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Columna de Omar Rincón

Por Ómar Rincón. Crítico de televisión.

  El laberinto de Caracol
El Canal Caracol anda perdido en el laberinto de su ficción. Tiene experiencia, gente que sabe de melodrama y comedias, pero del rating nada.
Sus historias andan perdidas: ahora intentaron pegarse de un éxito de hace 15 años y proféticamente lo llamaron El laberinto: o cómo Caracol anda perdido en sí mismo.
¿Qué pasa? El laberinto debería ser un éxito: recupera el primer drama exitoso en la transición hacia la televisión privada (La mujer del presidente); apuesta al suspenso que es el mejor género; tiene la visualidad extrema que intenta otro ritmo para la pantalla; cuenta con un actor que lleva el rating con él, como Róbinson Díaz, y un villano con carisma como Jorge Cao; se le mete realismo de secuestro, chantaje e injusticia; presenta una identificación infalible: la lucha por salvar la familia; mucha promoción, despliegue de mercadeo y buena prensa.
Pero El laberinto es un fracaso. No gustó. No se le ve. La razón: si acostumbras al público durante 15 años a comer solo salchichas sin sabor, ya no sabrá disfrutar otros sabores.
Los que saben ver mejor televisión se fueron, hace tiempo, a las series y el Internet, y el que ve la televisión generalista no quiere nada más que risas y carnes.
Caracol está sufriendo de su propio invento: durante 15 años se ha dedicado a rebajar a lo mínimo la calidad de las producciones, repitiendo una y otra vez sus comedias a lo Pedro el escamoso y su otra fórmula: la narco-celebración; así sobrevivió y con muchos éxitos, pero hastió al televidentes y, lo peor, lo maleducó, ahora no sabe disfrutar más que esas historias gritonas y exhibicionistas y esos amores sin talento.
Si durante 15 años se hace una televisión para el olvido, no se puede esperar más que el abandono. Por eso si le plantea una obra con suspenso, pues la gente no la entiende, le aburre y se va.
Por eso, si se busca cierto neorrealismo para pensar país, la gente huye, solo quiere reír.
Hace 15 años cuando La mujer del presidente fue un éxito era otra televisión: una acostumbrada a las grandes series y a los mejores melodramas que venían de tener dos canales pero muchas productoras que buscaban hacer negocio contando lo mejor.
Hoy de eso no queda nada, Caracol se encargó de rebajar el nivel del gusto y la calidad de la dramaturgia, así el televidente colombiano ha perdido cualquier complejidad: solo quiere chistes y carnes fáciles.
No importa que se busque directores de comerciales y cine para "ganar imagen"; no importa que se recupere un éxito; no importa nada. La tragedia que vive Buendía, Robinson Díaz, es la mismo que vive Caracol: no sabe qué es realidad, ni qué es ficción, no sabe cómo salir de la trampa de su propio destino. Caracol y Buendía viven atrapados en su "laberinto".
Menos mal Caracol logra salir del laberinto con los concursos y por eso cada vez tiene más, el gol Caracol por el sabor a selección y las odas al narco y la silicona como neorrealismo popular.
Menos mal que en Colombia "perder es ganar", Caracol fracasa mucho pero pierde poco: los anunciantes no tienen más a donde ir.
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