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El hombre que inmortalizó la 'Fiesta en corraleja'

Este porro, que apareció en los años 60, tiene más de 110 versiones en cuatro idiomas.

Una mañana de los primeros días de 1963, Rubén Darío Salcedo caminó hasta el lugar donde campesinos armaban la corraleja en Sincelejo. Ver hacer los amarres con bejucos a esos obreros que tomaban ñeque (ron artesanal) y cantaban vaquerías, lo inspiró. Se imaginó los palcos llenos de personas que año tras año participaban de las tradicionales festividades y se marchó a su casa en busca de la guitarra para darle vida a Fiesta en corraleja, porro que por estos días es himno en la capital de Sucre.
"Ya viene el 20 de enero/ la fiesta de Sincelejo/ los palcos engalanados/ la gente espera el ganado/ esta sí es la fiesta buena/ la fiesta en corraleja".
Nadie le puso bolas al tema que se escuchó, inicialmente, en festivales pueblerinos de la sabana, salvo algunos ricos de la región, pero para que nombrara al afamado ganadero Arturo Cumplido.
En esos días, Rubén Darío se fue a vivir cuatro años a la finca El Ceibal, de su padre, Esteban, en El Yeso, corregimiento de Morroa (Sucre), donde había un caballo viejo y blanco que, como a su progenitor, incluyó en la letra, cuatro meses después de su inspiración inicial:
"Allá viene Esteban Salcedo/con su caballo piquetero".
Tiempo después, en 1969 en Sincelejo, cuando le ofreció la composición a Alfredo Gutiérrez, futuro campeón mundial del acordeón, le pidió que se la cantara.
-Mira, 'Boca'e moyo' -le dijo Gutiérrez, cuando este terminó-: eso se escucha mejor si la cantas tú. Vamos a grabarla y yo te acompaño con el acordeón.
Así se hizo en los estudios del 'Capitán' Molina, en Barranquilla (debido a una huelga en Medellín), bajo el sello Codiscos y con la agrupación de Alfredo Gutiérrez y los Caporales del Magdalena. De inmediato fue un éxito nacional. "Por dos años ocupó el primer lugar en Colombia", sostiene Fausto Pérez Villarreal, autor de Alfredo Gutiérrez, la leyenda viva.
-Codiscos recibió el Disco de Oro por ventas y con el dinero obtenido hice esta casa -dice Salcedo, sentado en un taburete, en el patio de su residencia de tres habitaciones, ubicada a 53 pasos de la Plaza Majagual (antigua sede de las corralejas)-. Y sabe una cosa: un hijo mío conoce como 110 versiones del tema en cuatro idiomas. Me gustan la de Billo's Caracas, Hansel y Raúl, Moisés Angulo y una de Antonio Arnedo, en jazz.
Músico desde niño
Rubén Darío nació el 6 de mayo de 1946, pero no en Morroa (Sucre), como muchos creen, sino en Ocaña (Norte de Santander), donde su madre, Juana Ruiz, llegó para ayudar a una hermana, Enriqueta, a punto de morirse. Pero a los 2 meses estaba en Sincelejo, recibiendo el nombre de Rubén Darío, a pedido de su padre, como homenaje a su poeta preferido.
Era un hogar de escasos recursos. La madre era ama de casa y artesana de hamacas. Esteban las vendía, junto con sombreros vueltiaos, en el mercado de Sincelejo. Ahí, para atraer la atención de los potenciales compradores, el niño, octavo entre 10 hermanos, tocaba la violina (dulzaina) y conversaba con un visitante frecuente e influyente: Cresencio Salcedo, primo hermano de su padre y célebre autor de pegajosas melodías como Año viejo y La múcura.
El padre le compró una bicicleta cuando cumplió los 9 años, porque la madre quería para él una diversión que no fuera la música. Juana repetía a cada rato: "Este pelao va aprender a tomar ron". Pero Rubén Darío cambió la bicicleta por un acordeón y la música se apoderó de él.
Componía y cantaba, aunque era joven, pero nadie le grababa. Hasta que le entregó un paseo sabanero a su compadre acordeonero Julio de la Ossa, a mediados de los 60, y a este le gustó tanto que lo interpretó y grabó.
Fue La colegiala, inspirado en el amor de una vecina, Aydé Núñez.
