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Las soluciones más inteligentes para salvar al mundo

Bjorn Lomborg
COPENHAGUE. Si tuviera 75.000 millones de dólares para gastar en los próximos cuatro años y su objetivo fuera mejorar el bienestar de la humanidad, en especial, el mundo en desarrollo, ¿cómo le sacaría el máximo provecho a ese dinero?
Esa pregunta la hice ante un pánel compuesto por cinco de los mejores economistas, incluidos cuatro galardonados con el Premio Nobel, durante el proyecto del Consenso de Copenhague del 2012. Se escogió a los miembros del pánel de acuerdo con sus conocimientos especializados en la definición de prioridades y por su habilidad para aplicar los principios económicos en el estudio comparativo de decisiones políticas.
El año pasado, más de 50 economistas realizaron investigaciones en torno a cerca de 40 propuestas de inversión en áreas como conflictos armados, desastres naturales y hambruna, educación y calentamiento global. Los equipos que prepararon cada informe identificaron los costos y beneficios de la forma más inteligente de usar el dinero en su área. A principios de mayo, muchos de ellos viajaron a Dinamarca para convencer al pánel de expertos del potencial de sus propuestas de inversión.
Los resultados de las investigaciones del pánel muestran que, de gastarse inteligentemente, 75.000 millones de dólares -solo un aumento de 15 por ciento del gasto actual en ayudas- servirán en gran medida para resolver muchos de los desafíos mundiales.
La inversión individual más importante, según el pánel, fortalecería la lucha contra la malnutrición. Una nueva investigación para el proyecto, realizada por John Hoddinott, del International Food Policy Research Institute (Instituto de Investigación Internacional de Políticas Alimentarias), y Peter Orazem, de la Universidad de Iowa, se centra en una inversión anual de 3.000 millones de dólares. Con ese dinero se compraría una serie de intervenciones, incluidos el abastecimiento de micronutrientes, alimentos complementarios, tratamientos para la diarrea y los parásitos y programas de modificación de conducta; todo en conjunto podría reducir la subalimentación crónica en un 36 por ciento en los países en desarrollo.
En total, ese monto de inversión ayudaría a 100 millones de niños a empezar sus vidas sin retrasos de crecimiento o mala nutrición. Además, investigaciones exhaustivas ahora muestran que esas intervenciones serían permanentes: sus cuerpos y músculos crecerían más rápidamente, sus habilidades cognitivas mejorarían y pondrían más atención en la escuela (y estudiarían más años). Los estudios revelan que, en unas décadas, estos niños serían más productivos, ganarían más dinero, tendrían menos hijos y empezarían un círculo virtuoso de desarrollo espectacular.
Dichas oportunidades son las primeras en surgir cuando se les pide a algunas de las mentes más brillantes del mundo que encuentren proyectos que den el máximo de beneficios. Pocas veces se elogia el abastecimiento de micronutrientes, pero es de gran ayuda.
Del mismo modo, con solo 300 millones de dólares se podría evitar la muerte de 300.000 niños si se usaran para fortalecer el mecanismo de medicamentos asequibles del Fondo Mundial  -instrumento de financiamiento para la malaria-, que ofrece las terapias combinadas a precios más bajos a los países pobres. En términos económicos, los beneficios son 35 veces más grandes que los costos -incluso sin tomar en consideración que evita que se cree resistencia futura a nuestro fármaco más efectivo contra la malaria-. En los próximos meses, los donantes decidirán si renuevan este programa. Los resultados de las investigaciones del pánel deberían servir para persuadirlos de que lo renueven. 
Con una  suma similar se podría desparasitar a 300 millones de niños en las escuelas. Al no tener en su comida parásitos intestinales, también estarían más atentos, irían más tiempo a la escuela y serían adultos más productivos -otra causa que necesita mucha más atención pública-.
Otras dos inversiones en salud que respalda el pánel de expertos es la expansión del tratamiento para la tuberculosis y la cobertura para la inmunización infantil. De igual manera, un aumento anual de cien millones de dólares en el gasto para desarrollar una vacuna contra el VIH/sida generaría beneficios sustanciales en el futuro.
Como las personas del mundo en desarrollo viven más tiempo, están experimentando cada vez más enfermedades crónicas. En efecto, la mitad de las personas que morirán este año lo será por enfermedades crónicas en los países del Tercer Mundo. Así pues, las investigaciones del panel muestran que con solo 122 millones de dólares anuales se podría completar la cobertura de la vacuna contra la hepatitis B y evitar alrededor de 150.000 muertes anuales debido a dicha enfermedad. Ofrecer medicamentos de bajo costo para ataques cardiacos agudos en los países en desarrollo costaría solamente 200 millones de dólares, y evitaría 300.000 muertes.
Los resultados del pánel de expertos destacan la necesidad apremiante de invertir alrededor de 2.000 millones de dólares anuales en investigación y desarrollo para incrementar la producción agrícola. Con ello no solo se reduciría la hambruna mediante el aumento de la producción de alimentos y la disminución de sus precios, sino también protegería la biodiversidad, porque una mayor productividad de los cultivos se traduciría en una menor deforestación. Esto, a su vez, ayudaría a luchar contra el cambio climático porque los bosques almacenan carbono.
Para el tema del cambio climático, los expertos recomendaron gastar una suma reducida -aproximadamente mil millones de dólares- para investigar la viabilidad de enfriar el planeta mediante opciones de geoingeniería. Esto nos permitiría entender mejor los riesgos de la tecnología, los costos y beneficios. Además, la investigación podría ofrecernos un seguro efectivo de bajo costo contra el calentamiento global.
Otro asunto en donde es prioritario invertir es en la creación de sistemas de alerta eficaces sobre los desastres naturales en los países en desarrollo. Con menos de mil millones de dólares anuales se podrían mitigar los daños económicos directos de largo plazo y, posiblemente, se asegurarían 35.000 millones de dólares en beneficios.
El presupuesto de 75.000 millones de dólares para el proyecto del Consenso de Copenhague es importante y puede ayudar en mucho, pero debemos escoger los proyectos de mayor provecho, como en el mundo real -porque no es una suma tan grande-. La lista que elaboró el pánel de expertos nos muestra que hay muchas soluciones inteligentes a la espera de que se las ponga en aplicación.
* Bjørn Lomborg, autor de 'The Skeptical Environmentalist y Cool It', es director del Centro del Consenso de Copenhague y profesor adjunto de la Escuela de Negocios de Copenhague.
Bjorn Lomborg
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