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Relaciones tormentosas, una adicción silenciosa

La historia de Carlos refleja la sintomatología de una persona dependiente de su pareja.

Carlos Ruiz no contaba con que su pareja lo maltrataría, gritaría y sería capaz hasta de pegarle. Tampoco que una relación pudiera consumirlo hasta el punto de terminar pidiendo siempre perdón, aunque tuviera la razón. Pero mucho menos, que esas circunstancias lo hicieran sentirse tranquilo.
Tenía 23 años cuando, viviendo en Estados Unidos, conoció a una mujer 13 años mayor que él. Trabajaba en un restaurante y los fines de semana se ganaba la vida en un bar nocturno. Le costaba creer que una mujer profesional, colombiana también, bella y que podía estar con un ejecutivo de una prestigiosa empresa estadounidense, se hubiera fijado en él.
Todo inició bien, pero siempre, relata Carlos, la relación dependía de la intimidad: se peleaban con mucha frecuencia, pero terminaban arreglando las cosas en la cama. “Hubo como 15 días en los que no peleamos. Y yo decía: ‘esta vieja está saliendo con otro, tiene otro tipo, pero no me quiere decir a mí porque dirá que pobrecito’. Uno de esos días me desesperé de saber que llevábamos tantos días sin pelear y le busqué la pelea. Me empezó a gritar de madrazo para arriba y ahí dije: ‘¡Gracias Dios mío gracias, ella sí me quiere, no está con otro!”.
Fue así como sin saberlo, Carlos se iba adentrando en una relación que lo convirtió en un adicto. Y no de una sustancia ingerida. Según Martha Suescún, maestra en Prevención y Tratamiento de Conductas Adictivas de la Universidad de Valencia, y directora general de la Fundación Libérate, existen adicciones no tóxicas, que no obedecen a dependencias de sustancias externas o químicas, pero que llegan a ser tan nocivas que “representan una de las formas más absurdas de atentado contra la libertad personal”.
Estas dependencias, explica la experta, comparten características con las de las sustancias tóxicas denominadas drogodependencias, hasta el punto que la persona llega a perder el control de sus emociones y pasa por encima de su voluntad. Según Suescún, el Manual de Diagnóstico de Enfermedad Mental define el concepto de adicciones no tóxicas y se explica que dentro de ellas por ejemplo, se encuentra el juego patológico. Carlos no empezaba a ser un ludópata, pero sí un dependiente de una relación peligrosa.
De golpes y amores
Carlos vivió tres años bajo las mismas circunstancias con su novia. Tenían peleas fuertes. Tanto que no entendía por qué seguía con ella, la situación era insoportable, pero estar unos días separado de ella le causaba un dolor espiritual más fuerte que el físico, producido por los golpes de ella.
El momento que sobrepasó todos los límites fue cuando cansados de tanto pelear, ella le dijo que terminaran sanamente, así que lo invitó a almorzar en su casa un domingo para que se despidiera de la hija que ella tenía. Concluyeron su relación en buenos términos.
Carlos tenía una amiga cubana a la que le contaba todo lo que pasaba con su novia y quien, cuando terminaron, fue su compañía. “Nos cuadramos y nos estábamos conociendo. Pero el nuevo noviazgo me duró 8 días, porque a la semana siguiente llegué a mi casa y en el buzón había una llamada de mi exnovia gritándome, diciéndome que eso era lo que yo quería, que yo ya tenía otra…”
Carlos se dio cuenta también que entre sus mensajes tenía uno de la cubana en el que le decía que lo extrañaba y le hacía falta verlo. Entonces fue cuando entendió que su exnovia había ingresado desde una clave externa al buzón de mensajes de su casa y que había escuchado también el mensaje de su amiga.
Inmediatamente supo que ella no tardaría en llegar a su casa a reclamarle y llamó a la cubana a advertirle: “ella viene para acá y yo sé que te va a llamar. Por favor dile todo lo que hemos hecho tú y yo en estos ocho días, en qué lugares hemos estado, todo tal cual”.
Unos minutos después llegó la exnovia, empezó a gritarlo, a pegarle y a preguntarle que qué había hecho con la cubana. Él le contó todo el recorrido que había dado con la cubana en esa semana. Luego ella le dijo que la llamaran para confirmarlo. Y todo iba bien hasta que le preguntó a la cubana que si ellos habían tenido relaciones sexuales. Ella le contestó: “sí, cuatro veces”.