La noticia se regó. Una mañana de 1966 caminaba por la calle cuando alguien le tocó la espalda y le dijo que Alfredo Gutiérrez lo esperaba en su casa del barrio Cruz de Mayo para que le entregara una canción.
Llegó a las dos de la tarde y al ver que había muchos compositores decidió marcharse.
-¿Tienes miedo? -le preguntaron Carmelo Barraza y David Montes, dos amigos suyos y músicos de Alfredo, que lo agarraron por los brazos.
-Sí -respondió Salcedo.
A los empujones lo metieron a la casa, pero en vez de llevarlo a donde Alfredo Gutiérrez y Álvaro Jaramillo, de Sonolux, atendían a los aspirantes, lo metieron a la cocina. Ahí expuso su música.
En el segundo tema, le dijeron que era suficiente. A los dos días, Gutiérrez se lo llevó a Medellín, le firmó un contrato y lo puso a cantar boleros con el grupo Alfredo Gutiérrez y sus Estrellas. "Alfredo Gutiérrez marcó mi carrera. No solo porque interpretó cerca de un centenar de temas míos, en pasebol, rancheras, porros, merengues y paseíto, sino que me abrió las puertas para que intérpretes como Lucho Pérez (Argaín), Lisandro Mesa, Los Betos, El Binomio de Oro y Carlos Vives se interesaran en mi música. Él es el mejor acordeonero del mundo", manifiesta Salcedo.
A lo que Gutiérrez responde: "Rubén Darío es un gran compositor, que se alimenta leyendo los clásicos griegos y la Biblia. Grabé de él, entre 1966 y 1967, inicialmente, Amor de adolescente y después jamás paramos. Es el mejor compositor de mi carrera".
El rey del pasebol
Salcedo considera el pasebol como un danzón, híbrido entre el paseo vallenato y el bolero. Aunque se dice que lo creó José Velásquez, hermano de Aníbal Velásquez, 'El mago del acordeón', él sostiene que es de su autoría y que no lo patentó porque los ritmos no se registran. Lo cierto es que el pasebol lo popularizó él con Alfredo Gutiérrez. Tanto que se le conoce como 'El rey de pasebol'.
Pero su repertorio es variado, como queda evidenciado con temas como Ojos verdes, Manizaleña, Ojos indios, Cabellos largos, Apartamento tres y Cabaretera, este último un bolero de gran acogida en México, donde fue premiado con el Trébol de Oro.
Pero la letra que más le impacta a Rubén Darío, a sus 66 años, es el pasebol Corazón de acero, dedicado al amor de su vida, una evangélica que nada quería saber de él por parrandero: Eliasib Mendoza, convertida a la presente en madre de seis de sus diez hijos (tiene otros cuatro por fuera de su matrimonio).
"Corazón de acero, por qué eres así/ tienes sangre de indio guerrero/ pero te quiero a ti".
Hoy, ella afirma que está loco y que algún día lo va a matar la música, porque van caminando por cualquier lugar cuando, de repente, la deja porque le llega la letra de una canción nueva y busca la grabadora en casa para que no se le vaya la inspiración.
Fue en esa casa donde vivió por casi cuatro años un niño cartagenero que su madre le había llevado a Salcedo para que le enseñara a cantar en su conjunto, el Supercombo Los Diamantes. La condición fue que lo hiciera asistir al colegio. "Hacía los mandados del hogar y cantaba. Era un espectáculo en tarima", dice Rubén Darío, que lo apodó 'Joe'. Era el Joe Arroyo.
Hoy la herencia musical de Rubén Darío Salcedo, autor de más de 400 canciones, la han seguido dos hijos (Giovanni y William) y una nieta (Jenys Borja).
Para nutrirse, lee a los grandes poetas, como Neruda y García Lorca, y escuchan música culta, en especial en la voz de Pavarotti. Vive sin lujos y toca los fines de semana, porque las regalías de Sayco, según dice, son entre 200.000 y 300.000 pesos mensuales.
El jueves recibió un homenaje de la alcaldía de Sincelejo por su carrera, en el primer reconocimiento que se le hace, en grande, en su tierra. Porque la organización del 20 de Enero jamás, dice, lo ha contratado y le toca presentarse con su conjunto Rafael Darío Salcedo y su Grupo Corralero para particulares y en parrandas, a fin de que escuchen en vivo un himno que es del país entero: Fiesta en corraleja.
Estewil Quesada Fernández
Enviado especial de EL TIEMPO
Sincelejo.
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