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Saber / Desconocer

Salón Nacional de Artistas (43), en Medellín del 6 de septiembre al 3 de noviembre.

La historia de los salones nacionales y regiona­les es la historia de una parte significativa del arte moderno colombiano. Durante la segunda mitad del siglo XX, numerosos artistas (partici­pantes o premiados) pasaron por sus filas: hege­mónicos y olvidados, ‘de salón’ y ‘de buhardilla’, avezados y reaccionarios, independientes y comerciales. Sin detenernos en las discusiones estéticas o ideológicas generadas, las obras galardonadas terminaron por ingre­sar al mainstream visual e histórico del arte colombia­no del siglo XX. Botero con ‘Camera degli sposi’, Obre­gón con ‘Violencia’, Norman Mejía con ‘La horrible mujer castigadora’, Beatriz González con ‘Los suicidas del Sis­ga’, Bernardo Salcedo con ‘Lo que Dante nunca supo’ y Antonio Caro con ‘Colombia’, entre otros. La nómina de artistas contemporáneos también parece imprescindi­ble: Doris Salcedo, José Alejandro Restrepo, María Tere­sa Hincapié, Wilson Díaz, Nadín Ospina, Johanna Calle y un largo etcétera de artistas consolidados, en construc­ción y olvidados.
A pesar de la connotación oficialista, esteticista y de­cimonónica de la palabra ‘salón’ en el imaginario artís­tico internacional, en el caso colombiano parece haberse adaptado gradualmente a los problemas del arte nuevo. A pesar de la burocracia estatal, la politiquería y los sesgos curatoriales, situaciones que parecen consustanciales a la anquilosada estructura del poder político en Colombia, lo cierto es que los potentes debates artísticos, críticos y cu­ratoriales en torno a los salones, han configurado la his­toriografía local y resultan imprescindibles para entender las derivas artísticas. Las discusiones, que han posibilita­do la retroalimentación y reconfiguración del Salón, han sido poderosas. La crítica ha sido su soplo de vida. Sin ella, el Salón no habría pasado de ser una vetusta y ca­tegórica institución ilustrada, un anacrónico árbitro del gusto oficial, sin capacidad de generar pequeños consen­sos y enormes disensos.
Entre 1976 y 1998, varios reclamos de la comunidad artística incidieron en las transformaciones de los salones nacionales y regionales, no siempre estructurados y con intereses impredecibles; con desórdenes en la estructura organizativa; con centralismo en los Regionales (antesa­la al Nacional), evidente en que los participantes del Sa­lón Regional Zona Centro (Bogotá) siempre tuvieron más oportunidades de trascender en el campo artístico y par­ticipar en el Nacional; las reiteradas participaciones de unos y otros; los conflictos éticos presentes en la escogen­cia de jurados, incluyendo artistas que simultáneamente participaban en el Salón o jurados-galeristas selecciona­dos por el Museo de Arte Moderno de Bogotá, siendo un evento de Colcultura.
Aunque los cambios empezaron en 1998, la más re­ciente versión del Salón Nacional (2013) plantea y lleva más allá varias de las transformaciones ocurridas desde los noventa, estableciendo, entre otras cosas, la bienali­zación del certamen. Los artistas fueron agrupados bajo la mirada de un equipo curatorial conformado por 5 lati­noamericanos: Mariángela Méndez, Óscar Roldán, Javier Mejía, Florencia Malbrán (Argentina) y Rodrigo Moura (Brasil). Fueron escogidos 108 artistas, incluyendo algu­nos que permitirán establecer valiosos contrapuntos en­tre la producción local e internacional, pertenecientes a diferentes circuitos, generaciones y opciones ideológicas y estéticas. Dentro de los internacionales, escogidos con un fuerte énfasis latinoamericanista, se cuentan Cildo Mei­reles (Brasil), Liu Chuang (China), Ernesto Neto (Bra­sil), Víctor Grippo (Argentina), Jorge Macchi (Argentina) y Joar Nango (Noruega). Estarán varios artistas consoli­dados de Colombia, algunos con una producción disímil entre sí, como Johanna Calle, María José Arjona, Anto­nio Caro, Mario Opazo, Libia Posada, Delcy Morelos, José Alejandro Restrepo, Germán Botero, Hernando Tejada y Ómar Rayo, quienes compartirán espacio con valiosos ar­tistas jóvenes como Mateo López, Angélica Teuta y Feli­pe Arturo.
Por primera vez, esta situación plantea el problema ético de la globalización del Salón y, en términos gene­rales, del arte colombiano, hecho que ocurre frente a la coyuntura planteada por los tratados de libre comer­cio, poniendo en discusión las relaciones arte/mercado y el tradicional estatuto de excepción de la cultura, tra­dicionalmente vigente para el universo europeo y lati­noamericano (frente al universo estadounidense) y que indudablemente afectará al nuevo Salón-Bienal. Es­tas circunstancias, incluyendo las repercusiones sobre la misma praxis artística local, son problemas de lar­go aliento que deberán generar nuevos modos de actuar. Aunque es muy temprano para augurar desenlaces, las discusiones sobre el nuevo Salón dan para largo, como resulta evidente en varias plataformas de crítica en línea. Desde luego, antes de emitir veredictos concluyentes, ha­brá que visitarlo.
HALIM BADAWI
Investigador y curador independiente colombiano.
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