Pero eso era mentira, cuenta Carlos, y ahí empezó la batalla campal. Golpes, daños y gritos atrajeron a la policía, que al llegar encontró el lugar destrozado. “Ella había volteado el comedor de la rabia, lo dejó patas arriba. Estaba despelucada y me preguntaban que por qué estaba así. Yo les decía que era una mujer muy celosa”, dice él.
Después de eso, ella demandó a Carlos por lesiones personales y lo citaron a dar declaraciones el 4 de febrero de 2004. Pero él no tenía papeles, estaba como ilegal, así que lo más probable era que fuera a una cárcel. “Los papeles legales tampoco los había podido sacar porque ella no me dejaba, me decía que no me fuera a casar con otra por papeles, que como ella era legal me ayudaba y nos casábamos, pero siempre se dilató la cosa”.
Así fue, como el mismo día que Carlos tenía la cita, tomó un avión de regreso a Colombia y se “auto deportó”.
Reconoció su adicción
Vino la depresión, la soledad, las ganas de volver con ella y los pensamientos de que ellos se querían y que debían volver. La mamá de Carlos vio la situación y lo llevó con la sicóloga Suescún, quien vio en Carlos la sintomatología de un adicto.
Tuvo síndrome de abstinencia, pérdida de control de los impulsos, pérdida de interés por otras actividades gratificantes e interferencias con otras actividades cotidianas: lo que Carlos reconoció como adicción a una relación poco sana.
Estuvo casi un mes y medio internado, superando su abstinencia, reconociendo que aunque es una situación por la que pasan sobre todo mujeres, él como hombre la vivió y que son muchas las personas a las que les cuesta reconocer que pasan por circunstancias parecidas o peores y en las que son presas de situaciones que no los deja ser felices y desarrollarse como seres humanos.
Hoy, pese a estar casado, tener una familia y un trabajo estable, reconoce que le cuesta trabajo estar solo, que le molesta salir a bailar y que cuando alguien grita, realmente se descompone. Aún así, piensa que su experiencia puede servir para que otros reconozcan sus apegos emocionales.
Otras adicciones no tóxicas
Según Martha Suescún, hay otras adicciones no químicas como la adicción a los videojuegos, al Internet, al celular, al sexo o a las relaciones de pareja. Todas ellas, aunque no producen un deterioro físico notable como lo sería el de una sustancia psicoactiva, ni ponen en riesgo inmediato la vida, sí son causantes de serias disfuncionalidades en el entorno laboral, familiar y social del sujeto que las padece y pueden convertir la vida de cualquier ser humano en un caos.
Reconozca la adicción
La doctora Suescún da algunos tips para saber identificar cuándo una relación atraviesa lo normal.
1. ¿Usted cree y siente que es responsable por otras personas; por sus sentimientos, pensamientos, acciones, decisiones, deseos, necesidades, bienestar o malestar, incluso por lo que les ocurra en el futuro?
2. ¿Se siente usted instintivamente impulsado a ayudar a otras personas a resolver sus problemas, aún cuando ellos no le hayan pedido ayuda?
3. ¿Se encuentra a usted mismo diciendo sí, cuando en realidad quería decir no, haciendo cosas que realmente no desea hacer, o haciendo cosas para otras personas que ellos pueden hacer por ellos mismos y entonces sitiendose resentido y victimizado?
4. ¿Se siente aburrido, vacío y sin valor, si no existe una crisis en su vida, un problema que resolver, o alguien a quien ayudar?
5. ¿Usted cree que alguien es responsable de cuidarlo y de hacerlo feliz?
6. ¿Usted cree y siente que alguien, o el problema de alguien está controlando su vida?
7. ¿Se siente usted culpable por lo que piensa y siente y lo niega?
8. ¿Cree usted que no puede ser feliz hasta que otra persona - padre, hijo, amigo, amante o pareja - cambie su conducta? ¿Está usted esperando que otra persona cambien para poder ser usted feliz?
9. ¿Le permite usted a alguien que lo abuse física o emocionalmente?
10. ¿Siente que tiene que ponerse furioso y gritar para que lo oigan?
11. ¿Busca usted la aprobación de otras personas por su conducta o decisiones?
12. ¿Usualmente usted no dice lo que siente?
Si responde positivo a mas de cinco preguntas es momento de buscar ayuda..
HILDA ROCÍO HURTADO
REDACCIÓN ELTIEMPO.COM
hilhur@eltiempo.com
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