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¿A quién representan las Farc?

Dialogar hoy con las Farc sería lo mismo que hablar con cualquier 'Cuchillo' o 'don Mario'.

Se equivocan quienes piensan que están volviendo a soplar los vientos de paz con la guerrilla. Están soplando, qué duda cabe, los vientos del diálogo, que es muy distinto. Desde 1982, cuando Belisario Betancur abrió las puertas a conversar con la guerrilla, y durante las dos décadas que transcurrieron hasta el vergonzoso final del despeje del Caguán, la sociedad colombiana dialogó con los jefes guerrilleros y aprendió, de paso, que para ellos dialogar nada tenía que ver con hacer la paz. Era, para 'Tirofijo' y sus secuaces, un arma más de guerra.
Usaron la tregua con Betancur y Virgilio Barco para secuestrar y extorsionar, meterse al narcotráfico, multiplicar sus frentes y fortalecerse. En los diálogos de Caracas y Tlaxcala, a pesar de que el gobierno de César Gaviria llevó generosas ofertas que, de cierto modo, les daban el control político de más de 200 municipios del país, 'Alfonso Cano' y sus compañeros de delegación no hicieron más que mamar gallo. Ni hablar del Caguán, convertido por 'Jojoy' en zona segura para mantener secuestrados, reclutar menores, recibir entrenamiento de terroristas del Ira y de la Eta, despojar de decenas de miles de hectáreas a los campesinos y cuadrar negocios de cocaína y armas con altos oficiales de Hugo Chávez.
Todo, menos avanzar hacia la paz: iban ganando la guerra y eran una fuerza militar que había puesto en jaque al Estado. Pero a partir del cambio de siglo, ese mismo Estado, con su brazo armado representado en la Fuerza Pública, les propinó una larga serie de derrotas, cambió la correlación de fuerzas y las hizo retroceder, arrinconar y perder buena parte de sus frentes y de sus principales comandantes. Investigaciones de expertos, como el profesor Camilo Echandía, demuestran que del 2003 en adelante las Farc perdieron la iniciativa militar, que las FF. AA. triplicaron esa iniciativa entre el 2007 y el 2010 y que, en el 2011, los combates cayeron a la mitad. Las Farc ya no son la fuerza combatiente que eran antes y, salvo en algunos departamentos como Nariño, la guerra ya no es el resultado de sus ataques sino de los que les hace la Fuerza Pública.
Aun así, tendría sentido sentarse a dialogar con 'Timochenko' si eso garantizara una desmovilización y el desmonte de lo que queda del aparato armado de estos asesinos. Pero la experiencia indica que los jefes de las Farc, montados en el negocio del narcotráfico como cualquier banda criminal de las que azotan a varias regiones del país, no quieren dejar esas lucrativas actividades.
Pero incluso si quisieran, la pregunta frente a la posibilidad de reactivar el diálogo tantas veces fracasado es una sola: ¿a quién representan las Farc como para merecerse el honroso título de interlocutores del Gobierno? Ese grupo armado, que alguna vez quiso ser vocero del campesinado sin tierra y que terminó despojando a los campesinos de decenas de miles de hectáreas como lo acaba de revelar, con casos concretos, el Gobierno, no representa a sector alguno de la sociedad colombiana, distinto de la 'bacrim' en la que ellos mismos se han convertido. Dialogar hoy con las Farc sería lo mismo que hablar con cualquier 'Cuchillo' o con cualquier 'don Mario'.
En caso de tener resultados, ese diálogo no traería más que indultos parciales para algunos jefezuelos, mientras el resto de los mandos y de la tropa seguiría en el negocio de narcotraficar y matar. Así que por mucho que algunos anden con el cuento de que 'Timochenko' se ha revelado en sus cartas como un intelectual y hasta un poeta (la Policía y el Ejército saben bien quién le escribe las cartas), conviene que el presidente Juan Manuel Santos no se deje tentar por los cantos de sirena que quieren sentarlo en una mesa de diálogo que sólo les convendría a quienes siempre la han aprovechado: las Farc.
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