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Lo que han conseguido las marchas en Brasil

Siempre el gobierno ha aprovechado el fútbol para hablarle al mundo, esta vez son los ciudadanos.

Andrea Domínguez Duque
En las ciudades brasileñas todavía arden las chispas encendidas por las marchas de las últimas dos semanas. Todos los días se registran protestas, como queriéndole recordar al Estado que la histórica movilización no fue apenas un desahogo multitudinario, sino una nueva forma de participación ciudadana, lista para activarse a la velocidad de un clic.
Al término de la semana, una noticia sin precedentes se sintonizaba con esta onda acontecimientos: el primer encarcelamiento de un congresista en ejercicio en la historia democrática brasileña. Luego de que el Supremo Tribunal Federal ordenó su detención inmediata, el diputado federal Natan Donadon, condenado a 13 años de prisión por participar en un esquema de desvío de recursos públicos, huyó por dos días, pero finalmente se entregó a la Policía Federal.
Conmocionados por lo que se ha venido llamando ‘la voz ronca de las calles’, los diversos estamentos del poder parecen dispuestos a responder al clamor popular. El congreso está en una especie de frenesí legislativo: la cámara archivó una propuesta de enmienda constitucional que pretendía restringir la capacidad investigativa del ministerio Público y que llevó a muchos a protestar en las calles.
Y el senado aprobó un proyecto de ley que propone tornar los delitos de corrupción, en crímenes horrendos, que no son excarcelables y tienen penas mucho más altas. Alexandre Araújo Costa, profesor de ciencia política de la Universidad de Brasilia, en diálogo con EL TIEMPO, dijo que este tipo de propuesta tiene más impacto mediático que real. “Lo que hay que buscar no es necesariamente penas más altas sino que las penas sean cumplidas, pues los índices de prisión por corrupción son muy bajos”.
Desde el ejecutivo, la presidenta Dilma Rousseff abrió la interlocución con múltiples sectores de gobierno y oposición para realizar pactos políticos. Entre las principales respuestas de Rousseff a las demandas populares están el compromiso de contratar 35 mil médicos para dinamizar el sector de salud pública y la destinación del 100 por ciento de las regalías del petróleo para la educación, aunque aún no ha explicado cómo llevará la teoría a la práctica.
Pero la más audaz de sus propuestas es la realización de un plebiscito para sacar adelante una reforma política que ha estado en el tintero durante años. En opinión del jurista Pedro Abramovay, director de Avaaz Brasil, una buena reforma política sería fundamental para lograr cambios de fondo urgentes: “La gente está en las calles por culpa de un sistema político podrido, con nula capacidad de oír a los ciudadanos.
Por eso tiene que haber un cambio en la forma de hacer política y eso implica que la gente que está hoy activa, comunicándose, protestando, compartiendo información a través de Internet, cuente con mecanismos para participar”. Abramovay en las últimas dos semanas ha visto crecer en un millón el número de miembros de Avaaz Brasil como consecuencia de la onda virtual participativa, vinculada a los temas de las marchas en todo el país.
Finalmente, uno de los más altos representantes del poder judicial, el magistrado del Supremo Tribunal Federal, Joaquim Barbosa, exigió a los tribunales de justicia acelerar el juicio de 77 mil procesos de improbidad administrativa y de crímenes contra la administración pública que se encuentran represados según un pacto de eficiencia suscrito en por el sector judicial. Está claro que en el combate a la corrupción que todos los estamentos han asumido como banderas propias será fundamental la celeridad en los juzgados de todo el país.
Las marchas seguirán teniendo consecuencias tangibles, de eso está seguro Abramovay. “Los políticos que no acepten que las cosas están cambiando no están entendiendo lo que está pasando en Brasil. Brasil explotó, fue a las calles y despertó a la clase política”, puntualizó.
Andrea Domínguez Duque
Para EL TIEMPO
Río de Janeiro
Andrea Domínguez Duque
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