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Deportivo Pereira, 69 años de una historia que no se puede acabar

Con más años que el propio departamento de Risaralda, el equipo cafetero vive su peor momento.

En la tarde del 10 de febrero de 1944, Otún y Vidriocol, los dos equipos de fútbol más populares de Pereira, chocaban de nuevo. En un descuido, el partido se convirtió en una intensa batalla en la que el balón de cuero se cambió por golpes y tumulto. Todo era alentado por la enemistad propia de dos bandos radicalmente opuestos, ricos y pobres, la élite y el pueblo. Los jugadores habían emprendido la monumental trifulca sin saber lo que estaban gestando.
La polvareda se trasladó al cuartel de la Policía de la ciudad, donde el capitán Guillermo Gaviria Londoño reunió lo que había quedado de los golpeados integrantes de cada equipo. Allí, instándolos a conformar un solo plantel con los mejores exponentes de lado y lado, le dio vida a una institución de largo aliento, incluso, más vieja que el mismo departamento de Risaralda o que Millonarios, el equipo con más títulos en Colombia.
Para esa época el fútbol adquiría fuerza e iba despertando fervor. Contaba con jugadores aficionados que alternaban su trabajo diario con la redonda.
Los primeros toques en la historia del Deportivo Pereira fueron protagonizados por el conductor de taxi Alfonso Suárez; Rogerio Díaz, dedicado a la sastrería; Olidén Ángel, zapatero de vocación, y el contador Roberto Durán, quienes gambeteaban y corrían junto a un empresario de vinos, un policía, dos comerciantes y dos obreros de Vidriocol, entre otros.
Así nació el Deportivo Pereira, un histórico del balompié nacional que hoy está al borde del abismo y en medio del ventarrón: Corpereira, su razón social (o persona jurídica), está a punto de ser liquidada luego de la orden de la Superintendencia de Sociedades.
La historia del Deportivo Pereira ha sido, tal vez, la menos gloriosa de los equipos de tradición de nuestro fútbol, pero no por eso menos importante. El cuadro Matecaña, con 69 años de vida, nunca ha jugado siquiera una final en primera división. Lo más lejos que ha llegado ha sido a un tercer lugar y el único título que ostenta es el de la Primera B en el año 2000.
Tampoco registra competiciones internacionales, aunque la ciudad acogió al Cortuluá para que jugara la Copa Libertadores de América en el año 2002. “Tuluá es Pereira en la Copa”, rondaba el gastado chiste por las calles de la capital risaraldense en aquel entonces, más como un lamento, una especie de catarsis.
Añoranzas
Aun cuando los años recuentan escasas alegrías y abundantes decepciones entre la afición pereirana, la Perla del Otún se ufana de haber visto grandes glorias vestir la tradicional camiseta amarilla y roja.
A comienzos de la década del 50, en la famosa época de ‘El Dorado’, los más virtuosos del continente llegaron a Colombia para engalanar el rentado nacional. Pereira no fue la excepción.
“En 1949, en Buenos Aires, Argentina, el cónsul colombiano Fabio Vásquez Botero convenció a Carmelo Enrique Colombo, estrella del futbol paraguayo, que Pereira era como París, tal vez mejor, y entonces comenzó la historia guaraní en el Deportivo Pereira”, cuenta el periodista local Mario Montoya Agudelo en uno de sus libros sobre el equipo.
A tierras cafeteras llegaron en total 13 paraguayos, entre ellos Casimiro Avalos, quien con 147 tantos se convertiría más adelante en el futbolista de su nacionalidad con más goles en la historia del fútbol colombiano. Solo en 1950, con 30 anotaciones, Avalos se colgó el rótulo de goleador a nivel nacional. A pesar de toda la gesta, el título de ese año se quedó en manos del vecino, el Deportes Caldas (años más tarde, Once Caldas), eterno rival del conjunto Matecaña.
Aquel ‘boom’ extranjero llevó al Pereira a su primer gran colapso de tipo económico. En 1953 se vaciaron las arcas y no hubo con qué pagar la nómina. Los ‘paraguas’, que habían llegado al “París” suramericano, tuvieron que firmar un documento renunciando a su deuda. Empresarios hicieron una colecta para enviarlos de vuelta a su tierra y el equipo estuvo dos años sin participar en el rentado.
Pero los paraguayos no fueron los únicos astros que brillaron en las tierras fundadas por ‘el mariscal’ Jorge Robledo. Otros grandes como Jairo Arboleda, Pompilio Páez, Sergio ‘el Flaco’ Cierra o Jhon Édison Castaño desfilaron posteriormente las canchas del estadio ‘Mora Mora’ y del Hernán Ramírez Villegas.
Del fortín de Libaré al Hernán Ramírez
La primera casa del Pereira abrió sus puertas en 1943, un año antes del nacimiento oficial del equipo. El estadio Libaré, apodado ‘el Mora Mora’, guarda lindos recuerdos entre caballeros y damas que hacían estremecer la endeble estructura cuando había gol.
En años posteriores, década del 60, aparecería un personaje que le cambió la cara a la ciudad. Como lo es el papa Francisco a San Lorenzo en Argentina, el sacerdote Antonio José Valencia, o simplemente ‘padre Valencia’, lo fue para el Deportivo Pereira.
