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María José Arjona: 24 horas contra su cuerpo

Crónica del 'performance' de la artista colombiana en el 43 Salón (Inter) Nacional de Artistas.

CATALINA OQUENDO B.
Once de la mañana
Parada en la puerta de una de las salas del Museo de Antioquia donde la artista María José Arjona hace su performance Tiempo/ Medio, una joven de ojos verdes y vivaces, se acerca y pregunta:
-¿Ella es espiritista?
Adentro, en penumbra, la artista colombiana, lleva una hora caminando descalza alrededor de una larga mesa hasta llegar a un extremo donde amasa bolas de maíz y les imprime sus dientes. Un acto que repetiría durante 24 horas continuas, sin un respiro para comer o hacer cualquier otro acto físico. Solo ese gesto, una y otra vez. El comienzo de una lucha del tiempo contra su propio cuerpo.
Y puede que sí, que la joven tenga razón, porque este performance que hace alusión a los desaparecidos del mundo y a la descomposición del cuerpo, de alguna manera recuerda sus espíritus. Los trae.
“Estoy transmutando el dolor que me generan todos estas desapariciones. Me indigna profundamente ese vacío y ese silencio. Aquí, a través mío, los estoy reclamando a todos”, había dicho un día antes la artista en una larga conversación con este diario.
Doce treinta
Los tres candelabros que acompañan la escena empiezan a derretirse. Arjona sigue su ritual: diez pasos de un lado de la mesa con una masa de maíz en la mano, diez pasos de regreso. Su figura es delgada pero firme. Pesa 50 kilos, los mismos de masa que usa en su obra. No tiene contacto físico con nadie, pero su mirada fija parece la forma de tocar a otros.
Mariluz Meza está entre los espectadores. Había buscado información de la artista en Internet y quiso verla. Sintió que Arjona la miraba y hacía una ofrenda al imprimir sus dientes, algo tan único, en una masa. Se le atravesó en el camino, puso las manos en forma de cuenco y, sin decir una palabra, se la pidió.
“Me impresionó mucho verla en ese acto tan espiritual y quise quedarme con su energía”, decía la señora con la masa y los dientes de la artista en su mano.
Arjona ha hecho performances en Europa, Asia y Latinoamérica y para ella, ese tipo de sentimientos son su aplauso.
Cinco de la tarde
Llovió fuerte en Medellín. Pasaron siete horas de silencio para Arjona. Es la primera vez que ella hace un performance de 24 horas, el mismo tiempo en el que las autoridades empiezan a buscar a un desaparecido. Pero está habituada.
Lo ha aprendido en los más de diez performances en los que ha explorado el cuerpo, el eje de su trabajo artístico. En uno de ellos, ‘Justo en el centro existe el silencio’,estuvo siete horas rodeada por 4 cuchillas de afeitar muy cerca de su cuello; en el Proyecto Vires (Nápoles) se metió un diamante en la boca mientras los espectadores ingeniaban estrategias para abrírsela y quedarse con él.
“La de Nápoles era todo un ciclo sobre el poder y aquí estoy renunciando al poder que es la muerte. Esa persistencia de las 24 horas tampoco es fácil para mí”, explicaba la bogotana que se ha formado la reconocida artista serbia Marina Abramovic, experta en performances de larga duración (uno de ellos, de tres meses).
Ocho de la noche
En la calle hay algarabía. Adentro solo el sonido de un molino que se escucha continuamente y que la artista puso en un video como juego para hablar de lo infinito del tiempo.
Ella sigue mordiendo la masa, imprimiéndola y creando una hilera de ‘cartas dentales’ en la mesa. Mira con detalle a los que llegan a verla incluso a los que están afuera. Repitiendo el gesto, cada vez con paso más lento.
“Este nuevo cuerpo que queda a partir de mis placas dentales de alguna manera anuncia mi propia muerte. No sabemos qué tan cerca está, pero siempre la estamos masticando".
