Grijalba se le apareció una estatua en ese bosque. Obrero, vigilante, inspector de monumentos del parque, haciendo limpieza, ha hallado tres estatuas. “Se me han presentado para bien del parque y del mundo entero; por eso digo que son como mi familia”, dice Grijalba, quien espera algún reconocimiento, no económico, por sus hallazgos.
El viejo halló, además, la última escultura de colores –eran pintadas con pigmentos vegetales y minerales– encontrada en el parque arqueológico. En 1984 identificó piedras movidas por guaqueros, dio aviso al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) y la sacaron. “Cuando le toqué la figura, los ojos y la nariz, comenzamos a brincar de contentos y el pueblo se puso como en Semana Santa: era una estatua de color”, cuenta emocionado.
La figura está hoy en el cerro de La Pelota, su sitio original, aunque en el 2011 sufrió porque un desconocido decidió pintarla.
Una cultura en riesgo
Desde 1913, cuando Preuss llegó a San Agustín, no se han detenido los hallazgos. Por eso, guardadas las proporciones, San Agustín es el Machu Picchu de los colombianos. Si no en la magnificencia, sí en la importancia histórica. De hecho, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1995.
Curiosamente, la llegada del alemán al alto Magdalena, donde está San Agustín, se dio por la misma época en la que Hiram Bingham exploró Machu Picchu con la Universidad de Yale y la National Geographic Society.
Ahora, 2.000 habitantes de San Agustín, encabezados por el estadounidense David Dellenback, piden al Museo Etnológico de Berlín el retorno de 35 piezas que Preuss se habría llevado hace un siglo. Lo mismo que los peruanos, que le exigieron a la Universidad de Yale la repatriación de sus piezas y lo lograron.
Sin embargo, hay quienes piensan que se trata de réplicas que el alemán hizo con una técnica llamada abklatsche. Eso cree Ulrich Rueger, alemán radicado en Colombia, que interpretó a Preuss en una película. “El canal de TV ZDF, de Alemania, me ofreció el papel de Preuss en el filme de la serie Terra X y para hacerlo tuve que aprender esa técnica”, cuenta.
El director del Icahn, Fabián Sanabria, dice que son 21 las estatuas agustinianas que se encuentran en Berlín y que hay tanto originales como moldes. En noviembre viajará a estudiarlas, pero advirtió que repatriarlas es un proceso complejo y diplomático porque, para la entidad, no se trató de un caso de tráfico ilegal de piezas.
Sin embargo, las esculturas de San Agustín sí son muy apetecidas por los traficantes ilegales y en el pueblo nadie niega esa realidad. En la última década fueron hallados en otros países 7.812 bienes arqueológicos de todas las culturas que nos pertenecen, muchas de ellas agustinianas.
Baudelino vuelve a lo mágico para zanjar el asunto. “A quien le hace daño a una escultura le va mal. Ellos son seres, antepasados”, dice.
Ellos saben muy bien que los riesgos para la cultura agustiniana son patentes. “A las esculturas las puede acabar el clima, la guaquería y el olvido y eso va en detrimento de todo lo que representa San Agustín, no solo para nosotros, sino para el mundo”, agrega el bibliotecario Ceballos.
A lo mejor, por eso tampoco hablan de la foto. Nadie garantiza que las esculturas no desaparezcan, como los dos niños que posaron junto a ellas por allá en un día brumoso de 1938.
Joya de Unesco
Patrimonio de la humanidad
San Agustín es Patrimonio de la Humanidad desde 1995. En su declaración, el organismo dijo: “Aquí se yergue, en medio de un paisaje natural impresionante, el mayor conjunto de monumentos religiosos y esculturas megalíticas de Suramérica. Se trata de representaciones de deidades y mitológicas que están ejecutadas con gran maestría”.
Sitios claves
El parque de Isnos y ‘La Chaquira’
A San Agustín e Isnos se llega desde Neiva (4 horas en carro). Los vestigios se ven en tres escenarios. El primero es el Parque Arqueológico de San Agustín, en un área de más de 50 kilómetros cuadrados, sobre mesetas localizadas a lado y lado de un cañón formado por el alto del río Magdalena.
Allí se pueden ver 294 esculturas, en que se mezclan formas de animales y humanos; están a lo largo del parque en varias mesitas o altos de la montaña, en sitios como el bosque de las Estatuas, la fuente del Lavapatas y el alto de Lavapatas. Fuera del parque, pero dentro de San Agustín, hay otros lugares, como El Purutal, donde se encuentran esculturas de colores, y ‘La Chaquira’, que al parecer es una figura de adoración y está tallada en una piedra gigante en medio de un cañón frente al río Magdalena. A pocos kilómetros de San Agustín está el alto de los Ídolos, situado en el municipio vecino de Isnos, donde se pueden ver figuras más humanas y refinadas.
Polémica exposición de estatuas en Bogotá
La exposición ‘El retorno de los ídolos’, que llevará 20 estatuas de San Agustín hasta el Museo Nacional, de Bogotá, está causando polémica. Políticos huilenses y algunos habitantes se oponen al traslado porque temen que las esculturas se deterioren. Fabián Sanabria, director del Icahn, afirma que, tal como ha ocurrido con exposiciones como ‘Los guerreros de Terracota’, de China, todo está coordinado para evitar cualquier riesgo y que ya se cuenta con el aval de la Unesco. La exposición, que cuesta 650 millones de pesos, aportados en un 60 por ciento por Ecopetrol, se abrirá el 28 de noviembre próximo. Sin embargo, en octubre, el Consejo Nacional de Patrimonio sesionará desde San Agustín para aclararle dudas a la población.
Al final del año se hará un concierto en el alto de Lavapatas, uno de los lugares más especiales por su paisaje.
CATALINA OQUENDO B.
San Agustín (Huila)
Con invitación del Ministerio de Cultura
Enviada especial de EL TIEMPO
CATALINA OQUENDO B.
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