Gracias al presbítero la ciudadanía se armó de civismo, y sacando con cadenas las piedras del río Consota, comenzó la construcción de la Villa Olímpica, donde se asentó el Hernán Ramírez Villegas.
Luego del convite histórico, parecido al que le dio vida al aeropuerto Matecaña de Pereira (otra gesta de civismo y compromiso de la ciudadanía, pero esa es otra historia), en 1971 se inauguró el estadio. Décadas más tarde, tras la remodelación para el Mundial Sub-20 del 2011, ha sido considerado por algunos como el mejor que tiene el país, con pinta mundialista y semejante a escenarios de Europa.
Tres estatuas custodian el Hernán Ramírez. Una de ellas, la del padre Valencia. La segunda, de don Hernán Ramírez Villegas, arquitecto de la colosal obra, y la tercera, otra insignia - posiblemente la más importante-, Doña Cecilia Monsalve Hernández, a secas, ‘Chila’.
A sus 80 años y apenas superando el metro de estatura, a ‘Chila’ se le veía saludar con ínfulas de reina cuando ingresaba al estadio vistiendo camiseta y pantaloneta del Pereira, con unas extravagantes medias rojas o amarillas que le tapaban las rodillas.
‘Chila’ murió en abril del 2000, siete meses antes de que su equipo, bajo la dirección de Wálter Aristizábal, diera por primera y única vez una vuelta olímpica con el Hernán Ramírez Villegas a reventar. Ese abril, la ciudad lloró a su hincha más fiel entre banderas y el triste olor a incienso.
El título, afirman algunos, cayó del cielo por obra y gracia de esta mujer. Por estos días, no falta el aventurado que ruega al cielo -y a ‘Chila’- para que el Pereira no muera.
Un camino oscuro hacia el abismo
En Pereira, la crisis del equipo se la endosan al actual presidente Álvaro de Jesús López Bedoya -quien, como lo reveló este diario, ha tenido líos con la justicia y debió pagar cárcel en Europa años atrás-, pero también el pasado oscuro del club está pasando su cuenta de cobro.
Fue en el año de 1982 cuando Octavio Piedrahíta Tabares, considerado un respetable comerciante dedicado al mundo del calzado, compró las acciones del Deportivo Pereira. Anteriormente dueño del Deportivo Independiente Medellín y luego del Atlético Nacional, Piedrahíta llegó a la capital risaraldense para conformar un conjunto con nombres importantes.
Era la época donde los ‘dineros calientes’ ingresaron al fútbol colombiano: América de Cali pertenecía a los Rodríguez Orejuela y Millonarios tenía entre sus accionistas al reconocido narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha.
Empantanado por la administración de Piedrahíta -quien fue asesinado- y otros deficientes directivos que vendrían en los años siguientes, en 1997, el Pereira sufrió su primer gran revés deportivo: en la temporada 1996-1997 perdió la categoría. Jugó tres años en la B, sin que sus hinchas desfallecieran, y en el 2000, bajo la presidencia de Ramón Ríos Bernal, que más tarde sería acusado de lavado de activos y se fugó de la justicia, volvió a la primera división. El ascenso no garantizó mejores campañas y tras once años, en 2011, debió regresar a la B, donde poco a poco se fue hundiendo.
Un moribundo que se resiste a desaparecer
Actualmente las deudas del Deportivo Pereira ascienden a 17.000 millones de pesos, y aunque en mayo las directivas alcanzaron un acuerdo de pago con sus acreedores, la Superintendencia de Sociedades ordenó la liquidación debido al incumplimiento de sus obligaciones.
Para el presidente de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), Carlos González Puche, los acuerdos y obligaciones pos-acuerdo, como los salarios de los futbolistas, no pueden ser quebrantados.
Justamente, la renuncia presentada a comienzos de julio por algunos jugadores matecañas puso al descubierto que el equipo continuaba incumpliendo el pago de salarios. “El problema es del deudor, de la persona que dejó acumular los pasivos”, afirma González en referencia al actual presidente del Deportivo Pereira.
Pero el problema va más allá. Mientras que en Pereira algunos creen que la liquidación sería una buena salida, pues permitiría la creación de una nueva persona jurídica en reemplazo de Corpereira -que entre sin deudas y en manos de uno o más empresarios con músculo financiero (en la ya calle se barajan nombres)-, la Dimayor no lo ve tan fácil.
Rafael Arias, secretario general de la Dimayor, explicó que es potestad de la Asamblea, de la Dimayor y de la Federación Colombiana de Fútbol determinar si se recibe o no a un nuevo afiliado.
“Mucha gente dice que dentro de los activos y la liquidación hay un bien que se denomina ficha, eso no existe. La decisión frente a la pérdida o no de un afiliado es total competencia de la Asamblea”, aclara Arias, quien reconoce, a pesar de todo, que en la Dimayor hay interés para que el fútbol se quede en la capital risaraldense.
Lo cierto es que hoy, en medio de tanta incertidumbre entre la afición, los malos manejos tienen al Deportivo Pereira viviendo sus peores días. Mientras tanto, sus hinchas mantienen prendida la vela y aferrados a la posibilidad de no quedar reducidos a solo historia, sin gloria, pero al fin y al cabo historia.
ANDRÉS RIVERA Y ANÍBAL MARÍN
REDACCIÓN ELTIEMPO.COM
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