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El drama que vive Útica después de la avalancha

En carpas recibirán clases estudiantes a partir del 6 de febrero. Aún no entregan nuevo colegio.

Katya Chamié
Casi dos años llevan pidiendo a gritos los habitantes de Útica (Cundinamarca) la construcción del colegio, de las viviendas y del centro de salud que resultaron afectados por el desbordamiento de la quebrada Negra, el 19 de abril del 2011. (Así está Útica después de la avalancha)
Ese día no se ha borrado de la memoria de los afectados. Fue tan grande el impacto que lo recuerdan como un día de horror.
"Murieron dos personas, hubo 1.050 damnificadas y 123 viviendas destruidas", dijo un habitante señalando que aún hay gente que vive en casas de familia o que paga arriendos muy altos.
Lo más desolador para la comunidad de Útica es que al otro día de la avalancha vino el Presidente de la República y anunció la construcción de las casas. "No hemos recibido nada. Han sido indolentes con nosotros, somos Colombia, somos Cundinamarca, y sentimos que nos han olvidado", dijo el hombre.
Pero el ánimo del municipio se calentó aún más este año. "Nos enteramos de que los niños no podían iniciar su año escolar porque las casas prefabricadas -a donde fueron trasladados después de la avalancha- presentaban deterioro estructural", contó Lucy Pinzón, arquitecta y líder del municipio.
"Es un peligro que los 840 niños estudien ahí. Hay hacinamiento, meten a 30 niños en cada salón, es un diseño que no corresponde a clima caliente, no tiene ventilación, ni altura adecuada y cuando llueve se encharcan los salones", explicó la arquitecta.
Margot Guamán, vicepresidenta de la asociación de padres de familia, explicó que los riesgos a los que se exponen los niños son infinitos. "El calor que hace ahí adentro es infernal. En el día la temperatura alcanza los 38 grados. Les da dolor de cabeza, sueño y falta de apetito. No hay zonas verdes donde correr y el matoneo es visible", anotó.
Para Laura y Juan David, estudiantes del colegio, la situación es de desidia y de falta de gobernantes.
"Estamos aburridos de andar en el río o en la casa; añoramos entrar a estudiar, así sea ahí, mientras construyen el colegio que nos prometieron", dijo Laura.
Por esta razón, la comunidad organizó el lunes pasado una marcha con arengas y pancartas exigiéndoles al departamento y a la Nación ayuda inmediata.
La respuesta de la Secretaría de Educación del Departamento fue que mientras se les hacen los arreglos a las casas prefabricadas, que consiste básicamente en subirlas de nivel tres metros para que el aire circule y garantizarles la estabilidad de la estructura, los estudiantes recibirán sus clases, a partir del 6 de febrero, en carpas transitorias por un tiempo de tres meses.
Piedad Caballero, secretaria de Educación, dijo que los jóvenes de bachillerato tendrán clases en la mañana y los niños de primaria y preescolar, en la tarde.
De igual modo, la secretaria general de Cundinamarca, Sandra Faura, aseguró que la adquisición de la finca La Ceiba, donde quedará el colegio, la construcción de las viviendas y el centro de salud, está en marcha. "Desde finales del mes de octubre del 2012, la administración asumió el compromiso de adquirir el predio", dijo.
La funcionaria señaló que a través de la Procuraduría Provincial de Facatativá se informará del avance del proceso, de tal manera que se expida el avalúo catastral de las 7,97 hectáreas del predio.
Y mientras este proceso toma su curso, que según expertos podría tardar más de un año, los niños seguirán recibiendo clases en carpas y manteniendo la ilusión de retornar a su antiguo colegio o al nuevo que tanto les han prometido.
Colegio en abandono
La sede de la Institución Educativa Manuel Murillo Toro, afectada por la avalancha, fue declarada como zona de alto riesgo por estar a 20 metros del río. Por esta razón, el gobierno departamental empezó con la búsqueda de un terreno apto para salvaguardar la vida de los estudiantes.
Sin embargo, la comunidad dice que deberían adecuarlo como casa de la cultura o memoria del municipio.
Katya Chamié
Redactora EL TIEMPO
Katya Chamié
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