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'¿Míster, le gusta el 9...?' / Columna de Jorge Barraza

Jorge Barraza
La tempranísima eliminación de Argentina en el Suramericano Sub-20 (jugando en casa) vació de espectadores el torneo. El hincha albiceleste no quiere pasar ni cerca del estadio. Lo usual cuando el local queda fuera del torneo. Entonces se ve un hermoso estadio, mundialista él, desolado, en el que se escuchan los gritos de los jugadores: "¡Tocala...!", "Voy yo...", o de los técnicos "Marquen ahí...", "Uno contra uno..."
Los partidos se tornan casi familiares. No obstante hay una nube de señores que observan atentamente el juego, toman nota, intercambian impresiones. Son los representantes de jugadores y los enviados de los clubes europeos que vienen a ver los nuevos talentos para llevárselos. Los hay del Manchester United (que en una oportunidad le sopló al Fluminense a los mellizos Fabio y Rafael sin consentimiento del Flu, donde jugaban), del Barcelona, del Real Madrid y de clubes de Portugal, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, etcétera. Ahora también de equipos rusos, ucranianos, turcos, nuevos mercados futbolísticos que pagan muy bien.
El talento suramericano siempre seduce. Todo el mundo cuenta maravillas de cómo trabajan los clubes europeos en materia de juveniles y habla pestes de las instituciones criollas, pero vienen a buscar jugadores acá. Porque los Messi, los Falcao, los Neymar y decenas más son de este lado del agua. Los forman nuestros humildes clubes llenos de defectos, no las extraordinarias entidades plenas de virtudes del viejo continente.
Sentado en una butaca del estadio de Mendoza se escuchan diálogos muy sabrosos. Por ejemplo, alguien le ofrece a un emisario inglés al 9 de Paraguay, o al arquero de Chile, o al zaguero de Colombia. El otro dice "sí, me gusta, pero ¿qué dirá el club?" Eso no es problema...
Lo simpático es que quien lo ofrece no es un dirigente del equipo al que pertenece el pase del jugador, sino un empresario. O bien el representante del chico. Porque ya no hay futbolistas ni de 14 años sin su agente. El club donde juega el juvenil ignora que andan ofreciendo a su jugador. El presidente y los hinchas tal vez sueñan con retenerlo, con realizar un gran esfuerzo y hacerle tres ó cuatro años de contrato. O ya se lo hicieron y está vigente, hasta con pagos al día. Pero un señor que no tiene relación con la institución lo ofrece. Si consigue comprador, lo demás se arregla. "El contrato siempre se puede romper", es el lema de todo representante. El joven puede declararse en rebeldía, interponer un recurso de amparo, presionar los padres, lo que haga falta para romper el vínculo e irse. Cuando el jugador decidió irse, se va.
Por lógica, cuando cualquiera de estos jóvenes es tentado para ir a Europa a ganar 20 veces lo que percibe acá y jugar en clubes importantes, ya no razona más, idealizó su partida y nadie podrá retenerlo.
Aunque cambie un poco la economía de la región, aunque haya crisis en Europa, esta realidad no cambia.
Jorge Barraza
Para EL TIEMPO
Jorge Barraza
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