Un espectador dijo ver cómo le temblaban las manos. No ha comido nada, solo migajas del maíz que se cuelan al morder la masa. No ha bebido nada, no ha ido al baño. Ella misma, había dicho antes, no sabe qué esperar de su cuerpo.
Arjona no cree en límites tanto como en miedos: “Lo que cruza mi obra es una afirmación del cuerpo y de la vida, porque tenemos la muerte encima todo el tiempo”.
Medianoche
Es la mitad del tiempo. Hay cambio de turno entre las guías del Museo que la acompañan en la madrugada. Arjona hace masajes en las manos: las abre y las cierra. Cerca, hay paramédicos en caso de que lo necesite.
Angélica Díaz, la guía, dice que a esa hora Arjona estuvo más sola, aunque el Museo de Antioquia permaneció abierto al público.
En China, en uno de sus performances que duró seis horas, la gente se quedó seis horas. En Medellín, una mujer con su hijo de 12 años se quedó por hora y media y un par de colegialas que entraron a las 11 p.m. estuvieron por largo rato.
“Para mí, el público es la obra, pero los momentos solos son un trabajo de mi investigación de mi interior”.
Cuando Arjona creó Tiempo / Medio, leía ‘Rayuela’, de Julio Cortázar y le asombraba la posibilidad de comenzar por el medio.
“La vida pasa por la mitad de las cosas y el río es la vida, no las orillas. ¿Has visto esas maticas que nacen en la mitad de dos placas de cemento?: que nazcas por la mitad de algo es un gesto mínimo de vida pero es una afirmación enorme”, decía.
Cuatro de la mañana
Hay nuevo cambio de turno de guías. Istaivik, un guía taoista le entrega a Johana Jaimes un papel con rayas que indican el número de visitantes de la madrugada: 13 personas.
Arjona siente frío. Se cruza una mirada con su asistente. Intentan aumentar la temperatura del espacio y no lo logran. La guía, que tiene medias negras se las quita y las deja en el suelo para Arjona.
Posiblemente a esa hora la artista se haya preguntado por su propio umbral. “Es ese momento en el que tu cuerpo dice ya no más, por qué me tengo que poner a hacer estas obras, ahí es cuando entras realmente en lo que es el performance”. (Vea la galería: María José Arjona presentó su performance 'Tiempo/ medio' en Medellín.)
Para controlarlo se preparó con meditación, dietas y limpiezas físicas. Por eso es que defiende que no todo es performance y que este es de rigor y trabajo.
“El perfomance no es entretenimiento, no es una banda de rock, no es un montón de niños patinando, ni una obra de teatro que tiene elementos performáticos. El performance definitivamente no está ahí para hacerte feliz, sino para conmover y poner a la gente en sus límites propios”.
Nueve treinta de la mañana
María José Arjona se ve agotada, igual que una persona cuando busca un desaparecido por 24 horas o por días y años. Camina lento, ahora con medias puestas. El salón huele a maíz mezclado con sudor. La masa se endurece y le cuesta amasar.
“Me interesaba tratar este tema porque el cuerpo, en cualquier proceso de violencia, es el blanco definitivo. El cuerpo, bien sea el individual o el colectivo social de una nación”.
Está por terminar. La pila de impresiones dentales sobre la mesa tiene el aspecto de un cúmulo de cuerpos uno encima del otro. La sala vuelve a llenarse de gente. Vienen a verla llegar al extremo de su cuerpo.
Sin preámbulos, Arjona da la última vuelta, sopla los tres candelabros y a las 9:55 de la mañana acaba su ritual.
Sin aplausos, sale de la sala con ayuda de varias personas, pero camina. Baja unas escaleras, se pone unos zapatos, sonríe y se va.
La obra, sin embargo, sigue sin ella: en la sala, que ahora se ve más lúgubre, quedan sus huellas dentales. Y allí continuarán para que el público vea cómo se pudre el maíz. Como una metáfora de lo que ocurre con los desaparecidos, de la descomposición que sabemos pero que queremos desconocer. (Vea aquí imágenes de la obra).
CATALINA OQUENDO B.
@cataoquendo
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