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Devaluada valorización

Gonzalo Castellanos
La tarde en que recibí por correo las ocho apretadas páginas de letra chiquita, fórmulas matemáticas impenetrables y argumentos gelatinosos del Concejo de Bogotá que explican por qué debo pagar una nueva contribución de valorización, además de la náusea, experimenté el dilema: pagar o no pagar.
Pagar, por supuesto, pues soy propietario, lo cual me da privilegios de vida y, ante todo, responsabilidades con la sociedad; además, disfruto el placer de caminar con vista de montañas, 12 horas de luz solar, cafés, rock al parque, festival de teatro, bibliotecas y agradable trabajo en esta ciudad de sabores.
Uhmmm..., ¿pero pagar? Si valorización significa aumentar el valor de la propiedad y del patrimonio por un entorno urbano mejorado con obras y servicios, vuelve el dilema: ¿pagar acaso por los interminables años del hueco de la 26, la carrera 10a. y la trocha vial del mapa capitalino?, ¿por los nuevos e inutilizables puentes que, según la exfuncionaria de Movilidad, ocasionan trancón, o por los que faltó comprar un pedacito de tierra para desembocar (invitar al asado y olvidar la carne); quizá para financiar los roñosos camiones que improvisadamente reciclaron para recoger otras basuras; y, hablando de basuras, tal vez para pagar nuevos carros de nuestros concejales, o el agua turbia que frecuentemente trae el "valorizado" Acueducto Distrital para preparar el almuerzo?
Qué hacer... toca pagar. Y para que no suceda como dice un gran cineasta, que "la vida es un guion mal contado y con un final de mierda" cabe confiar en anhelos de diario. Si en el formulario de pagos pudiera señalar a dónde quisiera que fuera mi plata, pediría que algo hicieran la policía y la administración, que con puño duro hace la fórmula de la valorización, para poder tomar algún día un taxi sin el pánico de desaparecer en garras de un asesino serial, cruzar la calle sin la agresión de los violadores de semáforos y habitar la ciudad sin sensación de sobreviviente; quisiera beber agua limpia, montar en TransMilenio amable y en un metro que, aunque corto, no sea solo un dibujo pagado varias veces.
Deseo que mi pago y el de todos, temporalmente aplazado mientras el Concejo y la administración capitalina le ponen más de seso al esperpento que hace poco nos mandaron como mala noticia de correo, sirviera también para construir barrotes de larga prisión que no puedan burlar Samuel, Guido, Miguel ni ningún funcionario y contratista expertos en construir carruseles; esos que hacen odiar el momento de pagar la tal valorización.
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Gonzalo Castellanos
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