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Gasolina y salario mínimo

Cristian Valencia
Todo comienza mal cuando los gremios se refieren a los sueldos de los trabajadores como una carga. Semánticamente eso condiciona muchas cosas: la relación empleado-patrón, y el valor que les asignan a los trabajadores. Y sigue mal cuando dicen que ellos son los únicos que generan empleo. Sin empleados no hay empresa que haga nada. Eso sin contar que los sueldos de los empleados van a parar a las arcas de empresas de bienes y servicios, movilizan la economía nacional y mejoran la calidad de vida de todos.
La distancia que existe entre las pretensiones de salario mínimo de las centrales obreras y los gremios es abismal. Una distancia que siempre se ha dirimido del lado de los empresarios y nunca del lado de los empleados. Como este es un país de negociadores, no entiendo por qué no parten diferencias, una práctica que siempre se hace en otros ámbitos. Si las centrales obreras piden el 8% y los gremios ofrecen 3,5%, ¿no sería lo más normal sumar y dividir por dos? ¿Y que el resultado consensuado fuera un aumento del 5,75%? Ahora bien, creo que este costo adicional podría mitigarse un poco si el Gobierno hace algo para reducir los costos de producción.
Ese "algo" tiene nombre y se llama precio de la gasolina: una verdadera carga para empleadores y empleados. Así que el Gobierno podría contribuir para que por primera vez hubiera una negociación exitosa del salario mínimo. El elevado precio del combustible encarece todo y, a la postre, condiciona las pretensiones salariales de los trabajadores y la oferta de salario de los gremios. Estamos ad portas de producir un millón de barriles diarios de petróleo y el combustible continúa por los aires. Todas esas sobretasas temporales que se inventaron resultaron ser para siempre, y no ha habido poder humano que las haga bajar. Si el Gobierno quiere que las partes se pongan de acuerdo en cuanto al salario mínimo, podría hacer lo suyo, jugar a las matemáticas y darnos la buena noticia de un precio de la gasolina acorde con el nivel de producción nacional de petróleo. Es una sugerencia.
Y que los empleadores no olviden que sin empleados no hay nada.
Y que a mayor sueldo de los empleados mayores utilidades tendrán. Sencillamente porque esos empleados comprarán más cosas que las empresas producen. Así funciona. No son una carga, son el motor principal de esta nación, el motor principal de sus empresas. Y aunque haya un pelotón de desempleados dispuesto a trabajar por bicocas, la idea es pasar esa página algún día. Así suene a ciencia ficción, esa es la idea: que empleadores y empleados estén contentos y no se miren con recelo. No pueden olvidar que la revolución bolivariana del hermano país fue posible gracias a esos maltratos, a esa distancia enorme entre las pretensiones salariales de trabajadores y ofertas salariales de gremios. No podemos olvidar eso, mucho menos en tiempos donde parece que hay voluntad de paz. Y la paz no se trata de una palomita pintada en una pared. Se trata de crear condiciones más justas para todos.
No es necesario ser una lumbrera para decir que si baja la gasolina inmediatamente todo debería bajar. Y un incremento salarial del 5,75% equivaldría a uno del 9%, dependiendo del rebajón.
¿Saben ustedes en qué se gasta un colombiano un salario mínimo? En arriendo, en papa, en leche, en pan, en fríjoles, en ropa, en cuadernos, en un crédito para un televisor o una nevera, en pasajes de bus. ¿No son ellos los que sostienen la economía diaria del país? Esa economía del día a día que, sumados uno con otro, arrojan cifras astronómicas anuales que van a engrosar el famoso PIB.
Como dije, parece ciencia ficción. Esperaría que no: que en la realidad el salario mínimo no se fijara por decreto, lejos del 8% y cerca del 3,5%. Porque si es así, continuaremos condenados al hiperrealismo de siempre.
Cristian Valencia
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