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Así se vive en el pueblo con la temperatura más alta del país

En Carmen de Bolívar, el calor alcanza los 41°. Hay amenazadas 2.500 hectáreas de cultivo.

En Carmen de Bolívar hace tanto calor que hay quienes pasan buena parte del día con los pies metidos en un platón con agua y hielo. El municipio más grande de los Montes de María está que arde. A las 11 de la mañana todo se paraliza y es difícil encontrar por las calles a quien sea capaz de enfrentarse con el sol. (Siga este enlace para ver imágenes de la oleada de calor en Carmen de Bolívar).
Los reportes de la Oficina de Pronósticos y Alertas del Ideam indican que los primeros días de enero la temperatura ha alcanzado, en promedio, casi 39° centígrados: 4 más que los máximos históricos para la zona en los últimos años. El 9 de enero pasado llegó a los 41°, un calor que ni los más viejos del pueblo recuerdan haber sentido.
El último aguacero fue a finales de diciembre, y quienes sembraron en ese mes pueden perderlo todo si no llueve en los próximos días. El calor tiene ahogados a los hipertensos, a los campesinos clamando al cielo por un aguacero, y llenos de alegría a vendedores callejeros de jugos y chicha.
Sumado a los días secos que enfrentan, el tema se pone más difícil porque la construcción del acueducto del pueblo aún no termina y apenas 1.500 viviendas, de 13 mil que hay en todo el municipio, tienen servicio de agua tres días a la semana.
En las calles aledañas a la iglesia las mujeres no sueltan las sombrillas ni cuando se suben a un mototaxi. En la plaza, quienes realizan diligencias en el Centro suelen detenerse al mediodía para refugiarse bajo la sombra de los tupidos árboles de Nim.
Vanessa Novoa, de 17 años, contó, mientras caminaba junto a su hermana cerca a la iglesia, que ha llegado a bañarse hasta cuatro veces en un solo día para enfrentar el sofoco. “Cuando voy a ver televisión en la casa lleno una ponchera con agua y hielo para meter los pies. Mi papá una vez hasta se puso una pantaloneta y se sentó dentro de la ponchera a echarse agua en la cabeza con un tarro por el calor que hacía”, contó la joven, sin poder aguantar la risa.
El trabajo se detiene al mediodía. Juan Carlos Sanabria, quien vende productos agrícolas en una carretera a las afueras del pueblo, suele refugiarse con sus compañeros en un rancho de paja cuando pasan las 10 a.m. Ahí, tirado en una hamaca, contó que “ni yo ni mis trabajadores nos atrevemos a salir a la calle en este momento. Si antes tomábamos cuatro litros de agua al día, ahora bebemos como 12. También hay que aumentarle a las cervecitas”.
En el Carmen todo el mundo sabe que esta época es calurosa. Pero el sol de estos días, que sienten como una ardorosa bofetada en el rostro cuando renuncian a la sombra, ya los tiene asustados.
Cabañuelas sin agua
Los campesinos apenas empezaban a recuperarse el año pasado de los inviernos del 2010 y el 2011. Ahora temen que la sequía termine arrasando los cultivos de nuevo.
Cenén Arias, vicepresidente de la Federación de Líderes Agropecuarios de los Montes de María, explicó que las cabañuelas de este año ‘pintan’ mal y las siembras de ñame, yuca, maíz y aguacate empiezan a verse afectadas.
“Las cabañuelas son el resultado de la observación que hacen los labriegos de las lluvias de los primeros 24 días de enero, que supuestamente muestran cómo será el clima de cada mes del año”, explicó Arias.
Hasta ahora no ha caído ni una gota, y esperan lo peor para todo el 2013. Según Arias, hay 2.500 hectáreas de cultivo amenazadas por la sequía y 50 mil reses que ya empiezan a perder peso porque comienzan a secarse los jagüeyes y el pasto dejó de crecer. En 30 veredas (de 62) los labriegos prefirieron no sembrar nada hasta que se asome un aguacero.
Hay quienes ya empiezan a sentirse derrotados. El lunes, al mediodía, Santander González miraba con tristeza las 3 hectáreas de maíz que cuida en la finca La Glorieta. Las plantas, que debían secarse en febrero, fueron vencidas por el sol y se secaron hace unos días. Las mazorcas apenas alcanzaron el tamaño de una mano.
El mismo González, cansado de tanto calor, se dio por vencido y suele suspender sus labores a las 10 a.m., y apenas las retoma cuando el sol empieza a caer por la tarde.
“Si esto sigue así no sabemos qué pasará, porque el mayor empleador del Carmen es el campo”, advirtió Arias.
El calor también empezó a dañar el bolsillo de los carmeros. Como el pasto está secándose, las vacas comen menos y producen menos. El litro de leche artesanal pasó de 700 a 1.200 pesos, la libra de queso de $3.500 a $5.500 y el litro del tradicional suero sabanero de 3.000 a 6.000 pesos.
El sol golpea duro sobre la cabeza, sobre todo la de los mototaxistas. Iván Buelvas contó que en diciembre podía realizar hasta 40 carreras en un día, “y ahora como el calor hace que la gente no salga tanto a la calle”, apenas consigue entre 20 y 25 carreras diarias.
Su rendimiento y el de sus colegas se ha disminuido. Los miembros del gremio suelen detenerse desde las 11:00 a.m. hasta las 3:00 p.m., porque no soportan andar por la calle a esas horas. “A veces me voy para mi casa y me da pereza salir otra vez. Esto está insoportable”, dijo Buelvas.
Los que sacan ganancia
Juan Cohen, que vende jugos de zanahoria y remolacha con leche, hacía varios años no veía días tan buenos. Pasó de 100 jugos vendidos a 500 pesos todos los días, en promedio, a 150. Y José Gamarra, que vende chicha de maíz, pasó de 70 a 120 botellas diarias.
Pero el calor es tanto que hasta ellos que sacan ganancia dicen que ya estuvo bueno. “Ya me gustaría que lloviera, para que los campesinos también se beneficien”, dijo Cohen.
“Por las noches llego a la casa con dolor en la nuca; se siente uno atropellado por el sol”, agregó Gamarra.
Quienes más esperan que caiga un aguacero o lleguen días más frescos son los viejos. A Félix Antonio Pérez, que tiene 78 años y trabaja alquilando una carreta en los límites entre el casco urbano y el sector rural, le volvieron sus achaques de salud. El calor le subió la presión y siente las piernas débiles.
“Yo trabajo desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Cuando llega el mediodía me toca meterme en la sombra porque el sol me quiere matar”, dijo el viejo, quien todas las noches asegura pedirle a Dios “que haya brisa, un aguacero al menos, para durar mis ciento y pico de años. Yo no me quiero morir tan joven, y menos por calor”.
ALBERTO MARIO SUÁREZ D.
Enviado especial de EL TIEMPO
Carmen de Bolívar (Montes de María).
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